Un nuevo acuerdo en lo fundamental para México

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Iván Arturo Pérez Negrón Ruiz

Llegó diciembre; el país transita por una ruta diferente a las que anteriormente sirvieron de marco contextual para impulsar las grandes transformaciones que en su historia ha sufrido la nación mexicana. Hoy, pareciera ser que el status quo que privó durante décadas en México, manda señales de mutación en lo referente a su régimen político; vemos la reconfiguración de un sistema donde, la preeminencia del Poder Ejecutivo da paso a un esquema de correlación de fuerzas frente a los otros dos poderes del estado que parecía imposible de alcanzar.

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El se hace esto y punto que, privilegiaron muchos Presidentes de la República, actualmente pasa por un proceso que demanda la construcción de amplios consensos, primero con la ciudadanía y por supuesto también, con las diferentes expresiones que configuran el nuevo mapa político de México. En este inicio del nuevo gobierno, hay hechos que demuestran la necesidad de transitar hacia estadíos que pongan por encima de los intereses personales, partidistas o de grupo, los intereses superiores de la nación, lo cual en el discurso político pareciera ser una tarea fácil, pero en la praxis, requiere de voluntad, solidaridad y altura de miras.

En este contexto, actualmente toman nuevamente vigencia, aquellos postulados que de manera sensata, clara y con una visión que no tiene interrogantes, Mariano Otero expresó en el Congreso Mexicano en 1842, visualizando la necesidad de construir un acuerdo en lo fundamental, que permitiría enfrentar los grandes retos que en ese momento se le exigían a la república. Ese discurso del joven liberal de 25 años, denominado el acuerdo en lo fundamental puntualizó, precisó y orientó la enorme tarea de todas y todos los mexicanos de la época para definir e impulsar el proyecto de nación que el país requería.

En aquél momento al igual que hoy, el país necesitaba de la unión y la solidaridad de todos. Decía Otero: “La nación, llena de dolores y de ultrajes, la nación herida por sus ciegos hijos y vilipendiada por el extranjero, se ha levantado grande y gloriosa, ha recordado sus hermosos días, y queriendo llenar sus gloriosos destinos aguarda de nosotros. Pues bien, debemos conciliar a todos los hombres, reunir a todos los partidos, sofocar el germen de todas las facciones, reconocer todos los intereses, dar garantías a todas las clases y precaver todos los abusos, y sobre estos cimientos, bajo estas bases, atender un grande interés, el de la nación”.

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Hoy los retos no son menores, lograr eliminar la desigualdad social, revertir las carencias que  tienen la mayoría de las regiones del país, crear más y mejores empleos, enfrentar los altos índices de inseguridad y lograr mayores niveles de bienestar y calidad de vida para las familias mexicanas, merece actualizar esa línea de pensamiento que marcó un parte aguas en la línea ideológica y política de la época.

No podemos recrear la vieja tradición que privilegia la ortodoxia y defiende intereses a costa de las propias necesidades colectivas. Es fundamental escuchar los reclamos legítimos de la gente. No todas las iniciativas son malas ni buscan necesariamente el perjuicio de grupos o sectores.

La disputa no puede ser al interior de una nación, los enemigos están en el exterior. La línea de desarrollo que demanda la patria, no pueda estar sujeta a caprichos unipersonales y menos de los poderes del estado. Es fundamental construir el consenso para enviar mensajes de certeza y confianza a los verdaderos mandantes del poder público, el pueblo es el depositario original de la soberanía nacional, por tanto, constituyen la esencia del gran “Leviatan” en la concepción hobbesiana del poder del estado.

Las reformas que hoy necesita el país, deben impulsarse a partir de dos premisas básicas; por un lado reconocer la existencia de muchos intereses, incluso en el ámbito internacional que presionan los diferentes modelos del quehacer público y por otro lado promoviendo un nuevo acuerdo en lo fundamental. Hoy debe ser el diálogo, el instrumento irrenunciable para alcanzar el consenso pleno y la convergencia hacia un sólo fin, el de la nación, cuyo bienestar sin duda es, compromiso de todos.