PUNTO NEURÁLGICO

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El éxito de Roma

Luis Sigfrido Gómez Campos

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Roma, la película de Alfonso Cuarón, ya ganó todos los premios y reconocimientos que hubiera podido obtener una película mexicana en la actualidad. No obstante, como parte del gran circo mediático de la industria del cine, faltaba que se expusiera ante la crítica hollywoodense, no siempre la más acertada para calificar lo mejor del séptimo arte.

Debe destacarse que Roma, además del amplio reconocimiento formal de las diversas organizaciones y festivales de cine de todas las latitudes, ya había ganado en México lo que ninguna obra había conseguido: despertar la admiración, el rechazo y la polémica sobre los méritos y deméritos de esta película; pero, sobre todo, remover las fibras más sensibles de nuestra identidad al retratarnos tal cual somos.

Dicen los que saben que, en términos de valoración del arte, es admisible expresar lo que la obra dice a nuestros sentidos. Por lo tanto, no cabe ninguna discusión cuando alguien expresa escuetamente: me gusta o no me gusta. Pero no debemos caer en el error de intentar otorgarle valor universal a nuestra pobre opinión. Cabe entonces formular la pregunta de si la obra tiene un valor en sí, el agregado cultural del autor, o si el valor se lo otorga el espectador, el consenso social. Me atrevo a afirmar que el valor artístico de una obra no depende del agrado o el rechazo de las mayorías, si fuera así tendríamos que admitir que Joan Sebastian o La Banda del Recodo han sido creadores y difusores de obras artísticas de un gran valor artístico.

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Debemos reconocer, entonces, que algo tiene la obra que el artista le impregna y le hace ser lo que es, independientemente del reconocimiento social o la ausencia del mismo. En este caso, tratándose de Roma, la película de Cuarón, algo le supo imprimir a su obra para que causara tal expectación. Pero, ¿qué es ese algo?

Si fuera cierto el argumento de que la película Roma no tiene tema, o no trata de nada, tendríamos que admitir que la mayoría de las academias y especialistas en cine, no saben o no están calificados para emitir juicios de valor sobre lo que dicen saber. Por lo que considero que es importante opinar sobre la temática de Roma.

Roma es la historia de una familia de clase media alta a principios de la década de los setenta en la ciudad de México, un puñado de recuerdos autobiográficos de Alfonso Cuarón en blanco y negro, en la que tiene un lugar central la empleada doméstica, una indígena oaxaqueña que trabajó en la casa del cineasta durante prácticamente toda su vida. La película nos muestra el desarrollo de la vida cotidiana de una familia en la que resalta el racismo y el machismo como conducta “normal” de la vida de los mexicanos.

Estamos tan acostumbrados a la discriminación racial que la enorme mayoría de coterráneos no somos capaces de percibir nuestros propios actos racistas. Con la mayor naturalidad (desvergüenza dirían otros) la cantante veracruzana Yuri declaró ante las cámaras de televisión: “Quiero una Yalitza en mi casa para que cuide a mi hija, de verdad, ese tipo de chicas sí existen todavía, pero todos quisiéramos a una Yalitza en nuestra casa”, y todavía añadió que si alguien de Oaxaca la estaba viendo por favor le mandara una Yalitza para su casa, para quererla, apapacharla, para que comiera con ellos y hasta se fuera de vacaciones.

Pobre Yuri, no entendió la película. Ella cree que el personaje que representa Yalitza, Cleo, es una pobre mujer indígena a la que los güeritos como ella deben seguir manteniendo en el mismo estatus; a la que hay que mandar a comprar gansitos y limpiar el excremento de los perros. No se da cuenta que la película nos restriega en la cara el marcado carácter racista de nuestras costumbres; que es una fuerte autocrítica de Cuarón a sí mismo respecto de una culpa que ha llevado a cuestas durante su vida porque Libo, la verdadera Cleo, llegó a ser en la vida real, algo parecido a su segunda madre.

Roma trata del abandono de la mujer, de la actitud machista de hombres ausentes a quienes poco importa la familia o la mujer preñada; de la violencia para reprimir los movimientos sociales y contra la mujer indígena de condición humilde, sólo una “pinche gata”, como le dice el paramilitar que la amenaza. Pero también trata de la fuerza de las mujeres para enfrentar la vida solas y que, pese a la adversidad, llegan a formar hijos felices y exitosos como el propio Cuarón.

El gran éxito de la película Roma no dependía del reconocimiento de una estatuilla otorgada en Hollywood, la fuerza interior de su propia trama no tiene desperdicio; es, guardando la debida proporción, como esos cuentos clásicos de la literatura universal que no tienen límites de espacio y tiempo. Pueden disfrutarse en cualquier latitud y en cualquier época conservando la misma fuerza narrativa que les dio origen.

Roma es ya una de las grandes obras de la cinematografía universal; una película que indudablemente forma parte del acervo cultural mexicano. Alfonso Cuarón es grande entre los grandes.

luissigfrido@hotmail.com