El cine, una cancha para jugar fútbol; “a todos los que aman el fútbol”, que ruede el balón.

«La pasión futbolística se alimenta de dolor; cada público encuentra la forma de superar males específicos. En Argentina los milagros son posibles, pero duran poco; en México se posponen para siempre y la gloria debe imaginarse».

Jaime Vázquez

Heredero del calcio italiano, reglamentado en Inglaterra, el futbol llegó a México con los mineros ingleses de Real del Monte y Pachuca. Don Fernando Marcos, cronista histórico, ubica ahí y en los cafetales de Veracruz, en el Casino Inglés y el British Club de la Ciudad de México los primeros encuentros, reseñados en la revista The Mexican Sportsman.

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La primera función del cinematógrafo en nuestro país fue en 1896, y el fútbol tuvo su primer equipo formal en 1900: el Pachuca Athletic Club, de mineros ingleses. Una pasión que ha recorrido en décadas los barrios y los estadios, los sueños de aficionados y de los equipos que mantienen al balompié en el fervor nacional: sueño, esperanza, tragedia, gozo, resignación y fe. Y la pelota rodó en la pantalla.

En 1944 se estrena Los hijos de don Venancio, de Joaquín Pardavé, con el ídolo Horacio Casarín, cinta con un lacrimógeno llamado contra la xenofobia que existía (y existe) en México hacia los españoles. El final feliz: el encuentro entre los “prietitos” del Atlante contra el Asturias. En 1946 Pardavé vuelve a la carga con Los nietos de don Venancio, melodrama menos futbolero.

Producida por Gregorio Walerstein y dirigida por Manuel Muñoz, se estrena en 1964 Las chivas rayadas, con Antonio Espino, “Clavillazo”, Sara García y los jugadores del Club Guadalajara, con su ídolo Salvador “Chava” Reyes.

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El “rebaño sagrado” protagoniza una segunda parte: Los fenómenos del fútbol, que incluye una fábula histórica sobre el primer éxito de México en un mundial. En realidad, fue Jaime Belmonte, el “héroe de Solna”, el autor del gol que nos dio el primer punto al empatar a uno con Gales en 1958. En 2018, para celebrar el más reciente campeonato, Iván López Barba y Rubén Bañuelos dirigen Chivas: la película.

Ícaro Cisneros aprovecha la rivalidad entre el Guadalajara y su acérrimo enemigo, el América, en Tirando a gol (1966). En las gradas sucede un romance entre hinchas contrarios: Lola Beltrán y David Reynoso.

Los guantes mágicos de un portero, el venezolano Amador Bendayán, son pretexto para El pícaro (1967), de Alberto Mariscal.

Fuimos sede de la novena Copa del Mundo. En el encuentro inaugural, el domingo 31 de mayo de 1970, al mediodía, México enfrentó a la URSS. Alberto Isaac, director del filme de la Olimpiada de México en 1968, realizó Fútbol México 70, crónica de la fiesta en la que México coronó en la grama del Azteca con un sombrero de charro a Pelé, el rey del fútbol.

En 1978, Adalberto Martínez “Resortes” protagonizó El futbolista fenómeno, triste película de Fernando Cortés que incluyó jugadores del Club Toluca.

En ese tenor están El Chanfle, de Enrique Segoviano y El Chanfle II, de Roberto Gómez Bolaños, cintas para el olvido.

Con la euforia de ser sede por segunda ocasión la Copa del Mundo en 1986, Alfonso Arau dirige Chido Guan, el tacos de oro, con chavos banda, cascaritas, tragedia y redención, en un guion que parece clase intensiva del “hablar cantadito”, albur y caló urbano. En 1986, Maradona fue “la mano de dios”.

Para todo público, Atlético San Pancho (2001), es la ópera prima de Gustavo Loza, que toma el fútbol como reafirmación de valores y superación personal.

Rudo y cursi (2008) es, quizá, la más lograda. Carlos Cuarón, su director, juega al fútbol y a la vida con los hermanos Tato y Beto Verdusco, interpretados por Gael García Bernal y Diego Luna. 

El documental Ilusión nacional (2014), de Olallo Rubio, hace un recorrido por la intrincada historia de nuestra selección, cinta muy a tono con los días mundialistas. Dos producciones de éxito: Club de cuervos, serie para Netflix, y Eres mi pasión, sobre el fanatismo futbolero desbordado.

Juan Villoro, fanático necaxista, escribió: “La pasión futbolística se alimenta de dolor; cada público encuentra la forma de superar males específicos. En Argentina los milagros son posibles, pero duran poco; en México se posponen para siempre y la gloria debe imaginarse”.

México, como lo hizo en 1930 en Uruguay en la primera justa mundialista, se juega en Catar la ilusión de un país que anhela ver en el fútbol una puerta al cielo y no, como hasta ahora, en el rectángulo verde, una enorme piedra ritual de los sacrificios.

Como diría don Ángel Fernández: “a todos los que quieren y a todos los que aman el fútbol”, que ruede el balón.    

Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital: zonaoctaviopaz.

@vazquezgjaime