"En la Academia Mexicana de la Lengua no somos cónclave de viejitos"

“La Academia no puede ser autoritaria. Los verdaderos dueños de la lengua no son los académicos, sino los hablantes”

Foto: El Universal

El Universal/La Voz de Michoacán

Gonzalo Celorio ofreció al gobierno de Andrés Manuel López Obrador la colaboración de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), cuya dirección asumirá el 1 de marzo para el periodo 2019-2023, tras su elección por mayoría el pasado 14 de febrero, en relevo de Jaime Labastida.

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De entrada despejó la duda del Presidente sobre si se dice gasolinería o gasolinera. “La Academia no puede ser autoritaria. Los verdaderos dueños de la lengua no son los académicos, sino los hablantes”. Gasolinera o gasolinería son variables dialectales de uso cotidiano, ambas son correctas, aclaró Celorio.

A la espera de respuesta a una solicitud de presupuesto federal de 50 millones para gasto corriente y de 175 millones más para construir la futura sede de la Academia en la antigua casa de Miguel Ángel de Quevedo en Coyoacán, Celorio argumentó que el gobierno se beneficiaría muchísimo de esta institución que tiene 144 años de historia y que está dispuesta a aportar al país lo que necesite.

“Puede ser un momento difícil (para la cultura), pero también es importante dar a conocer la labor, la significación y la importancia de la Academia ante las autoridades educativas y culturales del país”, dijo a EL UNIVERSAL tras ganar la elección a Felipe Garrido, por mayoría de votos, y postulado por Miguel León-Portilla, Margit Frenk, Margo Glantz, Diego Valadés y Javier Garciadiego.

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“Sin alterar la esencia de la Academia ni su personalidad, escala de valores o estatutos, tenemos la capacidad de ofrecer a la Secretaría de Educación Pública apoyos que pueden tener una significación importante en la competencia lingüística de nuestros hablantes y estudiantes mexicanos”, expuso en referencia a la “situación deficitaria” del conocimiento del español en pruebas PISA.

Reconoce que es un reto encabezar la Academia en un régimen político distinto, con un patrimonio “exiguo”, mayor dependencia de la SEP y la incertidumbre de cuánto presupuesto aportará ésta a la institución y de cuándo podrá concluirse la nueva sede, ante los obstáculos, legales, arqueológicos, ambientales y con el gobierno local que sortea.

“El Convenio de Bogotá obliga al gobierno a apoyarnos, pero no dice con cuánto. Espero hacer valer ese convenio, porque se trata de que haya un apoyo consistente”, explicó Celorio. “Estamos a la expectativa”, añadió el académico desde 1996, catedrático de la UNAM y autor de novelas como El viaje sedentario.

Tareas prioritarias. Perfiló como sus prioridades defender el registro y conocimiento del español de México, a su juicio el más importante patrimonio cultural inmaterial que tenemos como el país que acapara al mayor número de hablantes de la lengua; divulgar el conocimiento lingüístico a través de redes sociales y el portal de la institución, además de abrir al público general, incluso por medios electrónicos, las conferencias que por estatuto deben ofrecer los académicos.

“Tenemos una vinculación estrecha con la juventud, quisiera desmentir la imagen de la Academia como este cónclave de viejitos que están desempolvando palabras”, dijo Celorio, quien no usa redes sociales.

Reconoció los logros de Labastida durante ocho años y respaldó su batalla para que el español sea reconocido como lengua oficial en la Constitución, sin embargo admitió que no ha habido unanimidad entre los miembros de la AML para poder presentar a las autoridades una propuesta institucional, debido a las dudas de que ello permita también proteger y preservar las lenguas indígenas.

Gonzalo Celorio adelantó que le gustaría volver a poner el tema en la mesa de discusión, buscar consenso de los académicos, entre los cuales Miguel León-Portilla es uno de los reticentes; elaborar una propuesta institucional y plantearla a las autoridades competentes, que, de prosperar, a su juicio ello también ayudaría a proteger las lenguas originarias y desechar “el atavismo de que el español es su enemigo”.

Una visión sobre el FCE. Exdirector del Fondo de Cultura Económica de 2000 a 2002, Celorio habló de los planes de Paco Ignacio Taibo II al frente de la editorial estatal.

“El FCE, más que una editorial, es una institución cultural muy sólida y fuerte, con dimensión extranacional. Su patrimonio ahí está, es riquísimo y no puede ser obviado, desconocido ni interrumpido. Ha nutrido la educación superior en toda América Latina. Su misión no puede ser considerada elitista; es decir, si es considerada elitista, que el criterio de elitismo no pueda funcionar en un proyecto editorial me parece grave. La educación superior es importante porque finalmente es lo que va permeando a otros niveles educativos. Eso no se puede atentar y no creo que ningún director pueda atentar contra esta especie de tradición que sigue su propio paso.

“Lo que quiere hacer Taibo me parece bien, pero creo que no es ‘en lugar de’ sino ‘además de’. Hacer libros muy económicos, de amplios tirajes, de divulgación general, eso puede estar muy bien siempre y cuando no supla la otra misión del Fondo, que sigue siendo muy importante. Espero que sea así. También espero que no se considere a la lectura un fin en sí mismo, la lectura es un mecanismo, un medio de conocimiento, hay que hacer todos los programas de fomento a la lectura, a sabiendas de que la lectura es sólo un puente de enriquecimiento del ser humano como ser humano. Hago votos para que el FCE preserve lo importante de su legado, de su historia, de su catálogo, y al mismo tiempo pueda tener lo mayor de otra naturaleza. Quiero verlo con optimismo”, opinó.

¿Problemas con el lenguaje? Sobre la polémica del lenguaje incluyente, Celorio consideró legítimo que haya un interés en destacar la visibilidad de la mujer a través del lenguaje, pero el problema es cómo hacerlo. “A lo mejor no es políticamente correcto decirlo, pero es totalmente gramatical: el único género excluyente es el femenino, no el masculino. Si yo digo: ‘las niñas’, nunca se puede pensar que incluyo a los niños en este enunciado, en cambio si digo ‘los niños’ estoy incluyendo a las niñas (…) Uno es el discurso políticamente correcto en la formalidad y otro el discurso normal. ¿Cuándo cambia eso? Cuando hay un micrófono de por medio, cuando se está en un acto público”, argumentó.