Hogar Emaús recibirá la presea José Tocavén Lavín 2016

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Adrián Bucio/ La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán.- Estoy en la Fundación Hogar Emaús IAP. Es la hora en que atardece, en que el viento amedrenta las ramas de los árboles y las doblega, brusco, las aglomera auditivamente en un “crack”. Yo ya había escuchado la famosa historia del pueblo de Emaús, cargada de apologías que versan sobre el acogimiento; ahora, me encuentro en un lugar bautizado bajo la misma nomenclatura.

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Hogar Emaús es una institución que desde el año 2013 brinda hospedaje, alimentación y acompañamiento a enfermos no contagiosos y familiares de pacientes hospitalizados. En próximas fechas, la fundación recibirá la presea José Tocavén Lavín 2016 en la disciplina al mérito social.

Al interior de una oficina, una luz como de domo entra por una ventana y se esparce, raspa los vórtices de una mesa de madera. Sobre ella, un hombre alto de cabello negro recarga su mano gruesa; se trata de Salvador Carrera Pulido, presbítero fundador de Hogar Emaús.

“Ciertamente yo reconozco la labor de la gente que se acerca a darle de comer a las personas de los hospitales y a los familiares de los pacientes. Hogar Emaús nace de querer hacer esto mismo pero de una manera más profunda, más organizada”, advierte el sacerdote Salvador Carrera.

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Antes de entrevistar al creador de Hogar Emaús, recuerdo un volante que me fue entregado previo, con datos significativos: se han atendido 80 mil huéspedes en tres años, recibido 150 personas al día, albergado a 9 mil en lo que va del año. Después del flashback, el sacerdote nulifica mis preguntas de carácter cuantitativo sobre estos datos. Comenta:

“Hablar de estadísticas es siempre errarle, porque parece que las estadísticas son lo más importante. Nosotros no queremos ver a los huéspedes como una estadística sino como un ser humano”. La variable “número” se confronta con la de “humano”; aquí cada número es una historia, menciona Salvador Carrera.

Hablar de estadísticas no le gusta, pero sí de su equipo. Y más cuando desde afuera, entra por la ventana el sonido del trabajo, de personas que van de aquí para allá, como de locomotora. En la parte de abajo, trabajadores lavan platos, trapean, barren, dicen, proponen, debaten. Unos cuantos atienden la entrada. Otros tantos llaman por teléfono. Aquello funciona como engranes.

“Cada área de Hogar Emaús, ya sea la de cocina, psicología, operativa, o cualquier otra, se conforma de personal especializado. Se trata de ayudar a la gente más necesitada, no solamente con buena intención sino con sentido profesional de las cosas”, precisa Salvador Carrera.

El presbítero, confiesa: los trabajadores tienen bien en mente la idiosincrasia de la fundación. Cuando se atiende al pobre, que en un principio parecería un desconocido, se reconoce en él a alguien importante a quien se debe servir. Admite “no se trata a nadie con regañadientes”.

La compañía es parte fundamental del instituto, se enfatiza de manera flagrante sobre su importancia. Primero por el lado intuitivo: “Cuando hay un enfermo, no es solamente problema del enfermo. A veces no nos damos cuenta de que alrededor del paciente hay más personas afectadas”. Después, por el científico: “Se ha comprobado con estudios que cuando el familiar está cerca, el enfermo se recupera más rápidamente”, asevera Salvador Carrera.

El factor económico sale a relucir cuando pregunto sobre los inicios del instituto. “las primeras dificultades que nos encontramos tuvieron que ver con dinero. Siempre la adversidad económica será una de las más grandes que se tiene”, después Salvador complementa “no es que uno sea totalmente dependiente del dinero, pero si es un factor importante”.

Y el reconocimiento de la presea José Tocavén Lavín 2016, ¿qué significa para Hogar Emaús? Salvador mira al techo como si recitara una plegaria, mueve la boca continuamente en su búsqueda de respuestas.

“Cuando empezó la fundación, lo que menos quería eran premios. Te puedo decir que así seguimos, porque cuando haces una obra social no piensas en hacerla para que alguien te premie. Pero he tomado la convicción de que esto es un reconocimiento para todos nuestros huéspedes”, exclama Salvador Carrera.

La entrevista termina y el sol se oculta. Antes de despedirme del presbítero me comenta “Más que ponerle el micrófono o la grabadora al fundador, pónganselo al huésped y pregúntenle ‘¿es verdad todo esto que me han comentado?” Al pasar con el huésped, las respuestas son contundentes: “Me tratan muy bien aquí, está mejor que mi casa”.