Trata sexual, en la mira del Vaticano

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

La trata de personas para fines sexuales es una “herida silenciosa” de la sociedad actual, una moderna forma de esclavitud que pasa desapercibida y cuyo combate ha recibido un decidido apoyo del Vaticano.

“Se trata de una industria que se basa en la explotación de la mujer, en nuestras culturas está legitimada, justificada y promovida”, aseguró la activista mexicana Mariana Ruenes en entrevista con Notimex.

PUBLICIDAD

Esta joven de 23 años, recién egresada de la Universidad Iberoamericana y fundadora de la organización Sin Trata AC, expuso su experiencia como activista por los derechos humanos en la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales.

Como ella, más de 100 jóvenes de diversas nacionalidades participaron estos días de un simposio mundial contra el flagelo.

No obstante su corta edad se sentaron en los mismos bancos que algunos de los más importantes premios Nobel y debatieron sobre estrategias concretas para ayudar a las víctimas.

PUBLICIDAD

“Si no resolvemos el problema cultural primero va a ser muy difícil resolver la trata de personas. Si no resolvemos el problema de la demanda va a ser muy difícil que las políticas públicas puedan erradicar el problema”, explicó Ruenes.

Sus palabras surgen de la experiencia. A sus 17 años conoció a Susana, una sobreviviente de trata con fines sexuales. Ese encuentro cambió su vida, sobre todo después de escuchar las historias reales de terror, abuso y violencia.

Susana nunca conoció a su padre, su mamá tenía un problemas de alcoholismo y ella se sintió responsable por sus hermanos. Fue entonces cuando la engañaron, le prometieron un trabajo de ensueño, ella lo aceptó y cayó en las redes de la esclavitud que la retuvieron por cuatro años.

Tanto le impactó aquel testimonio que Mariana comenzó e investigar. Quería saber más sobre aquel fenómeno. En la biblioteca de su universidad apenas encontró cuatro libros sobre el tema, en México pocos conocían del fenómeno entonces.

“Mis compañeros de universidad hacían comentarios como: a ellas les gusta, yo fui a ese ´table dance´ y resulta que eran los mismos locales en los cuales habían sido explotadas las víctimas que yo conocí”, añadió Ruenes.

Para ella, gran parte del problema es cultural. Su primer obstáculo como activista fue la ignorancia. Cuando empezó a ayudar a las víctimas de trata descubrió una mezcla de degradación, trato indignante y desconocimiento.

Contó incluso cómo, al recibir a las víctimas, los ministerios públicos pedían “dejar de lado los sentimentalismos”, porque “a ellas les gusta” o decían no poder tomar denuncias por “trata de blancas”, porque las mujeres no eran de tez clara.

“En México tenemos una pésima situación geográfica porque estamos como en una trampa, es un país de origen, tránsito y destino de la trata de personas para fines sexuales”, constató.

Pero, al mismo tiempo, reconoció que el país tiene una muy buena ley de combate a la trata, que protege a las víctimas y ha dado grandes resultados.

“Hoy México es un ejemplo para el mundo en la lucha contra la trata sexual, no hay país que tenga tantas sentencias como nosotros (...), no hay país que tenga más albergues para sobrevivientes de explotación”, precisó.

Sin embargo, advirtió que esto no ha amedrentado a los dueños de los denominados “giros negros”.

Las historias concretas de la trata se hicieron presentes en el simposio vaticano gracias a la presencia de varias sobrevivientes, quienes contaron sus historias, entre ellas Paty González, de 24 años y originaria de la ciudad de México, que vivió esclavizada.

“La trata es muy difícil de identificar porque se hace pasar por prostitución, pero hay gente que lucra con tu vida, cuando hay dinero de por medio y alguien compra tu cuerpo. En la trata te obligan a acostarte con los hombres que no quieres, a cobrar, a hacer lo que nunca te imaginaste hacer”, afirmó.

A sus 16 años, un hombre le aplicó uno de los tres “métodos de enganche”: la enamoró e incluso viajó hasta el estado de Veracruz para pedir su mano. Era su prometido, pero en lugar de casarse con ella la obligó a prostituirse con engaños psicológicos.

Esos tres métodos son falsas promesas de amor, de fama y de trabajo. Así las muchachas caen. Los proxenetas (o padrotes) “las trabajan”, les realizan un sutil lavado de cerebro y a aquellas que se niegan, las someten con la violencia física.

Una cosa asemeja a todas las víctimas: la fragilidad emocional. Paty no tenía papas y nunca en su vida había escuchado sobre el delito de trata antes de pasar su infierno.

El sometimiento es tan sutil que las mujeres no denuncian, aunque teóricamente podrían hacerlo. Tampoco escapan, incluso cuando están solas. Por eso la trata de personas para fines sexuales se asemeja a una “herida silenciosa”.

“El tejido social está muy descompuesto, la ignorancia nos condena como sociedad, muchas veces somos indiferentes a lo que nos pasa, vemos la problemática y decimos que no nos pasará a nosotros, entonces no nos interesa, somos ajenos a los demás”, señaló González.

Y estableció: “Eso no nos hace sacarnos la venda de nuestros ojos y si no hacemos algo, en algún momento ese monstruo tocará la puerta de nuestro hogar y diremos: hubiera hecho algo”.