Firme a sus 30 años, el CCU busca más público

Aurora Molina cree que el Centro Cultural Universitario es un espacio abierto, multidisciplinario e incluyente “donde todo cabe y todo puede suceder”.

Víctor Rodríguez Méndez

Joven y fuerte —hasta cierto punto discreto, pero orgulloso al fin—, el Centro Cultural Universitario (CCU) cumplió el pasado 24 de septiembre sus primeros treinta años de vida. Considerado el corazón cultural de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), el edificio de estilo neobarroco fue construido durante la rectoría de Daniel Trujillo Mesina como un espacio insignia para la difusión del arte, la ciencia y la cultura de la institución nicolaita.

PUBLICIDAD

Ubicado en pleno centro de Morelia, frente al Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo y a unos cuantos metros de la Biblioteca Pública y de la Librería Universitaria, en la avenida Madero Poniente esquina con Galeana, el CCU se hizo realidad en 1993 gracias al proyecto arquitectónico de Manuel González Galván (fallecido en 2004), quien planteó como criterio fundamental de su diseño la reproducción didáctica e histórica de la fachada que tuvo el Colegio de San Nicolás antes de su reconstrucción en la segunda mitad del siglo XIX.

La historia del lugar refiere la existencia de una estación de gasolina, que luego dio paso a un refugio para estudiantes universitarios foráneos y, entrados en los setenta, la ocupación del predio por una asociación de comerciantes que lo utilizaron como bodega y locales.

Hoy día se mantiene abierto con el propósito de apoyar las actividades de difusión y divulgación científica, académica y cultural, así como de la prestación de servicios de infraestructura. En la planta baja cuenta con un auditorio con capacidad para 300 personas, una sala de reuniones, la primera fonoteca de la Red Nacional de Fonotecas Virtuales de la Fonoteca Nacional y dos salas para exposiciones temporales. En la planta alta tiene una sala audiovisual y dos salas de exhibición permanente utilizadas para talleres y conferencias. La primera sala-homenaje alberga una colección de serigrafías y grabados donada por Alfredo Zalce a la Universidad y en la segunda se aprecia un cuadro de David Alfaro Siqueiros sobre la ex comunión del cura Hidalgo.

PUBLICIDAD

En diciembre pasado inauguró la sala y espacio de usos múltiples “Sala María y Pablo O’Higgins”, producto de la donación a la UMSNH de un centenar de obras del pintor, grabador, muralista y luchador social Pablo O’Higgins. En sus muros, el edificio resguarda otras obras pictóricas de valor artístico y es también sede de la Orquesta de Cámara de la UMSNH, que también ha cumplido tres décadas y tiene presentaciones cada quince días en temporada.

Adjunto a la Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la UMSNH, en las instalaciones del CCU se llevan a cabo presentaciones de libros, conferencias, conciertos, exposiciones visuales y plásticas, además de ofrecer otras posibilidades de difusión y vinculación artístico-cultural.

Para Aurora Molina Pineda, jefa del Departamento del CCU, con el tiempo y las personas este emblemático lugar se ha convertido en “un espacio abierto, dinámico, creativo, incluyente y multidisciplinario que enriquece el espíritu y es referente en la vida cultural, académica y científica de la universidad nicolaita y los habitantes y visitantes de la ciudad”.

En entrevista, la funcionaria nicolaita (con cinco años en el cargo) considera que el reto importante es lograr que la comunidad universitaria “vea y reconozca al CCU como parte de ella”. Si bien reconoce una falta de conexión entre ambas partes, ve la necesidad de “abrir el espacio para hacerle saber a la comunidad universitaria que la cultura no se limita al arte”, asegura.

“Hay gente que no acude porque no lo conocen”, reflexiona la funcionaria nicolaita, y explica que ha tenido la experiencia de invitar a jóvenes preparatorianos a conocer el acervo artístico y a una presentación de danza, por ejemplo, y muchos de ellos y ellas no saben con exactitud de qué se trata el edificio, a no ser que lo ven como un edificio de oficinas. “Eso nos dice que debemos echarle más ganas, de entrada, a la comunidad universitaria, dado que el CCU fue un proyecto hecho ex profeso para la difusión de la cultura en la Universidad Michoacana y todas las manifestaciones culturales de la comunidad deberían estar aquí”.

Licenciada en Gestión Cultural, Aurora Molina señala que en ésta su segunda administración cuenta con el respaldo de la rectora Yarabí Ávila González en la coincidencia de que ambas creen que el desarrollo de la juventud nicolaita debe ser integral. “La rectora está realmente interesada en que los estudiantes de la UMSNH tengan acceso a la cultura”.

Con el ejemplo de la Orquesta de Cámara —que, pese a algunos baches, desde su nacimiento ha logrado captar su propio público, en su mayoría de adultos mayores—, Aurora no duda en señalar que la pandemia por el COVID-19 les hizo perder el ritmo en materia de eventos y, sobre todo, en la labor comunicativa con el público joven. “Hemos identificado que tenemos un público más grande y que sí tenemos oferta para todos, pero el tema de la comunicación es muy importante. No nos podemos limitar a los temas de la tecnología porque muchos adultos mayores no usan la tecnología, entonces son muy importantes los medios de comunicación tradicionales como Radio Nicolaita”.

Por ende, el cultivo de público es muy importante, reafirma. “Nos hace falta público nuevo y eso a veces no lo tomamos en cuenta o creemos que hacer muchas actividades es el éxito, pero creo que el éxito se va construyendo poco a poco y, asimismo, a los públicos hay que irlos alimentando y cultivando para después cosecharlos y no dejar que se vayan”.

A propósito de este tema, la responsable del CCU nos comparte que con el aniversario de los treinta años descubrió muchas cosas del recinto a partir de su misión original. “Creo que lo primero para llamar la atención del público es desde el mismo lugar, que es lo más interesante. Creemos que podemos empezar desde estos muros. Otra de las cosas que más nos impulsan y hace que la gente venga es que ya lo tenemos todo aquí adentro; tenemos un acervo artístico muy importante y ahí vemos una gran oportunidad para decirle a la gente que este lugar es interesante: el Centro Cultural Universitario no es un centro de convenciones, creo que las tres palabras lo dicen muy bien: es un espacio de la UMSNH que ofrece servicios culturales gratuitos a toda la sociedad”.

¿Falta mayor difusión para que el CCU sea más reconocido?

“Nos ha faltado decirles a los jóvenes: aquí estamos, este espacio es suyo, no sólo como público, sino también como creadores. ¿Cómo podemos pensar en los de afuera si desde adentro no somos tan reconocidos? Sin embargo, el reto es hacer el trabajo en equipo: aquí está el espacio, por un lado, y allá está la creatividad, por el otro. Esta tarea no se limita solamente al público universitario, porque finalmente el objetivo que tiene el CCU es que sea un foro para los universitarios, pero que sea también un foro para mostrar lo que hace la Universidad y ponerlo todo a disposición de la comunidad entera”.

“Lo mínimo que podemos hacer no dejar de decirle a la gente que aquí está el CCU y poder ofrecerlo a la comunidad”, añade. “Nos ha faltado mucho la parte de la producción y es algo que nos tenemos que seguir comprometiendo a echarle muchas ganas; tenemos que producir actividades y algo en lo que sí soy muy fiel a la gestión cultural es en cuanto a hacer equipo con el talento, de otra manera no podemos hacer muchas cosas”.

A sus 33 años y en su primera experiencia en la labor administrativa, Aurora Molina lo tiene claro: “Tenemos todo lo que necesitamos para que el CCU sea un espacio abierto, multidisciplinario e incluyente donde todo cabe y todo puede suceder. Por ahora lo único que tengo en mente y como meta es que el CCU siga siendo lo que es y más, aunque lo importante es que está aquí”, puntualiza.

Un edificio digno, pero con algunas falencias

Para Héctor Álvarez Contreras, arquitecto con maestría en restauración, la importancia del edificio del CCU en el paisaje arquitectónico de Morelia radica en su ubicación privilegiada de la zona de monumentos del centro histórico. “La vocación cultural con la que fue creado le ha permitido diferentes momentos de importancia, que ha dependido del interés y las políticas culturales de las rectorías en turno”, explica.

Álvarez Contreras asegura que Manuel González Galván fue un gran conocedor de la arquitectura histórica de Morelia y con este proyecto “hizo una buena aportación con una acuciosa investigación de la arquitectura histórica para reproducir la fachada del Colegio antiguo, como lo consigna la placa alusiva en el acceso por la calle Galeana”. Por ello es que la altura del edificio, el juego de ventanas y puertas por los dos frentes, así como los acabados en “cantera” le permite integrarse “de manera noble y adecuada al entorno de arquitectura histórica”.

La interpretación de esta investigación, añade, es “bastante digna, como todos los trabajos de González Galván con los que ha adornado la ciudad y algunos de sus edificios”; la placa, sin embargo, “no le da el crédito correspondiente”, apunta el maestro en arquitectura.

Héctor Álvarez considera que las actividades culturales para todo el público y su promoción “no han sido de gran impacto en la agenda cultural de la ciudad”, sobre todo si se las compara con las del Centro Cultural Clavijero. “Hasta donde alcanzo a ver, ha tenido más eventos de interés sólo para las administraciones de rectoría y sus dependencias, la impartición de cursos y acaso los conciertos de las orquestas universitarias, que también han sufrido poca difusión de alcance al público. De manera general considero que está subutilizado”.

Como especialista en la materia, Héctor extiende su apunte crítico hacia el diseño de espacios: “El auditorio es un espacio bastante digno de su función cultural, aunque el vestíbulo de acceso es reducido para el aforo de asistentes”. Las salas de exposición también son adecuadas en espacio, añade, “pero la movilidad para discapacitados y gente mayor está limitada a la escalera y no tiene lugares de descanso para los visitantes”.

Además, “si bien no es absolutamente necesario un estacionamiento, en eventos o reuniones oficiales se afecta la circulación vial de la avenida Madero o de la calle Galeana”.

En suma, para Héctor Álvarez lo “más grave” es que se trata de un edificio de importancia cultural que “engaña” al público y a los visitantes al “disfrazarse” de edificio “colonial” cuando en realidad es una estructura del siglo XX. “Creo que sería conveniente una ficha explicativa de este hecho, que se sumaría al importante trabajo de investigación de Manuel González Galván”, finaliza.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.