La casa del jabonero

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Peritas en dulce/ Jorge A. Amaral

Esta semana salió a la luz un video que demuestra que un estudiante de los desaparecidos de Ayotzinapa era militar. En el material, difundido por Ciro Gómez Leyva, se ve al coronel de Infantería Diplomado del Estado Mayor, Gregorio Espinoza Toledo, explicando a la madre de Julio César López Patolzin que posiblemente éste está muerto, pero que seguirán buscando, al tiempo que le entrega un sobre con la quincena más otro apoyo de alrededor de mil 500 pesos y otra cantidad “para el taxi”. En el video, el coronel le dice a la mujer que su hijo era un buen informante, que siempre les tenía buena información.

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Esto salta mucho a la vista porque evidencia dos cosas: que Ayotzinapa es más que una Escuela Normal, que en su interior han sucedido otras situaciones ya ajenas a la educación, y por otro lado, que el Estado mexicano sigue espiando a aquellos que considera subversivos y un riesgo potencial a la “seguridad”.

Hace muchos años, estando en la universidad, un amigo militar me ponía al tanto: “Si vas a marchas y protestas, ten mucho cuidado, no llames mucho la atención. A lo mejor, sentado en la banqueta o recargado por ahí, ves a un chavo anotando en una libreta (aún no era tan común la telefonía móvil) o que de forma discreta toma fotos. Ese es infiltrado para saber quiénes son los líderes y tenerlos bien ubicados”. Eso lo pude corroborar una vez que por curiosidad me metí a un mitin de normalistas y cuando participé en una marcha de periodistas. Por eso y por todo el historial de abusos que hay, es que el Ejército debe transparentar sus acciones sin entorpecer labores de inteligencia e investigaciones a criminales.

Ante las nuevas evidencias, vale la pena, como ya lo han solicitado organizaciones sociales, que se investigue al Ejército por estas prácticas, porque para nadie es un secreto el largo historial de abusos y violaciones a derechos humanos, que van desde hostigamiento hasta casos de tortura que derivan en muerte, ejecuciones extrajudiciales, levantones, privación de la libertad, extorsión y desaparición forzada de que muchas personas han sido víctimas, y no sólo desde que Calderón inició la guerra contra el narco, sino desde muchas décadas antes, pues sabemos que el Estado mexicano, a lo largo del siglo XX, usó sus Fuerzas Armadas y policiales para acabar con los críticos, los disidentes, los incómodos y los que representaban una potencial amenaza al statu quo, como los grupos guerrilleros y no guerrilleros con tendencias al comunismo.

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Pero también es preciso que se transparente qué sucede al interior de los centros normalistas, porque ya mucho se ha dicho que son centros de reclutamiento, en otros momentos de la historia reciente, de grupos guerrilleros (no tenemos que hablar de Lucio Cabañas), y actualmente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y otros grupos radicales que los usan como carne de cañón.

Habría que verificar cómo es la vida interna de las Normales, por qué los grupos estudiantiles están tan empoderados, por qué asumen que tienen facultades para pedir que se cambie a una directora de la Normal Superior porque “ya tiene mucho tiempo en puestos directivos”, o sea, nomás porque a los jóvenes se les hincha la gana que la funcionaria sea cesada. Habría que ver la trayectoria de personajes como Dikter Rosas Millán, exlíder de estudiantes normalistas de Tiripetío; hoy, líder de normalistas egresados, estos que buscan que se les contrate definitivamente, y le aseguro que en un futuro lo veremos como dirigente de la CNTE en el estado, o al menos secretario de algo en el gremio.

Volviendo al tema de Ayotzinapa, se manejó una versión extraoficial y rechazada por motivos políticos de que en esa escuela operaba el narco, y que varios de sus estudiantes estaban coludidos con grupos delictivos. Incluso se manejó que el camión en el que iban llevaba droga, y que eso habría sido el origen de la agresión. No digo que sea verdad, pero si el gobierno tiene información que lo descarte o lo corrobore, debería darla a conocer para arrojar más luz sobre uno de los episodios más oscuros de los últimos años. Al final, ni los normalistas ni el Ejército son peritas en dulce. Es cuánto.