Los ‘yo las puedo’ de AMLO

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Leopoldo González

Bastaron unos cuantos días y unas cuantas decisiones del nuevo gobierno, encabezado por el presidente Andrés López, para saber si sabe o no, y para darnos cuenta de lo que es y de lo que no es capaz de hacer.

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Si se lo juzga por el despegue accidentado, contradictorio y desastroso de su gobierno, lo mismo en materia económica y energética que en asuntos de política exterior, lo cierto es que es un fiasco: encabeza el peor inicio de una administración federal que se recuerde en la historia de nuestro país.

Y todo esto ocurre, y tal vez siga ocurriendo, sencillamente porque a AMLO, como en el mexicanísimo corrido de Juan Martha, se le ha metido la idea en la cabeza de que “él las puede”. Faltaba más.

Fuera del hecho de haber tirado la magna obra del NAIM, lo cual supone que los mexicanos pagaremos casi dos veces por una obra que no tendremos, las primeras señales que ha enviado en otros temas no son para nada tranquilizadoras: sigue generando problemas, conflictos e incertidumbre, cuando lo que se espera de un gobierno son soluciones. Y todo esto, nada más porque “él las puede”.

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El combate al huachicol, que llegó a representar una industria paralela en PEMEX, tipificada como la segunda actividad económica importante de la delincuencia organizada y por la cual -según datos oficiales- se registraban pérdidas anuales de hasta 60 mil millones de pesos, es una medida acertada y que merece medio aplauso.

Me explico: el diagnóstico que condujo a declarar la guerra al huachicol y a sus probables responsables fue una decisión urgente y necesaria, por la que no cabe regatear mérito alguno al inquilino de palacio. Lo irresponsable y perverso radica en que pretenda embarrar de “huachicol” a todos los expresidentes, de Salinas para acá, sin tener evidencia sólida ni elementos para acusar, sino sólo un pretexto para presentarse como “puro” y “justiciero” ante su base electoral.

Sigo explicándome: en el corazón de la verdad que detonó el combate al huachicol se produjeron varias tretas con sabor de engaño, diversas mentiras que una información sólida desmiente y un malestar social que sólo la ignorancia adocenada y la propaganda oficial pueden acallar.

Declarar la guerra al huachicol requería, no que le “colmaran el plato” al presidente -según declaró en un arranque de bilis en Tlapa, la sierra de Guerrero-, sino un buen diagnóstico unido a un entendimiento certero del problema, funcionarios avezados en el tema de la energía, cabeza fría para poner en ruta el combate al “huachicoleo” sin afectar por desabasto a la sociedad, planeación prospectiva para aterrizar el operativo en cada centímetro del territorio nacional y una estrategia integral. Nada de esto tenía y nada de esto hizo, porque lo suyo no es el despliegue de una racionalidad estratégica de Estado, sino tomar decisiones según la pulsación del momento -sin ton ni son, como dice el pueblo- nada más porque “él las puede”.

La treta consiste en hacer creer al pueblo de México que los “huachicoleros”, con sus afanes malignos y demoníacos, fueron quienes crearon el desabasto de combustible de diciembre a enero, cuando la verdad es que el gobierno no previó ni preparó, ante el cierre forzoso de los ductos de PEMEX, una estrategia alterna de distribución para evitar el desabasto de combustible en diez entidades del país.

Preocupa la gran facilidad para mentir o distorsionar la verdad, instalada en el primer círculo del poder presidencial. Un ejemplo de esta propensión a mentir lo ofrece el hecho de que, según la versión presidencial, “desgraciadamente se está importando más gasolina de EEUU que antes”, cuando lo cierto es que la balanza de importaciones de México, en el último mes del año y primero de la administración de López Obrador, aparece en cero. Esto lo confirma, además, el periodista investigador Robbie Whelan, del Wall Street Journal, quien hace unos días publicó en ese diario que la importación de gasolina y de crudo ligero para hacer gasolina, disminuyó entre un 25 y un 28 por ciento en el último tramo de 2018. Si además se tiene en cuenta que México importaba de Estados Unidos el 80% de la gasolina magna y el 95% de la gasolina premium, se comprenderá por qué ha habido escasez de gasolina y por qué la escasez se tradujo en desabasto de combustibles en los primeros días del nuevo gobierno. En este contexto, la especie de que se fragua un cambio de proveedor de combustibles para México, procediendo a cancelar contratos firmados con petroleras estadounidenses para formalizarlos ahora con Venezuela, no sólo cobra verosimilitud real, sino que eso implicaría el ingreso de nuestro país a la cartografía de las aventuras populistas que recorren el mundo, de la que ningún país que las haya padecido ha salido indemne.

Las sociedades populistas se caracterizan por ser sociedades que gravitan sobre la escasez, el desabasto, la incertidumbre y el conflicto. No entenderlo y no advertirlo a tiempo, de cara a los ejemplos que ofrece el mundo contemporáneo, significa renunciar al ejercicio de la más elemental racionalidad. Y el que se tenga un gobierno que toma decisiones “a tontas y a locas”, solamente porque “las puede”, como en el corrido, es una de las primeras señales preocupantes en ese sentido.

Por lo demás, el tema de la escasez y el desabasto de combustibles en el país debiera tomarse como un anticipo del tipo de gobierno unipersonal bajo el cual viviremos los próximos años, como una evidencia de que México será fatal y gradualmente alineado con la órbita populista latinoamericana y como una plataforma útil para la creación de conciencia entre nosotros, porque el experimento ideológico-político de instaurar en México una izquierda con espejo retrovisor, ya comenzó y no se detendrá a menos que sepamos enfrentarlo con información, talante crítico y disposición al debate racional.

Pisapapeles

Hay políticas y decisiones de gobierno que deben leerse e interpretarse desde el punto de vista histórico o político; otras que sólo pueden leerse y entenderse desde la lógica de la economía y las finanzas públicas. Pero hay políticas y decisiones de gobierno que no podrían leerse, interpretarse o entenderse sin tomar en cuenta la filiación psicológica individual del gobernante.