PUNTO NEURÁLGICO

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Adiós, Alberto

Luis Sigfrido Gómez Campos

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Cómo han pasado los años es el título de una canción muy famosa, de los compositores Rafael Ferro y Roberto Livi, cuyo título nos transporta a un cúmulo de tiempo transcurrido sin apenas sentirlo. Cuando pasamos de cierta edad, los años transcurren demasiado rápido. Al menos eso sentimos los que ya no nos cocemos al primer hervor.

Recientemente vi un video en el que cantaba alguna melodía el gran Alberto Cortez: lo percibí demasiado viejo, menguadas sus facultades interpretativas. Recuerdo que solamente acerté a pensar: “Cómo han pasado los años”.

Me vino a la mente el día que lo vi joven cuando vino a la ciudad de Morelia. Lo recuerdo como si fuera ayer. Se presentó en el Casino Charro, en una cena de gala a la que fuimos invitados mi amigo Alberto y yo, por nuestro amigo Pancho, quien para ese entonces ya litigaba y podía darse el lujo de convidar a sus amigos. Recuerdo que tuvimos la fortuna de saludarlo antes de su presentación. Estaba platicando con Don Rogelio Guzmán. Fue un saludo breve, pero cordial. Era un hombre de personalidad impactante, al menos esa impresión me dejó en esa época de juventud.

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Recuerdo que lo que más me emocionó en esa ocasión fue el momento en el que se puso a declamar “Qué suerte he tenido de nacer”, la traía de estreno y su capacidad histriónica se prestaba para eso, para, en el momento de mayor expectación, cuando todos estamos cautivados por la fuerza de su discurso musical, lanzarnos su mensaje más profundo, el más elaborado: “Qué suerte he tenido de nacer para estrechar la mano de un amigo y poder asistir como testigo al milagro de cada amanecer…”.

En la adolescencia mi hermano Jairo siempre cantaba “Mi árbol y yo”, yo prefería cantar, por su sencillez, “No soy de aquí ni soy de allá” que, aunque no había sido escrita por Alberto Cortez, él se encargó de hacerla famosa.

El primer y más grande éxito de Don Alberto fue “En un rincón del alma”, canción que, dicen, escribió a partir de un episodio amoroso que terminó en una gran decepción, ya que la protagonista lo abandonó para irse a estudiar a Filipinas. Pese a que el contenido es de corte romántico, esta canción tiene la frescura de la canción espontánea, la que se hizo con el corazón más que con el cerebro. Aún conociendo la profundidad de sus temas escritos en la etapa de madurez, admito que esta pieza siempre me ha parecido la más hermosa. Seguramente tiene que ver con alguna decepción amorosa o sentimientos similares a los que sintió, cuando joven, Don Alberto. Pero cada vez que escucho “En un rincón del alma donde tengo la pena que me dejo tu adiós, en un rincón del alma se aburre aquel poema que nuestro amor creó… … En un rincón del alma me duelen los "te quiero" que tu pasión me dio, seremos muy felices no te dejaré nunca... siempre serás mi amor…”, siento que a mi corazón le hizo falta sacar alguna espina que nunca logré borrar de mi recuerdo.

No existe cancion más tierna escrita para un perro: “Era callejero por derecho propio… … Aunque fue de todos nunca tuvo dueño que condicionara su razón de ser, libre como el viento era nuestro perro, nuestro y de la calle que lo vio nacer… … Era el callejero de las cosas bellas y se fue con ellas cuando se marchó, se bebió de golpe todas las estrellas, se quedó dormido y ya no despertó”.

Alberto Cortez tuvo una consideración muy elevada de la amistad, lo cual dejó plasmado en sus canciones “Cuando un amigo se va” y “A mis amigos”. Dijo: “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo… … Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido”. Y también cantó: “A mis amigos les adeudo la ternura y las palabras de aliento y el abrazo; el compartir con todos ellos la factura que nos presenta la vida, paso a paso. A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerarme las espinas más agudas; los arrebatos de humor, la negligencia, las vanidades, los temores y las dudas”. Y añadió: “A mis amigos les adeudo algún enfado que perturbara sin querer nuestra armonía; sabemos todos que no puede ser pecado el discutir alguna vez por tonterías”.

Alberto Cortez, el cantante, el gran compositor, quien solía decir que era feliz porque tenía la enorme dicha de poder vivir de lo que más le gustaba hacer, murió el jueves pasado en un hospital de Madrid, a causa de una complicación de las úlceras gástricas. Se fue el sensible cantautor argentino, aquel que dijo en su poema “Qué suerte he tenido de nacer”: “Pero sé, bien que sé... que algún día también me moriré. Si ahora vivo contento con mi suerte, sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte, cuál será en la agonía mi balance, no lo sé, nunca estuve en ese trance. Pero sé, bien que sé... que en mi viaje final escucharé el ambiguo tañer de las campanas saludando mi adiós, y otra mañana y otra voz, como yo, con otro acento, cantará a los cuatro vientos... Qué suerte he tenido de nacer”.

Cómo han pasado los años. Aquel talentoso compositor, joven y carismático, ha muerto a los 79 años de edad. Adiós Alberto.

luissigfrido@hotmail.com