Recibirá la presea José Tocavén el escultor Jorge Marín

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El escultor Jorge Marín nos dice que todos podemos tener alas, alcanzar el cielo, ser libres, bueno, al menos estas son algunas de las interpretaciones que se pueden dar a las alas que Marín ha prestado a los habitantes del mundo, para que, aunque sea por unos instantes, cumplan una de las fantasías de los seres humanos.

Gracias a su desempeño en las artes plásticas recibirá la presea José Tocavén 2015 que otorga su casa editorial La Voz de Michoacán.

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Marín nació en Uruapan, Michoacán, el 22 de septiembre de 1963. Desde la infancia pudo crear gracias a la libertad que le daban sus padres de jugar con distintos materiales; su obra se caracteriza por transgredir las épocas, espacios y límites mentales
del ser humano; a través del equilibrio, el balance y la introspección rememora el arte clásico con una presencia contemporánea, no sólo está al alcance de galerías de arte, sino en las calles de grandes ciudades.

¿Qué recuerdas de tu infancia en Uruapan?
Viví en Uruapan hasta los 7 años, tengo muchos recuerdos idílicos. Tuve la fortuna de nacer en una familia muy cálida, todo giraba en base a la figura paterna, era un patriarcado. Mi padre era una gente creativa, arquitecto, muy fan del arte en general, con tendencias clásicas, eso me marcó desde los primeros años.

(Entre los hermanos de Jorge Marín) Hay restauradores, arquitectos, escultores, diseñadores gráficos, era un ambiente muy proclive a la creatividad, tuvimos pocos juguetes clásicos, nos daba la posibilidad de construir nuestros propios juguetes.

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¿Por qué salieron de Uruapan?
Por cuestiones prácticas, como la gran mayoría de la gente, escuché que es el siglo de las migraciones a las grandes capitales, donde se concentran los trabajos, la cultura, el arte, la ciencia. México es un caso típico.

Uruapan no ofrecía una posibilidad amplia en educación, cultura y lo que hace falta para tener una formación como artista como arquitectos, ingenieros, empezamos a crecer
y las escuelas de nivel superior no tenían amplia oferta, por suerte ya hay una abanico muy amplio, eso era en los años 60, era otra historia.

En tu carrera ¿cómo fue el paso del barro al bronce?
El acercamiento con el barro fue desde que recuerdo, uno de nuestros juguetes era el barro, también la plastilina, trabajar el volumen era más sencillo con esos materiales que eran más fáciles de encontrar en mi casa que papel y colores para el dibujo.

En algún momento me metí a estudiar temas relacionados con arte, ahí me tocó experimentar con madera, metal, barro, bronce, plástico y resinas; el bronce resultó el material más idóneo, el bronce me permite construir lo que quiero sin problemas
técnicos, tiene más durabilidad, estabilidad y firmeza; además, estéticamente siempre me ha llamado la atención las posibilidades infinitas que tiene para el acabado, a través de la pátina, que no es más que oxidar el bronce y te da diversidad de tonos.

¿Cómo te interesaste por la figura humana?
Cuando me paré frente a un espejo, mi cuerpo fue mi primer elemento de expresión mi primer símbolo, me expresé con el cuerpo desde muy niño, no he hecho más que seguir
repitiendo esa experiencia. El cuerpo es un vehículo de comunicación ideal, un lenguaje universal de entendimiento universal que me ha permitido expresarme.

¿Cómo llegaste a las obras monumentales?
En un momento de mi carrera quise salir más a las calles, a los espacios públicos, donde confluyen los diferentes núcleos de la sociedad. La calle es un espacio muy distinto a un museo con un espacio acotado y luz controlada a donde la gente va con disposición de ver las piezas; en la vía pública la gente pasa sin fijarse, si es pequeña la pieza se pierde.

Para conocer la entrevista completa, consulte la edición impresa de La Voz de Michoacán.