¿QUIÉN SACARÁ A MÉXICO DE LA CORRUPCIÓN?

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Mateo Calvillo Paz

 

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Estamos hundidos hasta el fondo, la corrupción afectaa las personas y a la sociedad. Está en las estructuras y dinamismos. Sólo queda la fe.

 

El relativismo moral y axiológico es total.

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Estamos en el reino de los convenencieros y oportunistas, líderes que no aceptan ni el bien ni el mal, ellos tienen su propio bien y su propio mal. La justicia no existe, se sustentan en el vacío el derecho y la ley que no se aplica.

Somos como un autobús que ha perdido al conductor, va sin dirección despeñado en el vacío. Somos una sociedad que ha perdido la capacidad de pensar y de dirigirse con libertad y se ha convertido en una jungla donde gobierna la ley del más fuerte.

El ser humano, animal racional, cuerpo y espíritu tiene frente a sí el bien y el mal, la vida y la muerte. Es capaz de lo abominable y de lo sublime. Sin embargo, puede orientarse hacia el bien, la verdad, la belleza, Dios, guiado por su inteligencia y voluntad libre y apoyado en los valores y principios universales.

Afirmaba un sabio eximio: la caída de las grandes civilizaciones ha estado precedida por la caída de los valores absolutos. Sin éstos, las civilizaciones edificadas por el hombre se derrumban hasta el polvo.

 

En lugar del bien común se buscan intereses particulares, egoístas, mezquinos, que se vuelven amenaza, daño, atentado contra los demás, contra el bien común.

En el discurso de los líderes se pretende buscar el bien de todos pero es un engaño, en realidad, buscan otra cosa. Los verdaderos intereses de los partidos, facciosos y bastardos se disimulan, sólo se enarbola el bien de las multitudes. Se finge ante la gente, se hacen promesas vanas, que no se piensan cumplir.

 

La verdad absoluta, objetiva no existe. Dios es marginado con su santa ley, los grandes definen su propia verdad, que no es tal.

 

Somos llevados en medio de movimientos anárquicos y destructores.No tenemos bases o soportessólidosde dónde agarrarnos

La justicia no cuenta ni el derecho ni la ley sino el capricho y el “dedito” de los jefes.

Nos arrastran los vientos políticos hacia la dictadura, la anarquía, o el caos abismal.

 

            En la perspectiva humana, no hay esperanza. No se puede esperar nada de los líderes que no tienen estatura moral, que van dando bandazos, que no construyen nada para el futuro, ven sólo el presente y buscan su bien egoísta.

La situación de emergencia por la descomposición social tan profunda, no permite augurar un cambio de rumbo. En la lógica sana no podemos esperar salir de la crisis, desterrar la corrupción, la impunidad y volver al estado de derecho, al progreso, a la vida digna para los pobres, al imperio de la verdad y del bien común.

La situación es desastrosa y sin salida. Quienes prometen un México de inversiones y de primer mundo, de orden e instituciones honestas, que cumplen su deber no hablan en serio. Pintan un país fantástico, de riqueza y bienestar que sólo existe en su imaginación o en la vida de los privilegiados.

 

Sin embargo, aún queda un recurso que hace posible un camino de salida de las crisis de décadas. Es un rayo de luz que rasga la oscura tormenta y da una nueva esperanza para no caer en la desesperación, el derrotismo, el miedo que son pésimos consejeros.

Es un recurso que poseen los mexicanos creyentes, la fe en Dios.

Por esta virtud descubrimos un apoyo que no entra en los cálculos humanos, tenemos a Dios, una roca firmísima y clara.

Tenemos un Aliado que ve los sufrimientos de su pueblo y decide intervenir, podemos contar con él que tiene el poder ded crear mundos nuevos y resucitar muertos.

Para quien tiene fe, él ha estado presente en la historia de la humanidad y del pueblo de México. Ha sido su embajadora la Virgen de Guadalupe. Quienes no tienen fe niegan esta realidad, por intereses o por ceguera.

Es tarea de los creyentes acelerar la intervención de Dios para rescatar a los pobres de la opresión, la desigualdad social, el saqueo de las riquezas públicas y la marginación de los pobres. México ha pasado por momentos muy obscuros y ha sido capaz de levantarse.

Dios escucha y la oración de fe de los pobres. En estos tiempos de agitación electorera, de crimen desbordado, de vacío de ley y de autoridad es urgente que los católicos, ricos del tesoro de la fe, se pongan a orar intensamente: que nos libre de líderes ambiciosos, de tiranos en potencia, de candidatos insaciables, buscadores de poder y dinero, que nos abra la salida de la corrupción.

Que nos permita respirar nuevamente en seguridad y paz. Entraremos en el mundo nuevo de justicia y amor que Cristo resucitado inauguró.