La persona en el centro de las campañas

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Mateo Calvillo Paz

La persona humana es centro de la vida democrática y del gobierno, no puede ser utilizada. Hay que valorar también la persona de los candidatos.

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El futuro exitoso de México lo hacemos todos, de 1000 maneras. Aporto aquí mi humilde grano de arena, comparto acción de la elección difícil e incierta de presidente y de congreso.

Una tarea prioritaria y grave es despertar a los mexicanos, que demuestran de sabiduría y responsabilidad para elegir al Presidente, no el más arrogante o aferrado, sino al más virtuoso, competente para conducir la nave de México en la ola de corrupción y bajas pasiones.

Los mexicanos son personas grandes, de una dignidad inalienable, capaces de hacer una elección sin fanatismos ni intereses facciosos, la elección del candidato más virtuoso de buscar el bien de la nación, principalmente de los pobres.

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Asistimos a una campaña de recetas simples para resultados maravillosos, sin una visión más profunda e integral de la gestión de la cosa pública en aras del bien común .

Son afirmaciones disparatadas, sin un proyecto de nación, sin una jerarquía. Las de Manuel Andrés, concretamente, parecen ocurrencias, meras “puntadas”.

No asumen que la jerarquía de valores de la cultura mexicana, occidental e indígena. No tienen en la cúspide y en el centro a la persona humana, a la que se debe servir en todo.

Lo que buscan muchos candidatos es halagar a la gente, con palabras seductoras y promisorias. Se apoyan en los errores desastrosos de gestiones pasadas. Señalan los grandes males del presente, “ponen el dedo en la llaga”.

Dicen lo que la gente quiere oír, prometen consentirlos y darles todo gratis, sin que les cueste nada, derramar mucho dinero que México no tiene y que hace personas feas a temidas, perezosas, manipulables. Es una práctica clientelar de programas sociales muy conocida y muy perniciosa.

Se buscan a sí mismos, su bien egoísta, calmar su obsesión del poder, de enriquecimiento fácil, de vida de primer mundo.

Sólo hay que entender su lenguaje: para decir mis ansias de poder, dicen: yo voy acabar con la corrupción, voy a reemplazar la mafia del poder, con mi palabra voy a crear un mundo nuevo. Su lenguaje es dogmático, algo que debiera darles horror.

Hay que exigirles virtudes: que no se contradigan ni se echen para atrás, que acepten sus fallas, reconozcan humildemente sus crímenes, no oculten su lado perverso y presenten solamente una máscara de dulzura y encanto. (Esto se da en la etapa de enamoramiento, le etapa del dictador aparece el tirano feroz como Nicolás maduro, a quienes algunos aprueba, la bestia del apocalipsis que tritura a los pobres y ensangrienta el país.

Las campañas y las propuestas de gobierno deben poner la persona en el centro y darle lo que constituye su verdadera grandeza. Deben ofrecer algo que México sí tiene en abundancia: el trabajo arduo, abnegado, mal remunerado tal vez para muchos, el desvelo, el sacrificio, la entrega. Eso sí movería México, si no fuera sólo promesa.

Deben poner al pueblo frente una realidad desastrosa y dura, asumir los grandes problemas y ofrecer la lucha, el sacrificio, aunque pierdan todo su caudal político.

 

La persona de los candidatos, de los líderes y partidos, esa elite de privilegiados también debe estar en la mira, en el centro de interés de todos. Igualmente, no podemos ignorar la persona de la nano minoría de los buscadores de poder. Hay que analizar con lupa la persona de los candidatos, a la luz de los grandes valores de la filosofía y la fe de la cultura mexicana.

Esa persona es el centro de interés que debe atraer la atención del último de los ciudadanos.

Hay que conocerla: si no reconoce y confiesa sus vicios, crímenes y fracasos, se cree un ser divino impecable. Si no asume su pasado: si ya se auto ungió presidente, si no ha ganado una sola elección, si lo apoya un partido de corrupción y fracasos, que nos tiene en la pobreza extrema en la inseguridad, sin ley ni justicia, con hambre, en la orilla de los campos de sangre.

Hay que analizarlos, si tiene un código de ética, si se rige por él, si tiene conciencia moral y es capaz de actuar conforme a la justicia y a la verdad, sacrificando ventajas personales egoístas, criminales. Debe haber dado pruebas de sus virtudes heroicas.

Si cree en Dos verdaderamente y su ley, es una persona sabia. Hay que constatar que no se crea un superhombre, un dios falso que con su palabra redime los crímenes de sus cuates y crea todas las cosas: “voy a acabar con la corrupción”, voy a purificar con mi ejemplo a todos los políticos. Que no confunda su palabra con la realidad.