Eduardo Rubio, caligrafía de la luz pluriforme

El investigador y artista mexicano conjuga su intuición y sensibilidad para la colección y el resguardo de piezas únicas.

Fotos: Eric Sánchez

Rita Gironès

Su trayectoria es un diálogo extraordinario entre la teoría y la práctica artística. La poética de su padre está presente en su pasión por el arte. Sin duda, definir el buen gusto - ¿intelectual, visual, estético, poético? – es una excursión por los riscos de la belleza. Persistente, arengador del talento local. El investigador y artista mexicano conjuga también su intuición y sensibilidad para la colección y el resguardo de piezas únicas. Sus colecciones pertenecen a estos y a otros tiempos; a esta y a otras civilizaciones. Versado en fotografía artística y promotoría cultural, Eduardo reconoce su fascinación absoluta por la escritura, “el invento más increíble que ha hecho el hombre”. Su elección de vivir en la capital michoacana obedece a su clima predilecto. Espacio y tiempo que invitan a la introspección, a la lectura y a la reflexión. Morelia es gloriosa –comenta, de ahí que mi casa esté llena de orquídeas.

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¿Qué querías ser de niño?

No tenía una claridad sobre qué quería ser. Tuve una infancia muy aislada. Mis papás se fueron a vivir lejos de la civilización y de niño me llevaron a vivir a una granja, por lo que crecí con mucho tiempo de observación de la naturaleza.

¿Qué quieres ser ahora?

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Soy lo quiero ser. Tengo tres pasiones que las ejerzo todos los días: el coleccionismo - libros antiguos, arte oriental, espejos chinos, pintura, manuscritos, arte africano, de Oceanía-, la difusión cultural y la producción artística. La pasión por el coleccionismo es algo que resulta mágico, no he creído que los objetos te pertenezcan, sino que ellos te eligen para que tú los cuides y busques la manera que trasciendan.

Fotos: Eric Sánchez

¿En qué contribuye el arte a un mundo como el de hoy?

En realidad, soy muy escéptico con respecto a que el arte sea para todos. Podría llegar a la ciudad una exposición de Rembrandt o de Monet y no habría gente que la visitara. Llegó a Morelia una exposición de máscaras de jade mayas y yo fui varias veces a visitarla siendo el único en la sala. El arte por sí mismo no va a transformar a la gente. Creo que el papel de un maestro es contagiar el entusiasmo y no hay maestros que contagien el entusiasmo por el arte, precisamente porque no conocen el arte. Y, por otro lado, se pagan cantidades elevadísimas por las obras contemporáneas, ¡es un mercado sin pies ni cabeza! Es muy complicado que el arte toque a la gente.

¿Qué características tendría que tener una obra de arte para llamar tu atención?

He estudiado la vida de los grandes coleccionistas y hay uno en particular que a mí me ha dado mucha luz: Calouste Gulbenkian. Él tenía tres condiciones para comprar cualquier pieza: que fuera inmensamente bella, que no hubiera duda de su autenticidad y que estuviera en perfecto estado de conservación. Para mí, en cambio, el arte no tiene que ser original, yo puedo emocionarme frente a una copia igual que frente a un original. Yo veo la profundidad de la obra. Tengo retratadas, con la mayor finura del mundo, 350.000 obras de arte. Tengo un acervo monumental y me gusta producir, busco el fondo y la forma. Valoro básicamente la belleza sin más características. Y la belleza se me da cuando veo que hay honestidad atrás y mucho, mucho ejercicio anterior.

¿Con qué sientes mayor afinidad, con el arte del pasado, del presente, o con el arte del futuro?

A mí me emociona el cruce artístico. Puedo estar frente a la arquitectura de un palacio en Mesopotamia, por ejemplo, el de Nabucodonosor, y de pronto ver que hay parte del muro con escritura cuneiforme ¡en la misma estructura de la fachada del palacio! Sin duda, hay obras que me cortan el aliento. Es el Síndrome de Stendhal, sucede cuando estás frente algo que trasciende lo que puedes dominar, cuando estamos expuestos a obras de arte que conjugan “un exceso de belleza” y nos arrolla una emoción incomparable, como le sucedió al mismo escritor francés visitando una Basílica en Florencia.

Fotos: Eric Sánchez

¿Qué temas te motivan a escribir?

Muchísimos, tengo textos de muy diversa índole. En este momento la temática en la que estoy metido es escribir un texto muy largo para la gente que me sobreviva. Explicativo de todo mi acervo artístico, literario. Y encontré en ello una relación bellísima entre distancia y emoción. Encuentro la inspiración en autores muy variados. Me gusta la poesía, por ejemplo, Ibn Sa'dun del s. X un poeta amoroso, bellísimo. Elías Nandino, magnífico con sus décimas a una flor que me saca lágrimas. Villaurrutia, … ¡hay tantos!

Con quién te sentarías a platicar y de qué.

Con Goethe. ¡De la belleza, de los viajes, de Italia, de la pintura!

¿Qué es para ti la Cultura, Eduardo?

La Cultura, si algo es, es una conversación. Y todo pueblo, toda familia tiene una conversación. Y esa conversación refleja su cultura. Un albañil llega a su casa y se sienta a cenar y platica con su mujer, eso es cultura. Cada una de las personas hablan de las cosas. La ciudad habla de cosas.


Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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