“Buenos días paloma blanca”… Le cantan a la Morenita

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

La morena del Tepeyac cobijó con su manto a los que de rodillas le alababan, le buscaban, le imploraban.

Desde la entrada de la calzada se les veía descalzos, dolidos, agradecidos, conmovidos, desprendidos, deshinibidos, era un espacio de oración, las velas y veladoras así lo indicaban, alumbraban el camino dedicado a llegar al altar de la divina madre de Dios.

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Imágenes: Enrique Castro

Vinieron de Morelia y otros municipios, de otras latitudes, traían coronas, banderines, arreglos florales, y su esperanza a cuestas. El Altísimo vigilaba desde lo alto, las familias rebosaban devoción, desfilaban con sus cantos, sus plegarias, sus angustias, sus historias de bendición.

Allende la calzada, estaban los astutos que desde temprana hora apartaban su lugar a los pies de la siempre Virgen María.

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Le rezaban con ojos vidriosos y voz quebrantada, le cantaban, le añoraban, derramaban su fe, le seguían con la vista como si temieran perder la imagen por ellos venerada.

Recordaban que un día como hoy se le apareció al hoy San Juan Diego, ser de humilde origen con corazón de jerarca pues ha movido más masas que los estudiados, los religiosos con raigambre, los preparados, los que ven sin ver, porque más allá de las leyendas, los mitos, los cuentos, la naracción nos da cuenta de un indígena que arriesgó la fama de su cordura por cumplir la orden de la madrecita que solicitaba un templo allá en el Tepeyac y que en esta fecha se derrama en sus hijos mexicanos a lo largo y ancho de la República donde la visitan la invocan, y la sueñan.

Afuera con bandas de viento, danzas y cánticos, le patentizaban su fervor.

https://www.youtube.com/watch?v=xaNaTLTKzOI&index=1&list=PLALYbHOZ53b2uGr5kV-b7VisNODsbbMql

Unos formaban hileras, apoyaban al pariente, a la madre, al amigo que de hinojos recorría la senda con una cobija a cuestas para aminorar la espesa manda.

Eran cientos de miles de personas las que se aglomeraban, buscaban un pedacito del edificio que alberga su ayate, la copia de la prenda que le heredara al joven, hoy elevado a los altares, un 12 de diciembre allá en la Ciudad de México.

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