Agentes culturales independientes: en el limbo

La pobreza y la miseria forman al artista, Fiódor Dostoyevski.

FOTO: PABLO AGUINACO D.R

Erandi Avalos

Este texto debería titularse: “El ocaso de una curadora de rancho y el nacimiento de una escritora que nunca ha publicado un libro”, pero es demasiado pretencioso. Cuando has andado por años en este camino, reconoces fácilmente a aquellos que han abierto brecha para que el arte se expanda y llegue a más rincones ―no digo nombres por temor a olvidar alguno―.  Todos respetables, sobre todo los que pasan de los cincuenta años, porque denotan un compromiso y un aguante que no es fácil.

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En mi caso―perdonen ustedes el mal gusto de hablar de mí, pero posiblemente alguien más se verá reflejado en algún aspecto― como gestora cultural y curadora (de rancho, maleta, internacionalmente desconocida, pero curadora al fin), no llegué a los cincuenta. No soy tan tonta como para pensar que el Estado tiene la obligación de solucionarle la vida a los agentes culturales; pero sí sostengo que por lo menos debe ofrecer las mínimas condiciones para que alguien que ha demostrado tener ganas de aportar pueda desarrollarse. Nunca acepté los puestos que me llegaron a ofrecer en instituciones públicas porque soy congruente y considero que el sistema burocratizado ya consume la mayoría de los recursos en salarios y prestaciones. Digo esto con mucho respeto para mis colegas que son asalariados, muchos de ellos, la mayoría mujeres, hacen un trabajo honesto y profesional; pero lamento decir públicamente que más de la mitad no tienen el perfil, las tablas ni el carisma para ocupar sus puestos y que eso se refleja en los resultados tan magros que todos sufrimos. Me daría vergüenza mamar tantos años de la ubre del erario sabiendo cuántos compañeros han dado sangre, sudor y lágrimas para que sus proyectos o sus carreras no mueran debido a la falta de apoyos, que antes eran pocos y ahora son prácticamente nulos. Mi ética me impediría tener un sueldo por hacer lo mínimo y dar mi mejor esfuerzo fuera de la institución. Mis principios me impedirían hacer como que trabajo sin resultados notables, cobijada en un sindicato. Las instituciones culturales deben renovarse o morir.

FOTO: PABLO AGUINACO D.R

Hay otras formas de colaborar que deben fomentarse: los proyectos interdependientes. Esos que surgen de las necesidades reales de la gente, que no sirven a objetivos políticos ni a intenciones de hacer parecer que en Michoacán todo es miel sobre hojuelas, y que por lo general requieren poco presupuesto. Pero parece que “estábamos mejor cuando estábamos peor”, porque ya no veo ninguna opción en la que la mayoría de los agentes culturales independientes puedan obtener apoyos gubernamentales. Espero equivocarme, pero creo que el único vigente para proyectos independientes es el Apoyo PACMyC, donde por cierto sus funcionarios en Michoacán hacen un trabajo extraordinario y lo digo en serio. Como no existen esas formas por ahora y es imposible concretar proyectos expositivos independientes en el estado sin el mínimo apoyo, es decir, sin ni siquiera un espacio para hacer una exposición digna; lamento mucho retirarme de una de las actividades que más amo y que por mucho tiempo defendí a ultranza hacer en mi tierra natal. Es cansado tocar puertas sin que se abra ninguna. Las últimas exposiciones en las que colaboré se realizaron fuera de Michoacán: la Galería José María Velasco, en Ciudad de México; en el Museo del Jade, en San José, Costa Rica y en el Museum van de Geest, de Ámsterdam, Holanda.

FOTO: PABLO AGUINACO D.R

Recuerdo que concretar la exposición del músico uruapense Jorge Reyes me costó casi cinco años de insistencia. Por fin se realizó en el Centro Cultural Clavijero bajo la dirección de Sandra Aguilera y el apoyo de la extinta Amigos del Clavijero A.C.  Fue un éxito total, por supuesto. Así, muchos otros proyectos que con esfuerzo se lograron. Pero ya no tengo veinte años, ni treinta. Ya no tengo ánimo de perder tiempo convenciendo al funcionario o director de museo en turno de que mi proyecto es bueno. ¿No he trabajado ya lo suficiente para tener cierta confianza en que lo que hago, es por lo menos y en general bueno? ¿No he demostrado que tengo genuino interés por beneficiar a artistas michoacanos? ¿No soy lo suficientemente morena? ¡Si estoy re prieta! En fin. Ojalá sea yo la única con este sentimiento de que mi nombre está en una lista negra, escrito con tinta roja. Ojalá que todos los demás agentes culturales independientes tengan apoyo para lograr todos sus proyectos.

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Me disculpo con mis colegas a los que les prometí exposiciones en Michoacán. Me avergüenzo de no poder cumplir con mi palabra, pero de verdad no hay condiciones. Me costó meses entenderlo, porque siempre he pecado de optimista y no estaba acostumbrada a aceptar que algo en lo que creo no se puede realizar. Perdón Illimani de los Andes, Luis Fernando Quirós, Susana Alvarado Perea (hija del gran michoacano Carlos Alvarado Lang). Ya no tengo fuerza, ni tiempo, ni ánimo. No hay voluntad, aunque digan lo contrario. Ojalá en el futuro, o tal vez en otro lugar porque dadas las circunstancias, lo mejor sería marcharse de aquí.

FOTO: PABLO AGUINACO D.R

Y como el papel y el lápiz sí están al alcance de todos y no tengo que pedirle permiso a nadie, lo único que me queda es escribir, escribir y escribir…

Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com