La Danza del Volador de Tarimangacho, en San Pedro Tarímbaro, de Tlalpujahua

Este ritual se abrirá al público en general el próximo 28 de octubre, a las 3 de la tarde.

Foto: Cortesía

Juan Carlos Huante / La Voz de Michoacán

Tlalpujahua, Michoacán. No solo Veracruz tiene Voladores (Papantla), también Michoacán cuenta con una ancestral tradición de raíces prehispánicas de este tipo y que tiene nombramiento, desde 2009, de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).

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Es la Danza del Volador de Tarimangacho, en la comunidad de San Pedro Tarímbaro, perteneciente al Pueblo Mágico de Tlalpujahua, que tiene lugar cada 29 de junio, fiesta del santo patrono.

La ceremonia del Palo Volador en San Pedro Tarímbaro –antes San Pedro Tarimangacho– es un ritual relacionado con la fertilidad y los ciclos de la naturaleza, en el que se implora por el buen temporal y la abundancia de las tierras.

Sus cuatro voladores representan cada uno de los puntos cardinales y el caporal, que toca la flauta y el tambor en la punta del mástil, emula al centro de la Tierra; el descenso representa la caída de la lluvia.

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Está ancestral tradición, íntima de los pobladores de este lugar, pero que hace poco más de 10 años comenzó a recobrar fuerza, será compartida a quienes visiten San Pedro Tarímbaro el próximo 28 de octubre, a las 3 de la tarde.

ANTECEDENTES

Este ritual milenario de los voladores se dice que tuvo su origen en Nayarit, al occidente del territorio mexicano, durante el periodo Preclásico, cuando las diferentes etnias, en un recorrido de norte a sur, buscaban las mejores condiciones climáticas y de tierras para asentarse.

Es por ello que no solo en la región totonaca de Veracruz se celebra esta tradición, también los mazahuas, ñañús, mayas, entre otras etnias, en los estados de San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla y Michoacán, la tienen, incluso se extiende hasta Guatemala.

En San Pedro Tarímbaro se han localizado vestigios arqueológicos y huellas de cerámica que confirman una presencia transitoria o permanente y muy peculiar de mazahuas, otomíes, matlazincas, purépechas y mexicas.