PUNTO NEURÁLGICO

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Luis Donaldo

Luis Sigfrido Gómez Campos

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El hubiera no existe, dijo un filósofo. Todo lo que se pudiera presumir que hubiera ocurrido si las cosas hubieran sido de otra manera, son una simple conjetura; sólo nos sirve para hacer literatura, para dejar volar la imaginación en el ámbito ficticio de universos paralelos donde ocurren las cosas de diversa manera, pero el hubiera no existe.

Luis Donaldo Colosio murió hace 25 años víctima de dos disparos realizados supuestamente por un orate que declaró que no estaba desquiciado. Ese hecho cambió drásticamente nuestra historia, la historia de todos los mexicanos, porque si ese crimen no hubiera ocurrido, un cuarto de siglo de nuestra historia hubiera sido diferente y tendríamos quizá una proyección hacia un otro futuro.

El problema para quienes sabemos que es importante conocer los errores del pasado para no volver a cometerlos, es el enfrentamiento con la verdad: ¿Colosio fue víctima del actuar de un asesino solitario, o de un complot orquestado desde las más altas esferas del poder? Si decidiéramos resolver este problema a través de una consulta ciudadana, no cabe la menor duda que la mayoría de la gente está convencida de la teoría del complot y, que, en este caso, apuntaría a quien tuvo la más alta responsabilidad política en el país, el presidente que culminaba su período en ese entonces, Carlos Salinas de Gortari.

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No tengo nada contra el expresidente Salinas, simplemente digo lo que en el imaginario colectivo subsiste: la creencia de que algo tuvo que ver él con estos terribles hechos que modificaron el rumbo de nuestra historia. Pero ¿por qué la mayoría de la gente no se conforma con la verdad oficial, la del asesino solitario? ¿Existirán bases sólidas que nos permitan suponer una responsabilidad jurídico penal de este personaje? O solamente se trata de hipótesis sin fundamento.

La burra no era arisca, dicen. La historia de los hechos políticos de la segunda mitad del siglo pasado nos hace recordar el caso de la designación del candidato a la presidencia de la republica Luis Echeverría Álvarez, postulado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido hegemónico a través del cual el presidente en turno decidía quién sería su sucesor.

Los politólogos de entonces contaban que el presidente Gustavo Díaz Ordaz se arrepintió mil veces de haber elegido como su candidato a Luis Echeverría, porque éste, en plena campaña, enseñó los colmillos; es decir, inició una severa crítica al régimen al que había pertenecido y dio un viraje a la versión oficial de los hechos sangrientos ocurridos el 2 de octubre de 1968. Durante un acto de campaña en el Colegio de San Nicolás protagonizó un evento en los que se guardó un minuto de silencio por los estudiantes caídos dos años antes, hecho que causó gran enojo en los mandos del ejército y del propio presidente, quien estuvo a punto de relevarlo como candidato del partido oficial.

No se sabe cuales fueron los arreglos, las promesas o motivos que hicieron que Luis Echeverría continuara como candidato, pero Díaz Ordaz hizo patente su arrepentimiento de haber impulsado la carrera de quien, una vez que llegó al poder, le dio la espalda. Durante el sexenio de Luis Echeverría, todo lo que olía mal provenía de “los emisarios del pasado”.

Cuando Carlos Salinas terminaba su mandato, decidió impulsar a Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato del todavía partido oficial, el PRI. Colosio era un político lleno de vitalidad, con ideas nuevas, con una gran presencia política y un discurso que despertaba confianza: "Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales", dijo en un discurso memorable poco antes de que lo mataran.

Quien mató a Luis Donaldo Colosio no sólo mató a un candidato, mató la esperanza de construir sobre nuevas bases un México más justo, hace ya 25 años. Mató la posibilidad de un país con mayores oportunidades para el pueblo. Poco importaba que fuera la herencia del viejo sistema si llegaba un hombre con ideas claras y renovadas.

Se han abierto los archivos de la investigación de la muerte del gran líder. La historia aún no acaba de escribirse. Miles de documentos se han desempolvado para seguir construyendo la verdadera historia; la que a fin de cuentas no perdona. Las contradicciones en la investigación son muchas: producto del viejo sistema de investigación penal poco confiable.

Posiblemente jamás lleguemos a saber completamente lo que ocurrió ese 23 de marzo de 1994 y prevalezca en los libros la versión oficial del asesino solitario, pero en la conciencia de muchos mexicanos queda la sospecha de que mataron la esperanza de acabar desde ese entonces con un sistema político que se plegó, durante un cuarto de siglo, a los dictados de los organismos financieros internacionales, postergando una distribución de la riqueza nacional en beneficio de los más necesitados.

luissigfrido@hotmail.com