Divulgación de la historia; apropiarnos de la que nos han arrebatado y deshacer la que nos ha excluido

A través de libros de texto y múltiples homenajes se fueron creando ídolos carentes de los defectos que caracterizan al ser humano de a pie.

Saúl López Bautista

A lo largo del desarrollo de la humanidad, el registro del pasado ha sido una actividad muy importante, aún antes de la invención de la escritura; en la actualidad, aunque se sigue enseñando en la educación básica, y los investigadores difunden el resultado de sus indagaciones, es común saber que, a la mayoría no les gusta estudiar el pasado. Sería injusto pensar que, el rechazo hacia la historia es por simple ignorancia o por un cierto desapego a los orígenes; en realidad, la historia, ha sido desplazada del interés de la mayoría de las personas gracias a los usos que se le han dado o las repercusiones que podría tener en la sociedad, en personas informadas de su pasado.

En México, el régimen postrevolucionario priista, marcó de manera definitiva la manera en que se enseñó y se aprendió la historia durante buena parte del siglo XX; los relatos que se divulgaron a través de la estructura de educación pública estaban encaminados a formar “buenos ciudadanos”, entiéndase este concepto como las personas que apoyan al gobierno en turno, que no levantan la voz por falta de un pensamiento crítico que se modeló a través de los valores morales que le convenían al mandatario en turno.

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Por otro lado, la llamada “historia oficial”, creó un distanciamiento entre la población y los héroes patrios, ya que a través de libros de texto y múltiples homenajes se fueron creando ídolos carentes de los defectos que caracterizan al ser humano de a pie; esto permitió que los gobernantes de la postrevolución se reivindicaran como herederos de las acciones realizadas por Hidalgo, Morelos, Juárez y Madero, dándole legitimidad y cohesión a su régimen.

La historia ha sido muy utilizada también como creadora de identidades, desarrollando un apego a la tierra y a los símbolos nacionales oficiales: como el himno, el escudo y la bandera, pero también a los símbolos no oficiales que también son, en su mayoría, impulsados por el Estado: el Mariachi, el traje de charro y otras cuestiones culturales que generan apego a algo llamado “México”.

En la década de los 80 del siglo pasado, con la llegada del neoliberalismo al país, se comenzó a abandonar el estudio de la historia como legitimador, pues ya no se necesitaba de la idea emanada de la Revolución: “luchar por tu nación”; por el contrario, se requería de un desapego de los mexicanos hacía lo que la Revolución Mexicana, de una forma u otra, había heredado a la nación.

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Esto provocó que los gobiernos en turno dejaran de defender a capa y espada la versión de historia nacional, que se había creado durante cerca de 60 años, lo que favoreció a escritores con formaciones ideológicas contrarias a las de la “historia oficial”, reivindicando a figuras como Maximiliano, Iturbide y el mismo Porfirio Díaz, en contra de quien el pueblo se levantó en armas en 1910.

Algunos de estos escritores, carentes de formación histórica y partidarios totalmente de los ideales, acciones y las formas de gobernar de los realistas que al final terminaron consumando la independencia; de un emperador extranjero que intentó consolidar su mandato apoyado de las bayonetas francesas y de un señor que permitió que se esclavizara a las personas que protestaban en contra de los abusos del gobierno, empresarios y hacendados; comenzaron a ocupar lugares en los medios (principalmente impresos), que los historiadores de formación no tenían, por lo tanto su opinión empezó a cobrar fuerza entre algunos sectores de la población.

Aunque se decían críticos a la “historia oficial”, comenzaron a escribir sus propias versiones del pasado, basados en la misma metodología de la SEP, solo que cambiando a los protagonistas; es decir, se dedicaron a extraer de su contexto a las figuras históricas para crearles virtudes asombrosas que un mortal cualquiera soñaría con tener, además de inventar en sus adversarios, defectos que los harían acreedores del fuego más ardiente del infierno.

La gran apertura y difusión para estos “escritores críticos”, llegó a su mayor expresión con la llegada del PAN a la presidencia de la República, pues las figuras que resaltaban en sus textos encajaban perfectamente con los ideales con los que se había fundado este partido político. En la actualidad, existen muchos sectores de la población que siguen los postulados de los escritores surgidos en los ochenta y de algunos que se les han sumado a lo largo de los años, curiosamente con las mismas características.

El éxito que han tenido estas ideas se debe a la rápida circulación de la información a través de las redes sociales y el internet en sí, y a la frustrante situación de los historiadores profesionales que, la gran mayoría, viven atrapados en el círculo académico, sin que sus investigaciones puedan ser difundidas.

En el presente sexenio, podemos ver el regreso del uso de la historia por parte del Estado; pues en cada oportunidad el presidente expresa sus similitudes ideológicas con Juárez, Hidalgo, Zapata y Cárdenas, dando así un panorama de su proyecto de país. Sin embargo y aunque diga en el discurso que los neoliberales se fueron para no volver, podemos ver en las reformas de planes de estudio, principalmente en preparatorias y universidades la reducción de horas de estudio dedicadas a las ciencias sociales, claro ejemplo de esto fue la reforma al plan de estudios del Bachillerato Nicolaita.

Esta reducción de horas corresponde al otro uso de la historia, uno completamente desligado de los grupos de poder, éste uso es el de, a través de su estudio, formar personas con pensamiento crítico, capaces de entender su realidad y de transformarla con base en la organización civil. Esta forma de usar la historia es, desde mi punto de vista, la más peligrosa y combatida desde las grandes cúpulas de poder. Por eso, es importante apropiarnos de la historia que nos han arrebatado y deshacernos de las visiones maniqueas que han servido como medio de control y exclusión.

Saúl López Bautista, es Licenciado en Historia por la UMSNH, coordinador en la organización del coloquio “Pueblos Originarios: Raíces de América”. Actualmente cursa la Maestría en la Facultad de Historia, de la Universidad Michoacana.