Rematan mano de obra

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Yurécuaro, Mich.- El café caliente se vuelve casi indispensable ante las bajas temperaturas que a esta hora se registran. Tal vez por eso ha florecido el comercio informal en la zona cercana a la vía del ferrocarril, en el sitio donde se le conoce como el “puente amarillo”, en la cabecera municipal de Yurécuaro.

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Así es como en esta zona se ha conformado un tianguis que opera únicamente de madrugada y donde se venden principalmente zapatos, sudaderas, chamarras y algunos alimentos que los jornaleros llevan a su sitio de trabajo. Es también un mercado de mano de obra donde paran muchos indígenas del país.

Son casi las seis de la mañana cuando comienza la recolección de información e imágenes. Las conversaciones son con respuestas monosilábicas y algunos hombres hablan en purépecha, náhuatl, mazahua y otomí.

Se complica también porque algunos de ellos reaccionan molestos y hasta violentos ante el interrogatorio y ven con desagrado que se les tome fotografías. Estar en este lugar y a esta hora, en verdad causa tensión. Un historial de violencia registrado en esta zona, tiempo atrás, obliga a que se extremen precauciones.

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Jorge Humberto Hernández se hace responsable de las graficas. Conoce bien las calles y sitios por donde puede haber riesgo. Su apoyo es incondicional.

Pero la actividad inició desde las cuatro de la mañana cuando comienzan a llegar las primeras familias de jornaleros.

Hay que llegar temprano para ser de los elegidos. Centenares de camionetas de redilas llegan al lugar y en ellas vienen los propietarios o encargados de las parcelas que se entienden con los jefes de las cuadrillas.

Convienen sobre la cantidad de empleados que se requieren y acuerdan el precio que se les pagará por la jornada y se los llevan en las trocas hasta las parcelas que pueden estar en el mismo municipio o en localidades de La Piedad, Tanhuato, Vista Hermosa, Ecuandureo del estado de Michoacán o en Ayotlán, La Barca y Degollado del estado de Jalisco, incluso en Pénjamo, Guanajuato.

Ahí, amontonados en grupos de entre 30 y 50 personas, viajan los jornaleros en las camionetas donde solamente se alcanzan a ver algunas cabezas asomándose para tomar un poco de aire. Algunos niños son transportados en las partes altas de las redilas, ante el grave peligro de caer en algún movimiento brusco.

El salario que reciben los jornaleros varía dependiendo su edad y sexo, a un hombre de entre 15 a 45 años se le paga el día a 300 pesos, de 45 años en adelante solo 200; a los menores de edad el día se les paga a 100 pesos, mientras que las mujeres ganan 200 pesos sea cual sea su edad. Las niñas por lo general cuidan a sus hermanos más pequeños en los albergues o debajo de un árbol en la parcela, pero los varones desde los ocho años son obligados a trabajar.

Los rieles del ferrocarril sirven de asiento para las madres que acurrucan a los niños, algunos de ellos de cinco o seis años de edad que ya son “metidos” a las faenas del campo.

“No todos a los meten a trabajar, lo que sucede es que no tienen con quien dejarlos y prefieren llevárselos. Son niños que no van a la escuela y están expuestos constantemente a pesticidas”, señala César Murillo Delgado, director de Desarrollo Social del gobierno municipal de Yurécuaro.