Mujeres, madres y trabajadoras sexuales

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Foto: Tomada de Internet.

Jorge Ámaral/La Voz de Michoacán

 

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Morelia, Michoacán. Con ganancias por noche que pueden ir desde los cuatro mil pesos, dependiendo del lugar donde se trabaje y de si ofrecen servicios sexuales o en despedidas de solteros, muchas de las mujeres que trabajan en establecimientos de table dance también son madres.

Según el Ayuntamiento de Morelia, en la ciudad hay 26 de estos negocios, y aunque en su momento se manejó que eran operados por la delincuencia organizada para lavar dinero, mientras tengan licencia vigente, la autoridad municipal les permite operar.

Xiomara: algún día

Yo no hago servicios afuera, pero a veces hay clientes que quieren seguirla y nos invitan, una sabe a lo que le va arriesgando porque luego se quieren pasar, pero pus ya estando ahí, ya una medio borracha como que le vale”, dice Xiomara mientras le da traguitos a su cerveza.

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No es de Morelia, como muchas de ellas; dice que es de Michoacán pero no quiere decir de dónde. “¿Qué tal si eres de donde mismo y vas y platicas?”. No se logra distinguir su acento. “Llevo ya siete años acá, me vine porque una amiga me dijo que acá podía trabajar en una casa, pero, la neta, de sirvienta son unas chingas y pagan bien poquito, y yo tengo que sacar para mandarle a mi niño, que lo tengo allá”.

–¿Quién te lo cuida?

Pierde la mirada, como transportándose. “Mis papás”.

Su historia es la de muchas: embarazo adolescente. En su caso, cuando tenía 17 años, el novio de aquel entonces, quien sólo aguantó, así lo dice, un año, “porque cuando vio que los niños cuestan le valió, él quería seguir de muchacho, ir a bailes con amigos, tener novias. Yo también estaba chiquilla, pero no por eso”.

Un día ella le reclamó las infidelidades, la falta de dinero, las salidas nocturnas del papá de su hijo (como muchas madres solteras, esa es la única denominación que le merece su ex pareja) y la vida que llevaba, siempre con malas caras de la suegra y las cuñadas. Entonces él simplemente le dijo: “Si no’stás a gusto, ya sabes, ahí’stá la puerta”.

Entonces agarré a mi niño y me fui a casa de mis papás. Luego fue a buscarme, que quería que nos arregláramos, y mi papá que le dice ‘tú que la vuelves a buscar, yo que te mato cabrón’, y ya no volvió a ir”.

Llegó a ese lugar como, dice, llegan muchas: rodando. “Al principio quería de mesera, pero el encargado me vio y me dijo que por qué no mejor le entraba a bailar y fichar, que dejaba más, y que aparte de esas siempre estaban contratando”.

Comenta que no lo pensó mucho, porque “eso de trabajar en un Oxxo, en una zapatería, pus sí, está bien, pero sólo que no tengas compromisos. Yo tengo un hijo, mis papás no son de feria, también van al día”.

Ya lleva tres cervezas, sólo así se puede seguir quedando en la mesa porque, aunque es un día flojo, hay clientes que atender. Ya casi le toca ir a la pista, “después de esta chava que va a salir sigo yo”. El futuro es incierto pero sabe lo que quiere, algún día: “Quiero salirme de esto, quisiera poner una estética o algo así y traerme a mi niño, algún día”. Y se levanta rápido porque el garrotero ya le hizo la seña.

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