Erandi Avalos, colaboradora La Voz de Michoacán En Tzintzuntzan se respira distinto: mejor y con más calma. Los olivos centenarios proyectan su sombra en el amplio atrio del exconvento franciscano de Santa Ana, construido a partir de 1570 y hoy convertido en el Centro Cultural Comunitario Tzintzuntzan. Entre muros que han sido testigos de más de cuatro siglos de historia, se inauguró el mes pasado Emanaciones del Anáhuac Ma P’atamu. “Esta es la primera de varias exposiciones que queremos dedicar al talento que vive aquí en Tzintzuntzan”, afirma Tania Calderón, directora del Centro Cultural Comunitario. “Queremos que la gente se apropie más de este espacio. Su historia no termina en el pasado: continúa con lo que nuestros propios creadores están generando hoy”. El artista y artesano Ernesto Bernardino Morales García ha sido el primero en mostrar su trabajo en el recinto donde alguna vez se mezclaron plegarias, cánones y ecos purépechas. En una historia con final feliz, la propia comunidad se convirtió en guardiana de este edificio, de sus pasillos, de sus muros, de las losas antiguas que sostienen la memoria. Y precisamente desde esta raíz, emergen cerámica, escultura y pintura de Ernesto Bernardino Morales García; piezas inspiradas en la filosofía tolteca, los códices anahuacas y la iconografía que pulsa aún en la región lacustre. “En mi familia paterna son alfareros desde hace cinco generaciones”, dice. “Esto es algo que traigo ya en la sangre y desde esa sangre ofrezco un homenaje al viejo continente, que es todo nuestro entorno y que abarca hoy desde Alaska hasta Nicaragua, porque antes de ser nombrado ‘América’, su nombre era, y debe seguir siendo: Cem Anáhuac que significa ‘Entre Las Grandes Aguas’ o ‘Mundo Conocido Rodeado de Agua’”. El barro como territorio originario Varias de las obras están hechas con barro local, un material que no se compra ni se comercia: forma parte de un acuerdo comunitario ancestral. Él mismo baja los costales desde la mina comunal, situada en un cerro cercano. “Cada alfarero tiene derecho a utilizar la tierra que necesita para sus piezas, nada más. No se puede vender este barro fuera de la comunidad”, explica Morales. Por cada extracción, la comunidad siembra diez árboles: una retribución simbólica que devuelve vida al territorio. Ya en el taller, el barro se muele y se amasa para adaptarse a técnicas que van del modelado al vaciado. Después de secarse, se realiza la primera quema —la “quema de sancocho”— y, más tarde, una segunda cocción a mil quinientos grados centígrados, ya decorado y esmaltado. El proceso, dice el artista, no ha dejado de emocionarlo desde niño. “Siempre me ha gustado experimentar más allá de lo utilitario, intentando llegar a creaciones estéticas más sofisticadas y con un sello personal”. Janamus y el eco de las yácatas Las obras retoman algunas figuras que se pueden ver en los janamus purépechas, piedras volcánicas grabadas que originalmente formaron parte de las estructuras rituales del antiguo centro ceremonial. Tras la conquista fueron reutilizadas en construcciones coloniales, como el propio exconvento. Ese gesto —reacomodar el pasado en un nuevo cuerpo artístico— ha marcado la imaginación del artista. “En mi trabajo se nota la influencia del muralismo, de los símbolos originarios y de los janamus. Me interesa esa manera de enlazar tiempos: cómo una piedra puede viajar de una yácata a un muro franciscano sin perder su significado profundo”, comenta. Tradición y contemporaneidad: un camino que se abre Morales entiende la cerámica como un puente entre tiempos. “Aquí, los humanos aprendieron de la naturaleza; seleccionaron el teocintli hasta crear el maíz; desarrollaron filosofías complejas y sistemas estéticos que siguen vivos en nuestro ADN cultural”. A pesar de que Tzintzuntzan conserva prácticas como la danza, las fibras vegetales, el bordado y la cerámica, existe preocupación por la pérdida de interés entre las nuevas generaciones. “Queremos ampliar nuestros horizontes y tener más libertad creativa”, comenta Morales. Es una forma de acercar a los jóvenes a las técnicas artesanales, pero con un giro contemporáneo. Tania Calderón coincide: “Este centro cultural quiere ser un puente. No se trata solo de preservar: se trata de activar, de crear un espacio para que los jóvenes encuentren aquí un lugar donde imaginar”. En su exploración estética, Morales transita entre lo común —lo aprendido, lo heredado, lo inscrito en la práctica cotidiana de la alfarería tradicional— y aquello que se atreve a proponer como un ejercicio más lúdico, despojado de la obligación utilitaria y liberado de las formas que dominan el imaginario de su comunidad. De manera valiente, se permite fusionar esos dos mundos y rompe sus propios límites. Nuevas formas y trazos; mezcla de materiales, épocas y pulsos, son gestos que anuncian no solo una nueva etapa personal, sino también una posibilidad de renovación colectiva. En su obra, el barro se convierte en memoria que respira y al mismo tiempo en una mirada hacia el futuro: un territorio donde la identidad se reinventa sin traicionarse. El artista, comprometido con la formación comunitaria, ofrece talleres y mantiene un espacio propio: la Galería-taller Ticateme, ubicada en la plaza principal del pueblo. Desde ahí continúa desarrollando piezas en las que fluyen grecas, fractales y líneas que evocan movimiento, inspiradas en los paisajes del lago, los cerros y la memoria profunda de la región. Entre raíces y futuro Morales no evita hablar del contexto actual: “Michoacán carga con el estigma de ser la oveja negra de México, pero es porque somos un estado muy importante y bien ubicado. Necesitamos más apoyos para poder explotar todo lo que tenemos”. Su mensaje para la juventud es directo: “Que suelten el celular, que salgan más, que se acerquen al arte. Eso ayuda a crear una mejor sociedad”. Termino la entrevista y no puedo más que recorrer con calma y asombro tan bello edificio. Vengan a ver la exposición del maestro Morales y a descubrir uno de los rincones más hermosos de Michoacán: el Centro Cultural Comunitario Tzintzuntzan. Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com