Autoras que escribieron mi año

Mujeres que dejaron un impacto significativo dentro mi año y en la literatura

Yazmin Espinoza, Colaboradora La Voz de Michoacán

“Muchas historias importan. Las historias se han usado para despojar y para dañar. Pero también pueden usarse para dar fuerza y para humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden reparar esa dignidad rota”.

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  •  Chimamanda Ngozi Adichie

Esta es mi última columna del año y, aunque siempre digo que no quiero caer en rituales de cierre, lo cierto es que terminamos volviendo a ellos porque ayudan a tomar distancia y a mirar con más calma lo que hemos caminado.

Desde hace varias semanas supe que quería dedicar este espacio a mis lecturas del año, no solo como una lista o un recuento formal, sino como una conversación sobre lo que significó para mí regresar a los libros en medio de una vida que se mueve entre hijas, trabajo, desvelos y una taza de café que rara vez logro terminar caliente. Aun así, dieciocho libros me acompañaron en este 2025 y cada uno, a su manera, dejó una huella que se mezcló con mis días.

Volví a sentir esa electricidad que aparece cuando un libro te toma por sorpresa. La sentí al leer Malacría de Elisa Díaz Castelo, un texto que me abrió un territorio emocional que no sabía que necesitaba transitar; también en Basura de Sylvia Aguilar Zéleny, donde cada página parecía empujarme a mirar de frente todo aquello que muchas veces preferimos esconder. Conjunto vacío de Verónica Gerber Bicecci me llevó por caminos hechos de silencios y formas, mientras que Todos los fines del mundo de Andrea Chapela me recordó que la imaginación también es un modo de examen interior. I’m glad my mom died de Jennette McCurdy me dejó pensando durante semanas en lo difícil que es contar la propia historia sin perderse en ella. Matate, amor de Ariana Harwicz me desgarró con su intensidad, y Mi madre es un río de Donatella Di Pietrantonio fue un bálsamo que llegó justo cuando lo necesitaba.

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Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie volvió a ponerme frente a preguntas que no dejan de moverse con los años. Amanecer en la cosecha de Suzanne Collins fue una lectura inesperadamente emocional, quizá porque regresé a ese universo desde otra etapa de mi vida. Mis amigas están cansadas de Iveth Luna Flores me hizo sentir acompañada en esas fatigas silenciosas que compartimos tantas mujeres. Misera de Dolores Reyes fue una sacudida poderosa, así como la delicadeza lúcida de Chimamanda en Sobre el duelo. Carcoma de Layla Martínez me atrapó con su atmósfera inquietante. La vegetariana de Han Kang me dejó con una sensación que aún no sé nombrar y que probablemente siga creciendo con los días. Rituales para la amistad de Jazmina Barrera, Elvira Liceaga y Daniela Rea me recordó la importancia de esas redes afectivas que sostienen la vida diaria. Y finalmente, Frankenstein de Mary Shelley hizo arrancar mi año con la fuerza permanente de un clásico que habla del origen, de la responsabilidad y del deseo profundo de ser visto.

Lo más valioso de todas estas lecturas fue que no las viví sola. Muchas de ellas las conversé con mi Tribu de letras, ese espacio que se ha vuelto casi un refugio mensual donde puedo llegar con el cansancio del día, pedir un café y quedarme horas hablando con mujeres que comparten la misma pasión por los libros. Ahí he aprendido que leer también es escuchar, que una historia cambia cuando alguien la mira desde otra experiencia y que, incluso cuando no estamos de acuerdo, existe una belleza inmensa en la diversidad de interpretaciones. Las Mexicanas por leer y Marea de letras también formaron parte de estos meses, y ahí encontré voces que me acompañan desde sus ciudades, desde sus casas, desde sus pantallas. Y por supuesto, he compartido muchas de estas reflexiones con ustedes, lectoras y lectores que regresan cada semana y hacen de esta columna un diálogo continuo.

Hay algo que salta a la vista en mi lista: todas son mujeres. Esto empezó como una decisión consciente en un momento de mi vida en el que necesitaba voces que me devolvieran una imagen de mí misma que estaba buscando. Con el tiempo, sin embargo, se volvió natural. Mis recomendaciones vienen de mujeres, mis conversaciones más largas sobre literatura las tengo con mujeres, los círculos de lectura que me han acompañado están formados mayoritariamente por mujeres. Y entender que esa preferencia no surgió de un filtro impuesto, sino de una afinidad emocional y estética, ha sido un descubrimiento en sí mismo.

A veces me preguntan si no me gustaría leer más, si no podría aumentar ese número de dieciocho. Y sí, podría. Pero también necesito reconocer lo que implica encontrar tiempo para la lectura en mis días. He leído con una bebé dormida en mis brazos, he escuchado audiolibros mientras avanzo entre coches, he robado minutos entre una comida y otra, he sostenido libros con una mano mientras con la otra preparo una merienda o acomodo una mochila. He leído novelas completas en cafés que visito como quien se escapa de su propia rutina para respirar un momento distinto. Cada lectura de este año fue una pequeña victoria frente al vértigo cotidiano.

Por eso quiero cerrar este año con gratitud. Leer me devuelve a mí misma cuando siento que me estoy desdibujando entre pendientes. Leer me permite encontrar un ritmo propio incluso cuando la casa es un torbellino. Leer me abre puertas para conversar con otras mujeres que, como yo, buscan un espacio para pensar, sentir, recordar y reír. Y leer, sobre todo, me hace sentir acompañada, incluso cuando estoy sola frente a una página.

Deseo que el próximo año llegue con nuevas historias, con libros que nos sorprendan, con autoras que aún no conocemos y que quizá terminen siendo parte fundamental de nuestras vidas. Que nos encuentre con la disposición de abrir un libro incluso cuando el día se siente demasiado lleno y que sigamos compartiendo estas lecturas que hacen que el mundo se sienta un poco más amable.

Por un 2026 lleno de letras, de conversaciones que nazcan de una historia y de esa alegría tranquila que solo los libros saben dar.

Yazmin Espinoza, comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias.

Instagram: @historiasparamama