A propósito del 3 de mayo

Diariamente con los desplazamientos a su trabajo, David además de observar la ciudad a otra velocidad, se enfrenta a los riesgos que conlleva el movilizarse en el espacio público, como calles que se convierten en pistas de alta velocidad…

Raul Coria Tinoco

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David el “Mai”, como le dicen sus colaboradores, seis días a la semana sale de madrugada de su domicilio con dirección a su lugar de trabajo, él vive en “Villas” una de las areas más lejanas de la ciudad con relación al centro y a varios de los equipamientos y servicios. Vive en una de las tantas colonias y fraccionamientos denominadas ciudades dormitorio que existen en nuestro país.

El lugar donde reside es rentado, dado que en estos fraccionamientos existe una gran oferta a bajo costo, ya que muchas de las viviendas fueron adquiridas por medio de créditos que en muchos casos no son utilizadas por el beneficiario directo y por lo cual resultan en dinámicas de renta, traspaso y en la peor situación, abandono de la propiedad e incumplimiento del crédito.

En cuanto al trayecto que realiza David diariamente, lo realiza en bicicleta y le toma alrededor de 45 minutos. Para él no es una elección, es una realidad el uso de este modo de transporte; esta modalidad le trae beneficios directos a su salud, según el “Estudio prospectivo de base poblacional para investigar la asociación entre desplazamientos activos y la incidencia de enfermedades cardiovasculares, cáncer y mortalidad” realizado por el Biobank del Reino Unido, la movilidad activa en bicicleta puede reducir la mortalidad en un 52% por enfermedades cardiovasculares y 40% con el cáncer. 

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Cuenta con la opción del transporte público colectivo, pero lo descarta por el tema económico, ya que con el salario que percibe a duras penas le alcanza; un auto esta fuera de sus posibilidades por el costo de adquisición, los gastos de mantenimiento, combustible y además sin saberlo estaría generando 2.3 toneladas de CO2 de huella de carbono anualmente con estos desplazamientos básicos.

Diariamente con los desplazamientos a su trabajo, David además de observar la ciudad a otra velocidad, se enfrenta a los riesgos que conlleva el movilizarse en el espacio público, como calles que se convierten en pistas de alta velocidad que fragmentan el tejido urbano, dominadas en su mayoría por los vehículos particulares. 

Por lo anterior, David toma rutas alternas que percibe seguras, calles con menos autos y eligiendo las que contemplan una ciclovía, lo que le permite un desplazamiento rápido y seguro. Sin notarlo aporta al uso más equitativo del espacio público, es una persona menos arriba de un auto privado que contribuye al ordenamiento del tránsito, fortaleciendo la movilidad activa, que abona a un mejor medio ambiente.

El lugar de trabajo de David no es fijo, cada cierto tiempo cambia de ubicación. Esto le permite conocer lugares, barrios, personas y vivir el espacio público; se suma temporalmente a la vida social y a la economía del barrio; genera vínculos con los vecinos y establece convenios con los comercios para adquirir víveres e insumos para su labor; se conecta como si fuera un residente más y es sensible a lo que sucede en el barrio; con su actividad laboral trae mejoras específicas que impactan en el contexto;  estas dinámicas como el uso de la bici, la conexión en el barrio y la interacción social fueron adquiridas con el tiempo y de manera generacional, lo tiene en su ADN.

David es Albañil, pero imaginemos también que podría ser una mujer y llamarse Julia. Si bien la mayoría son hombres, el 22% de los hogares dependientes de esta ocupación están a cargo de mujeres e hijos; este gremio pertenece a un sector de la población que permanentemente es marginado y discriminado, que diariamente, así como Julia o David más de 2.4 millones trabajadores de la construcción que representan el 4.8% de la población ocupada, se enfrentan a la desigualdad.

David tiene un poco más de 55 años, cada vez está más cerca de convertirse en adulto mayor, por más de 30 años se ha dedicado a este oficio; según datos de INEGI el promedio de edad en esta ocupación es de 37 años y 18 de cada 100 personas es mayor a 50 años. Alrededor del 5.2% de los albañiles presentan una discapacidad que de manera más frecuente es la motriz con 65 de cada 100 personas a consecuencia de esta actividad.

Lamentablemente según cifras de INEGI, 9 de cada 10 personas con esta ocupación reportan no contar con acceso a instituciones de salud como prestación laboral, la mayoría son asalariados y el 74% recibe un pago no mayor a los tres salarios mínimos diarios.

Aunque más del 77% de los albañiles reside en zonas urbanas, la mayor proporción se ubica en el periurbano de estas, por lo que tienen la necesidad de desplazarse diariamente a otras zonas de la ciudad para poder ingresar y mantenerse en el  mercado laboral.

A propósito del 3 de mayo, día de la Santa Cruz, en donde los Albañiles preparan una cruz con adornos, la cual además de ser bendecida se coloca en lo alto de las construcciones, costumbre que proviene de la época colonial a partir de los gremios; es importante reconocer a estos actores de la sociedad como parte fundamental del proceso de urbanización de las ciudades, están presentes de manera directa en la autoconstrucción que representa casi un 70% de la población y es irónico que casi un 50% residan en viviendas en condiciones precarias. 

Si realmente queremos “hacer ciudad” es indispensable la comprensión de los habitantes de “nuestras ciudades”, aprovechar el conocimiento colectivo que generan, sensibilizarnos con el entorno, participar e identificar aquellas dinámicas que permitan incluir a todos.

colecciudad@gmail.com