Los grandes retos del cambio: Confianza y esperanza

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Iván Arturo Pérez Negrón Ruiz

En los últimos días, muchas voces, algunas a favor y otras en contra, han entablado conversaciones cruzadas respecto del rumbo que tomará el país en los próximos días, cuando culmine el proceso de transición gubernamental y comience una ruta que para algunos sectores genera desconfianza y para otros grandes esperanzas.

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En el ámbito de la política, desde los orígenes de la civilización, pasando por la interpretación clásica de la construcción social y las contradicciones ideológicas producto de los modelos económicos y la globalización que privan en nuestros días, ha quedado de manifiesto que el consenso pleno es difícil de alcanzar, sobre todo cuando se emplea una palabra tan poderosa y con tantas acepciones como es el término cambio.

Pareciera ser que, el uso en política de estas seis letras, que no suena tan complicado, representa de entrada un primer gran reto de comprensión de su significado. De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, cambio es: “Acción y efecto de cambiar”, y cambiar significa: “Tomar o hacer tomar, en vez de lo que se tiene, algo que lo sustituye”, entre muchas otras definiciones. Sin embargo, más allá de su simple significación gramatical que la hace comprensible, su utilización en el campo de la política se torna desafiante para algunos e incitante para otros, aunque al final la palabra por sí misma, no implique una perspectiva positiva o negativa.

Hoy que tanto se habla de cambio, es preciso establecer que las sustituciones, lo mismo en un partido de fútbol cuando se cambia a un jugador por otro, o cuando hay una decisión de sustituir un bien por otro, lo único que se tiene clara es la acción, nunca el resultado que traerá consigo ese cambio. Lo mismo pasa en el ámbito de las transiciones gubernamentales, las posiciones al respecto serán siempre diversas y en la mayoría de los casos confrontadas.

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Cuando se habla del ejercicio del poder, es indispensable recordar que como en todo sistema político con una forma de gobierno republicana y democrática, juegan intereses de toda naturaleza y lo que para unos es ventajoso en el status quo, para otros en principio, el cambio es una luz de esperanza.

Actualmente, el país se debate ya no en la lucha electoral, sino en la arena de las proposiciones encontradas que fueron generadas a partir de la nueva correlación de fuerzas, resultado del proceso electivo de julio pasado. La gente decidió masivamente por el cambio, hizo uso de su fuerza colectiva para sustituir lo existente.

Sin embargo, eso no es suficiente para establecer los parámetros concretos que permitan visualizar los resultados inmediatos y mediatos de este cambio.

 

Hoy, los grandes retos que tendrá que enfrentar esa definición, desde mi perspectiva, se involucran con la necesidad de que, quienes no se sienten representados o incluidos en la decisión, otorguen un porcentaje importante de confianza a su misma sociedad, demuestren un alto de miras y un nivel ejemplar de cultura con todo lo que ello implica y que, quienes promovieron la esperanza, construyan un escenario ideal para hacer confluir todas las visiones que coadyuven a impulsar mejores niveles de bienestar y calidad de vida para todos.

Francis Fukuyama en su libro Confianza: Las Virtudes Sociales y la Creación de Prosperidad  establece que “Hay que volver a los valores pre modernos, basados en hábitos culturales de tipo más bien “irracional”, como la confianza, la honestidad, la solidaridad, la responsabilidad comunitaria”.

Además, Fukuyama cita a Emile Durkheim y señala que: “Una sociedad compuesta por un número infinito de individuos desorganizados, a los que un Estado hipertrofiado se ve compelido a reprimir y a contener, constituye una verdadera monstruosidad sociológica. Una nación puede mantenerse sólo si entre el Estado y los individuos se interpone toda una serie de grupos secundarios suficientemente cercanos a los individuos para atraerlos con fuerza a su esfera de acción y arrastrarlos de este modo hasta el torrente general de la vida social”.

Por lo anterior, es preciso dejar de lado la ortodoxia, buscar la organización como un instrumento de orden y privilegiar el interés colectivo por encima de intereses particulares o de grupo, cualquiera que sea la naturaleza de estos. Que sean la confianza y la esperanza, las que abran el camino hacia la reconciliación y el desarrollo, lo que está en riesgo en los escenarios del cambio político, no es si alguien tenía o no la razón, lo que se juega es la viabilidad de la vida social de toda una nación.