Bélgica revisita cuatro siglos de pintura española a través de bodegones

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Foto: Agencias. Las 77 piezas reunidas para “Spanish still life” (Bodegón español) revelan que por ese género han pasado los mayores nombres de la pintura español.

Notimex / La Voz de Michoacán

Bruselas. El Palacio de Bellas Artes de Bruselas (Bozar) exhibe a partir de hoy una muestra que revisa 400 años de la pintura española usando como línea conductora el bodegón, género menospreciado por coleccionistas, pero considerado por los expertos como la esencia misma de la pintura.

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La 77 piezas reunidas para “Spanish still life” (Bodegón español) revelan que por ese género han pasado los mayores nombres de la pintura española, desde Cotán, Velázquez y Goya, hasta Picasso, Miró y Dalí, que lo incorporaron en sus innovaciones creativas, como siguen haciendo hoy muchos artistas contemporáneos.

El bodegón siempre ha estado considerado por la crítica como un género menor debido a su sencillez. Es un género en el que no hay narrativa, no hay creación, sólo la reproducción de objetos cotidianos”, explicó a Notimex el comisario de la muestra, el español Ángel Aterido.

No obstante, a partir del siglo 19, se convirtió en el género decorativo por excelencia entre la nobleza española, obteniendo la preferencia de artistas que se apoyaban en él para ganarse la vida.

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Aterido destaca también el valor histórico del bodegón, legado de su intemporalidad, que le establece como “un género que siempre conecta el pasado y el presente”.

El primer bodegón documentado en España, una ordenada presentación de verduras de época ("Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino") dibujadas por las manos de Juan Sánchez Cotán, en 1602, abre la muestra del Bozar, que evoluciona en forma cronológica.

La composición marca una ruptura con el Renacimiento al quitar el protagonismo de personas y vírgenes y legarlo a objetos y elementos naturales, hasta entonces utilizados como meros accesorios decorativos.

Con “Cristo en casa de Marta y María” (1618), Velázquez no abandona del todo las figuras humanas, sino que las incorpora como coadyuvantes en la escena del cotidiano y conserva, a la vez, el misticismo tan presente en una España profundamente religiosa.