Populismo económico

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Por Leopoldo González

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México comenzó ya a vivir días de incertidumbre en el espacio público, no tanto por la herencia que deja Enrique Peña Nieto, sino por el proyecto de país que ya despliega -sin poder constitucional y con demasiadas “fiebres” ideológicas- el señor Andrés López.

Un análisis riguroso y completo de todas las ocurrencias, caprichos, balandronadas y necedades que ha decidido el presidente electo desde poco después de la elección, lo colocaría como un personaje de muy escasas luces en varias materias, que además suele tomar decisiones poco equilibradas, sustentadas más en argumentos de poder que en argumentos de conocimiento.

El “modelo” económico del equipo de gobierno que viene es el populismo:un modelo alterno al del neoliberalismo que sobrepone el discurso político a la lógica de la economía, que cree en los “supuestos del corazón” más que en las premisas de la razón y, por ello, es el sistema económico que contradice en su esencia el adagio-pensamiento chino, pues no busca “enseñar al hombre a pescar para que coma toda su vida” sino “darle un pescado a un hombre para que coma un día”.

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El populismo es el sistema económico que crea o perpetúa la dependencia económica de “los de abajo” respecto del poder, a través del paternalismo y el asistencialismo clientelar, para granjearse la “obediencia asegurada” de la masa y así cerrar el “ciclo de dominación” (que es, más bien, de sometimiento) de los pobres en favor de la élite de la nomenclatura estatal.Por tanto,multiplicar el número de pobres y generar la economía de la clase ociosa es básico para el populismo, porque es en la coartada y en la administración de la pobrezadonde radica su legitimidad.

Sin duda, hacia ese horizonte de conservadurismo y de contracción económica se dirige el gobierno del Tlatoani Mayor, a juzgar por las determinaciones que ha tomado hasta hoy, tras oficializarse su triunfo después del 1 de julio.

La primera decisión populista en materia económica fue la cancelación del NAIM. Con ella, pensó ofender a “la mafia del poder” y humillar a los amos y servidores del “gran capital”, y lo que logró fue ofender la inteligencia de todo un país; pensó, también, en congraciarse con los pobres -la línea más gruesa de su base electoral-, y lo que logró fue su castigo y cancelar su derecho al desarrollo, pues una obra de esa magnitud iba a significar cientos de miles de empleos directos e indirectos para el país, además de una favorable señal de apertura al clima de inversión, que podría haberse traducido -con su toque presidencial- en riqueza y justicia para los pobres. Ya no será así.

La segunda decisión de populismo económico, muy vinculada a la anterior, fue el anuncio de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el senado, de una iniciativa que eliminaría las altísimas y “abusivas” comisiones bancarias. Todavía ayer lo dijo: al margen de cálculos políticos y “aunque a algunos” no les guste, la iniciativa va. Además de estas medidas de política económica, tómense en cuenta las fintas que salen de Morena para intentar “ablandar” la autonomía del Banco de México, y lo que costará financiar el Tren Maya y toda la cauda de programas sociales del Ometecutli sexenal.

Todo esto que en materia económica se ha anunciado en semanas recientes, trae el sello depurado del peor de los obradorismos: aversión a la técnica por rechazo a la tecnocracia; alergia hacia la lógica económica por animadversión hacia el gran capital; desprecio a la lógica del mercado porque no entiende de “comajanes” ni de “fifís”; ceguera y necedad para apreciar con juicio sereno lo que sería un clima de inversión favorable a México.

Los resultados de corto plazo de esta política del desplante, la frivolidad y el falso amor al pueblo, aún antes de que tome posesión el Ayatollah mexicano, están a la vista. Echemos un vistazo.

El que las calificadoras internacionales, tras la decisión de cancelación del NAIM, cambiasen la perspectiva de calificación de México de “estable” a “negativa”, significará varias cosas: que los intereses de la deuda exterior de México se habrán incrementado y que nuestro país no es ya deudor ni socio confiable para el crédito internacional.

La caída de la Bolsa Mexicana de Valores en 5.80 puntos en un día y en casi 2 puntos al día siguiente, no son síntomas de escepticismo e incertidumbre urdidos por el gobierno saliente, sino indicios de algo todavía peor: la pérdida de confianza en el gobierno que viene.

El dólar ha subido más de 1 peso y 20 centavos en los últimos días, no por un error financiero o de manejo del tipo de cambio, sino por las medidas desacertadas que en materia económico-financiera ha anunciado el presidente electo.

El “Octubre negro” que prefiguró el cambio de Texcoco por Santa Lucía, junto al resto de las decisiones económicas ya enumeradas, propició que los inversionistas extranjeros sacaran 11 mil mdd del mercado de bonos, sencillamente porque le han retirado su credibilidad y confianza al gobierno que viene.

Nuestro país cumplió 35 trimestres creciendo lenta, pero gradual e ininterrumpidamente, a veces por arriba y en ocasiones por debajo del 2 por ciento anual. Ahora, con los entuertos económicos atribuibles a quienes ven la economía como un mero aditamento de la política, conviene abrocharse el cinturón porque viene una caída sostenida de la actividad económica. Al tiempo.

Los que iban a soltar al tigre (chantajistas al fin) si el voto popular no les otorgaba la presidencia, sí obtuvieron la presidencia y no soltaron al tigre. Pero en lugar de asumir con humildad, prudencia y sabiduría el mandato de las urnas, lo que ya comenzaron a hacer -con un placer casi patológico- es soltar los demonios de la economía.

Cuando el fervor ideológico de algunosestatuye la ceguera y oprime la inteligencia, no es mal consejo prepararse para días de oscuridad.