Adamo Boari inmortalizó a su perrita en el Palacio de Bellas Artes

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

Ciudad de México.- Miles de personas visitan anualmente el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y millones más transitan a su alrededor, sin embargo, para la mayoría es un misterio el nombre y significado del conjunto escultórico que lo adorna.

 

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Sobre todo, es desconocida la historia de “Aída”, la perrita de Adamo Boari, uno de los constructores del recinto, cuya efigie quedó inmortalizada en una escultura colocada en el lado derecho de la fachada principal. La historia es tierna y muy ejemplificadora.

 

Adamo Boari (Ferrara, Italia, 22 de octubre de 1863-Roma, Italia, 24 de febrero de 1928) se distinguió por ser un arquitecto cuya carrera brilló en México. Creó importantes obras arquitectónicas en esta ciudad, pero entre todas ellas destaca el Palacio de Bellas Artes.

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El palacio se comenzó a construir el 1 de octubre de 1904 con el objeto de reemplazar al demolido Teatro Nacional de México. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto Adamo Boari, quien diseñó un edificio ecléctico mezclando los estilos Art nouveau y Art decó.

 

En su construcción se emplearon grandes cantidades de mármol blanco de Carrara en la fachada y de muy diversos tonos en el interior. Luego se decoró con obras de muralistas mexicanos como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco y otros.

 

De acuerdo con las crónicas más confiables, que datan de los albores del presente siglo, Boari tuvo, desde niño, una especial inclinación por los perros de compañía. Así desde 1904, cada mañana llegaba a la obra en construcción acompañado por su amiga “Aída”.

 

Fue una compañera invaluable, una singular acompañante que llamaba poderosamente la atención por la increíble habilidad con que seguía las órdenes de su amo. “Aída” era una perrita Setter, antes de que se diera la subdivisión canina entre inglés, irlandés y gordon.

 

“Aída” figura entre los medallones que ornamentan el edificio del Teatro Nacional que se convirtió en Palacio de Bellas Artes. La escultura se debe al cincel de Fiorenzo Gianetti, uno de los hombres más valiosos dentro del equipo de trabajo que encabezó Don Adamo.

 

Multifacético, el arquitecto Boari siempre llegaba caminando alegre llevando consigo a su mascota, la perra “Aída”, quien solícita solía acompañarlo casi todos los días y era, al mismo tiempo, una grata impresión para los transeúntes y trabajadores de la construcción.

 

Adamo Boari se había enamorado de México, aquí vivió de 1899 a 1916; aquí se casó, tuvo una hija y tenía planeado naturalizarse, pero su relación con Porfirio Díaz y luego el estallido de la Revolución Mexicana hicieron pedazos su sueño de permanecer en el país.

 

Antes de llegar a México, y por motivos de trabajo, Boari viajó a América. Se estableció primero un tiempo en Brasil, nación que muy rápido reconoció la calidad de su trabajo; luego radicó temporalmente en Montevideo, Buenos Aires y Chicago respectivamente.

 

También tomó parte en el proyecto de la cúpula de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, y realizó importantes trabajos como su propia casa en esquina de las hoy calles Monterrey y Álvaro Obregón, el primer ejemplo mexicano de arquitectura moderna.

 

Igualmente, participó en la construcción del Palacio de Correos en la esquina de Tacuba y Eje Central en la capital del país (1902-1907) y en los arreglos al Palacio Nacional; iba a hacer el monumento en honor a Porfirio Díaz, pero por obvias razones políticas, ya no.

 

Peatones que con frecuencia deambulan frente al Palacio de Bellas Artes, como Alicia Torres (estudiante), Francisco Ríos (abogado) y María del Carmen López (comerciante) desconocen también que Porfirio Díaz mandó a construir el Palacio de Bellas Artes.

 

Lo hizo siendo presidente del país y dentro del programa conmemorativo del Centenario de la Independencia de México, así como el Hemiciclo a Benito Juárez que se localiza a unos pasos del palacio, sobre la acera sur de la Alameda Central de la capital mexicana.

 

Muchos ignoran también que el antecedente del Palacio de Bellas Artes fue el Teatro Nacional o Teatro Santa Anna, demolido en 1901, donde se interpretó por primera vez el Himno Nacional con letra de Francisco González Bocanegra y música de Jaime Nunó.

 

Desconocen que se planeó edificarlo en cuatro años, pero por el hundimiento del suelo y la Revolución, duró 30 años; Pocos saben que la cortina de cristal del escenario la hizo Casa Tiffany (Nueva York) con diseño del Dr. Atl, una imagen de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl