Angangueo, vivo y fortalecido.

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Olivia Tirado/Corresponsal La Voz de Michoacán.
Angangueo, Mich.- Angangueo vivirá la esencia de la fiesta religiosa de ‘La Santa Cruz’en honor al  Señor del Santo Entierro y la Virgen Dolorosa. Esta tradición milenaria proyecta la fe que origina la gran celebración. Para realizar el festejo, los habitantes construyen un camino especial de aserrín con flores e imágenes sagradas, por donde realizan el recorrido con los santos, cargados al hombro y seguidos por lugareños y visitantes.

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Para que el evento sea una celebración espectacular, los habitantes desde las 2 de la tarde empiezan a cerrar las principales calles del pueblo, por donde pasan –cada año- las imágenes religiosas, para iniciar el trabajo del camino de aserrín. Este ritual se completa con la puesta de los faroles hechos a mano con papel china de diferentes colores, mismos que la gente cuelga afuera de sus casas y que sirven como guías en la procesión, pues su luz alumbra el camino por donde pasan los santos en la noche. Procesión que empieza al oscurecerse el cielo.

Cabe destacar que este acontecimiento une a las familias, pues se reúnen y conviven con un solo fin: alabar a Dios; origen en el que radica la importancia que tiene. Por lo tanto, niños, adultos, jóvenes y ancianos contribuyen a que la fiesta sea posible. Cerca de las 5 de la tarde se empiezan a ver los primeros vestigios de los adornos de aserrín –casi terminados-. Es cuando la viruta cobra vida y las flores, cruces, palomas, hostias, uvas y más, aparecen.

Pasadas de las 8 de la noche, el templo de San Simón reune a los fieles; después de la ceremonia religiosa, salen del templo. Encabeza la marcha, la Cruz Alta con dos cirios, seguidos de la Santa Cruz, el Señor del Santo Entierro y por último, la Virgen Dolorosa.

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Las figuras son cargadas sobre los hombros de los fieles (la imagen de la virgen, es soportada por las mujeres). Los faroles y los tapetes artesanales determinan el trayecto a seguir.

Para presenciar la celebración, los habitantes y turistas se sitúan en las banquetas, los balcones, atrás de las ventanas, en los comercios; otros caminan al ritmo de los feligreses que integran la procesión. El recorrido es de casi 3 kilómetros. La marcha se registra al ritmo de la música de viento. Para que la peregrinación no tenga contratiempos, los sayones realizan una valla, con ello evitan que las personas se filtren.

El pasaje más representativo es el que se realiza en la mina de Nuestra Señora del Carmen (dentro del barrio de San Pedro y Pareceres). Los habitantes del barrio estructuran un altar donde descansa el ataúd del Santo Entierro.

Este sitio es único, pues al frente están los cerros decorados con los faroles (con velas adentro), mismos que formas figuras como el rostro de Cristo y cruces gigantes con caminos que conectaron una cruz con otra. Aquí la lluvia de fuegos pirotécnicos, alumbran a la noche como si fuera de día. Después de este espectáculo, las imágenes se dirigen a la iglesia de San Simón, donde concluyen una celebración más; vestigio de un Angangueo vivo y fortalecido.