Ihuatzio, a orillas del lago de Pátzcuaro, la otra capital del Imperio Purépecha y hogar del dios del fuego y del sol

El poderío de Ihuatzio se podría considerar el más grande durante la existencia del triunvirato Purépecha (Tzintzuntzan-Ihuatzio-Pátzcuaro), pues incluso se menciona que la ciudad era hogar del dios Curicaueri (dios del fuego y del sol)

Dante Martínez Vázquez

A orillas del lago de Pátzcuaro en el estado de Michoacán, floreció una de las ciudades más complejas urbanísticamente hablando asociada al poderoso imperio Purépecha. A esta ciudad se le puso por nombre: Ihuatzio, que en el idioma Purépecha significa “La casa del Coyote”.

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La historia de Ihuatzio se remonta a los tiempos del gobernante Taríacuri, uno de los grandes héroes de la historia Purépecha, líder del linaje Uacúsecha y el responsable de unificar a los más importantes señoríos que había en la cuenca del lago de Pátzcuaro bajo una misma bandera. Una vez lograda esta hazaña, Taríacuri en su vejez, decidió dividir el territorio en tres importantes reinos: Tzintzuntzan, otorgado a su sobrino Tangaxoán; Pátzcuaro cuyo mandato le fue heredado a su hijo Hiquingaje y finalmente, Ihuatzio, cuya cabecera fue cedida a su otro sobrino: Hirepan.

Historia de Ihuatzio

El rey Hirepan, sobrino de Taríacuri (señor de Pátzcuaro), se encargó de liderar la gran ciudad de Ihuatzio y llevarla a su máximo esplendor; durante su mandato Ihuatzio realizó campañas bélicas hacía diferentes zonas del actual estado de Michoacán, como la región denominada “Tierra Caliente” y también fue responsable de la conquista del poderoso cacicazgo de Carapan ubicado en la llamada “meseta purépecha”.

Cabe destacar, que el poderío de Ihuatzio se podría considerar el más grande durante la existencia del triunvirato Purépecha (Tzintzuntzan-Ihuatzio-Pátzcuaro), pues incluso se menciona que la ciudad era hogar del dios Curicaueri (dios del fuego y del sol) que era considerado como la deidad más importante del panteón Tarasco.

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No obstante, Curicaueri duró poco tiempo en Ihuatzio, pues durante el reinado del hijo de Hirepan llamado Ticatame, se perdió la posesión del dios a manos del rey de Tzintzuntzan: Tzitzipandácuare. Junto con la ida del dios, Ihuatzio disminuyó drásticamente su protagonismo como cabecera política, pues Tzintzuntzan pronto se erigió como la única capital del imperio Tarasco, adquiriendo entonces todo el poder político, religioso y militar.

A pesar del surgimiento de la nueva capital, Ihuatzio siguió teniendo cierto dominio en la región, y el nuevo sistema de gobierno establecido por el rey Tzitzipandácuare, respetó la sucesión del poder que había iniciado con Hirepan, por lo que su hijo Ticatame, su nieto Tucurán y su bisnieto Paquingata, siguieron siendo señores de Ihuatzio hasta la llegada de los españoles.

Arqueología de Ihuatzio

Ihuatzio al igual que la mayoría de las ciudades Purépechas, después de la conquista y con el paso de los años, fue abandonada hasta prácticamente terminar en ruinas. Sus templos se cubrieron de tierra y vegetación, y lo que alguna vez fue una ciudad próspera; para inicios del siglo XX ya solamente era la sombra de esa gran magnificencia, pues en las tierras de cultivo de la zona, ya solamente se visualizaban montículos o pequeños “cerritos” que alguna vez fueron imponentes templos.

A Ihuatzio llegó una de las figuras más importantes de la arqueología mexicana: Alfonso Caso, quien lleva a cabo varias temporadas de exploración que dieron inicio en el año de 1938. Durante sus investigaciones, los resultados fueron trascendentales ya que Caso descubrió una antigua tradición escultórica Purépecha, donde sobresalían especialmente figuras de coyote, animal emblema de la ciudad de Ihuatzio. Estas figuras de cánidos, están hechas a partir de roca basáltica y andesítica (roca ígnea extrusiva de origen volcánico), y por lo regular se trataban de tronos con la figura del mencionado animal, o también esculturas a modo de “ídolos” en las que los coyotes compartían rasgos antropomorfos, es decir cuerpo humano y cabeza de coyote.

Otro de los descubrimientos importantes de Caso en la zona arqueológica de Ihuatzio, fue la aparición de tres grandes esculturas que representaban a hombres de avanzada edad acostados, con la cabeza levantada y viendo de lado, sosteniendo con sus manos una gran roca en su vientre. A este tipo de esculturas se les conoce popularmente como “Chac Mool”, y es uno de los tipos escultóricos más interesantes del México prehispánico, ya que se han encontrado varios monumentos de este tipo en otros lugares como: Chichen Itzá, Tula, Cempoala, Templo Mayor (Tenochtitlan) y en algunas partes del norte de México, como el “Cerro del Huistle” al norte de Jalisco.

Cuando iniciaron los primeros trabajos de exploración de Ihuatzio, estos solamente estaban enfocados a consolidar edificios y explorar de forma somera el sitio, entonces para cuando se abrió al público la zona arqueológica, solamente se tenían consolidados dos grandes basamentos piramidales de unos 12 metros de altura que se encuentran sobre una gran plataforma de desplante, en medio de una gran plaza que, en la antigüedad era conocida como la “Plaza de Armas”. De igual modo se consolidaron otros elementos arquitectónicos que rodeaban esta gran plaza. Sin embargo, a pesar de que se conocía la existencia de tres yácatas de planta mixta similares a las de Tzintzuntzan, estás no se consolidaron.

Ihuatzio a diferencia de Tzintzuntzan, contaba con un sistema de caminos entrelazados, que llevaban a plazas, basamentos piramidales, templos, altares, etc. También se pueden apreciar la presencia de calzadas que conectaban hacia diferentes salidas de la ciudad, hacia el lago de Pátzcuaro, hacia Tzintzuntzan y hacia Pátzcuaro. Otro elemento arquitectónico que llamó poderosamente la atención, es una construcción a la cual se le conoce como “Uatziri” que consiste en una gran muralla escalonada que además de dividir la ciudad en sectores, sorprendentemente también tiene la utilidad de fungir como vía de conexión entre varias secciones de la ciudad (como una especie de calzada elevada). Este tipo de estructura se podría decir que es casi única en el México prehispánico.

Ihuatzio entonces, es uno de los ejemplos más llamativos sobre el urbanismo Purépecha, demostrando una complejidad sorprendente y la utilización de recursos arquitectónicos originales, que ayuda a disipar más, aquellas antañas ideas sobre la inexistencia de un sistema arquitectónico complejo en el occidente de México.

Dante Martínez Vázquez, licenciado en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Colaborador de los proyectos PAPAPCSUM y REPIMTAR del centro INAH, Michoacán. Actualmente cursa la maestría en Historia en la facultad de Historia, de la UMSNH.

Email: Dante_dalton@outlook.com Academia.edu / Dante Martínez Vázquez