La nueva excusa de la infidelidad masculina: "no fui yo, fue mi vasopresina"

“No significa necesariamente que estén menos capacitados para el amor. Se trata más bien de una limitación en la capacidad social”, apunta Hasse Walum a EFE, uno de los responsables de la investigación.

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Agencias / La Voz de Michoacán

Que los hombres son más infieles que las mujeres es una creencia asentada en el imaginario colectivo desde que nuestra especie decidió dividirnos en categorías del tamaño de una caja de zapatos y establecer generalidades. Una creencia alimentada en buena medida a golpe de realidad, porque si hay un género al que se le ha permitido cultural e históricamente beneficiarse de una libertad sexual sin limites ni cuestionamientos ese ha sido el masculino.

Y tiene sentido que, a mayor tolerancia y permisividad, menor dilema a la hora de cometer el acto y, por lo tanto, más probabilidades de ser promiscuo. Es lo que se conoce como profecía autocumplida. Demos gracias que en la mayoría de sociedades occidentales vamos superando ese inmovilismo, entendiendo que los cuernos poco o nada tienen que ver con el sexo del infiel, sino con la predisposición personal –y legitimidad social– de cara a materializarlos.

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Esta sería la visión idílica de la infidelidad que poco o nada tiene que ver con lo que dice la ciencia. Porque la ciencia, que tiene estudios para dar y regalar, también tiene su parte de responsabilidad a la hora de establecer a qué sexo le asignamos el cartel de promiscuo por naturaleza. Parece que la culpa de que los hombres sean más propensos a poner los cuernos tiene su origen en un gen, el alelo 334, que gestiona la vasopresina, una hormona presente de forma natural en la mayoría de mamíferos que interviene en conductas relacionadas con el apego, la atracción y las conductas sexuales.

Resulta que los varones que presentan una alteración del alelo 334 (dos de cada cinco) tienen lazos menos fuertes con sus parejas y se sienten menos satisfechos en sus relaciones. Los que incluyen de fábrica dos copias del mencionado gen tienen, además, doble riesgo de divorciarse. Esta es la conclusión a la que llegaron investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, tras comprobar la influencia de esta variante genética en el comportamiento de 550 hombres gemelos heterosexuales y sus respectivas parejas durante cerca de cinco años (1.100 personas en total). Quienes portaban una o dos copias del alelo 334 duplicaban la probabilidad de ser infieles que aquellos que no incluían esta variación.

No significa necesariamente que estén menos capacitados para el amor. Se trata más bien de una limitación en la capacidad social”, apunta Hasse Walum a EFE, uno de los responsables de la investigación. La importancia de este descubrimiento descansa en que, por primera vez, “se puede asociar la presencia de un gen específico con la manera en que los hombres se comprometen con sus parejas”, concluyó el científico.

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Ya se ha dicho más arriba que la ciencia tiene investigaciones para todos los gustos y colores. Pues bien, la ciencia también ha descubierto un gen de infidelidad femenino que explicaría por qué ellas también ponen los cuernos. De acuerdo con un estudio publicado en la prestigiosa revista de la Human Behavior and Evolution Society, de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), realizado con una muestra de 7.400 gemelos y mellizos, las mujeres que tenían alteraciones del gen AVPR1A (uno de los tres receptores de la vasopresina) tenían una mayor predisposición a ser infieles, algo que no sucedía en los hombres.

Lo dicho, quien quiera poner los cuernos, ya tiene excusa, al margen de su sexo: “Mi vida, no fui yo, fue mi vasopresina”.