Inseguridad y pobreza, los problemas que hoy laceran a Morelia, una ciudad llena de contrastes

Al celebrar 481 de su fundación, historiadores recuerdan al paso del tiempo cómo ha evolucionado la antigua Valladolid: en 70 años creció 10 veces en población,

Jorge Manzo/La Voz de Michoacán

“Si en el pasado era difícil conocer las calles, la historia, lo bueno y lo malo de Morelia, más lo es en el presente”. Y sí, por lo menos en la década de los 60’s la población no rebasaba las 100 mil personas ni superaba las 10 colonias, ahora en la actualidad viven 10 veces más en la zona conurbana y creció 100 veces más la cantidad en asentamientos, entre regulares e irregulares. Un verdadero gigante enclavado en el centro del país.

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Morelia, una ciudad con riqueza cultural, patrimonial e histórica y un claro referente nacional, pero lamentablemente sumergida en una de sus peores crisis de seguridad y con una lacerante pobreza en su periferia. Así, entre sus claroscuros y sus matices bondadosos, la antigua Valladolid llegó a sus 481 años de fundación, a una distancia de 19 años de sus primeros 5 siglos. Una ciudad bañada en historia.

Quizá para muchos Morelia sólo es el Centro Histórico, sin embargo, está constituida por decenas de miles de personas, con diferentes maneras de vivir, en donde tienen cabida migrantes e indígenas que llegan a la ciudad buscando un sustento para vivir, sin importar las condiciones. Cada colonia tiene sus celebraciones y su manera de organizarse. Quien se atreva a decir que conoce a Morelia es un desafío.

“No se conoce la complejidad de la ciudad. Tengo ideas e imágenes de lo que creo que es y ha sido”, comparte el historiador Jorge Amós Martínez Ayala, quien se ha metido a estudiar a fondo los documentos que describen a la antigua Valladolid, pero reconoce que no es un conocimiento global, ni siquiera lo tiene sobre la Morelia contemporánea, misma que al paso de los años ha tenido un crecimiento exponencial.

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“Hay muchos espacios que sé que existen, uno conoce lugares, pero que no reflejan el todo. Ir al centro a estudiar o trabajar implica estar en un espacio ciertas horas, pero no conoce ni ubica todas las calles del Centro Histórico, o por ejemplo de Ciudad Industrial, La Obrera, en fin”, reflexionó el doctor en antropología social, quien confiesa que la zona de Santa María, en donde él nació y se desarrolló, la conoce un poco mejor.

Morelia tenía tierras fértiles, en donde se cosechaban productos que eran consumidos por los mismos pobladores, pero al paso del tiempo se convirtieron en enormes construcciones de vivienda y en áridas calles por donde fue transitando la modernidad. “Estas transformaciones me hacen tener un sentido de desarrollo urbano de la ciudad. Del pasado, tengo un panorama de la ciudad que para la mayoría de nosotros es desconocida, comenzando por la construcción de la ciudad”.

El historiador afirma tajante que la mayoría de las construcciones de la ciudad fue levantadas por mulatos. Y sí, la ciudad ha sido la casa o el refugio de extranjeros que terminan por adoptar a Morelia como suya. La historia recuerda que aquí se han asentado mulatos y afrodescendientes, que han hecho comunidad. Pero esto no es sólo historia, en el Censo 2020 vuelven a aparecer. Y fue esa diversidad precisamente la que edificó a la provincia.

Si bien reconoce que la ciudad pudo haber tenido una preponderancia criolla dentro del sistema colonial, no fue así, pues la mayoría fue indígena y habitaban los barrios que más tarde se convirtieron en colonias, mientras que las antiguas haciendas se fueron incorporando poco a poco a la ciudad. Ahí están los claros ejemplos de La Huerta, La Guadalupe y Atapaneo. “Esa ciudad diversa se manifestaba en las fiestas, en el teatro, en las corridas de toros y en las fiestas patronales”.

Las transiciones de la ciudad están plasmadas en su infraestructura. El acueducto que servía para trasladar agua, hoy monumento patrimonio cultural de la humanidad. Jesús del Monte es una de las poblaciones más antiguas, incluso, los documentos datan desde antes de que llegaran los tarascos a la zona de Pátzcuaro, comparte el también maestro en estudios étnicos por el Colegio de Michoacán.

“Ha habido una diversidad étnica, pero también fue lingüística”. Y todo esto era más notorio cuando llegan a los jueves de tianguis al centro y se podía escuchar la riqueza de lenguas indígenas, incluso, extranjeras. “Esto es justo lo que le da pluralidad a la ciudad y que se refleja en sus construcciones”, comparte el reconocido investigador, quien también abordó el tema de seguridad que se vivía en épocas pasadas, y lo que en estos momentos está enfrentando la sociedad moreliana.

“Si entras al Archivo Histórico Municipal puedes encontrar muchos casos de robos en el mercado, asaltos, y periodos completos en donde las gavillas hacían inseguro transitar a determinadas horas. La inseguridad es un tema cíclico, y pensar que siempre, en el pasado, fue segura, no es así. Había momentos de descontento social, o había mucha presión de ciertos grupos sociales que terminaban explotando en robos, asaltos y asesinatos, y no necesariamente porque estén vinculados, pero había casos de prostitución de manera recurrente en la ciudad”.

A su vez, el historiador Arturo Herrera Cornejo recordó que la gavilla de Inés Chávez sí fue una de las que provocó inestabilidad en sus tiempos, en la época de la Revolución Mexicana. Recordó que de 1934 al 2003, Morelia vivía en aparente tranquilidad. “No había en ese periodo el ambiente de inseguridad o de zozobra que se fuera a desatar una balacera o registrarse un muerto o un atentado en un lugar público, como ya ocurrió en un restaurante en donde fue asesinado Rogelio Zarazúa (exfuncionario de seguridad pública en el estado)”.

Foto: Cortesía. Los asistentes disfrutaron de una hora llena de arte y cultura en el Centro Histórico.

El también catedrático y comunicador reconoció que en la Morelia antigua, quizá hace unas cinco o seis décadas, sí había robos, pero era las excepciones. En donde sí se llegaban a ver muertos era en la tierra caliente, pero por revanchas o rencillas entre familias, y terminaban matándose unos a otros. “En aquella Morelia no había esta incertidumbre ni inseguridad, y si salías a pasear por la noche, no pasaba nada. Era raro que ocurriera algo, y lo digo por experiencia, llegué a recorrer las calles por la madrugada y nada me pasaba, por fortuna”.

Con emoción a flor de piel recuerda que en su niñez había pocas colonias. Las más populares. El barrio de San Juan, la Vasco de Quiroga, la Ventura Puente, la Isaac Arriaga, la Independencia, Molino de Parras. “Casi todos conocíamos a esa Morelia”. Recuerda con nostalgia que las noticias que publicaba en aquel tiempo La Voz de Michoacán, y que sorprendían, eran choques o atropellados. No había situaciones que hoy se viven como decapitados o personas asesinadas y colgadas en puentes. “Era a una ciudad tranquila, comparada con lo que hoy vivimos”.

Se acostumbraba a salir a la calle y jugar entre los vecinos, ponían dos piedras de portería y utilizaban un balón de plástico y se hacía la reta. El centro evidentemente era la zona más poblada. No rebasaba de lo que hoy es el monumento al general Lázaro Cárdenas del Río. Esto es hace apenas unas seis o siete décadas. Las personas tenían que guiarse con el reloj de Catedral y a las 12 del día todas las estaciones de radio reproducían el Ave María y en donde estuvieran las personas se detenían y oraban. Esa era la vida de hace una décadas, muy distinta a la de ahora, que vive estresada, a contrarreloj, sin admirar ni apreciar alrededor.

Morelia siempre fue una ciudad muy religiosa, en donde también se vivieron conflictos que cimbraron la vida pública, por ejemplo en 1966 cuando soldados persiguieron a estudiantes. La Universidad Michoacana fue testigo del despliegue de tropas. Esos tiempos quedaron para la posteridad y significaron un parteaguas en el país. Pero también en esos tiempos había cosas buenas. Había mucha obra, ese era el sello de los gobiernos. Fue cuando nacieron los mercados Independencia, de Dulces, el Revolución, entre otras tantas instituciones que hoy siguen de pie,

“Había mucha actividad del gobierno, se veían camiones de obras trabajando, se notaba que pese a esta situación de falta de libertades y de represión, también había mucha actividad del gobierno, pero ahora eso cambió. Ahora es más difícil encontrar que el gobierno siempre está en actividad, haciendo cosas productivas para la sociedad”, comparte el reconocido radiodifusor, quien recuerda con añoranza cómo todos se conocían con todos y no pasaba nada.

Pero también los ingresos eran más limitados. Había muchas vecindades en donde compartían casa personas. Al sector salud se le veía salir a las calles, y se presentaba en las escuelas para vacunar a los niños. Los hospitales eran modestos, pero con excelente atención. La consulta se cobraba a bajos costos. En aquellos tiempos hasta viajar en transporte público resultaba algo familiar. Obviamente los choferes hacían su trabajo de manera correcta, no jugaban a las carreras, no llevaban tanta prisa. “Era un mundo distinto al que vino después”, puntualizó.

Arturo Herrera reconoce que en lo material sí ha evolucionado la tierra que lo vio nacer. Hay más trabajo y los ingresos de muchas familias mejoraron. Antes era muy raro que las familias tuvieran casas propias. Ahora las familias son más pequeñas, pues antes llegaban hasta los 12 hijos. Recuerda la debacle que tuvo el campo, y las parcelas ejidales se fueron convirtiendo en casas habitacionales. La gente del campo emigró a la ciudad. Los albañiles comenzaron a tener trabajo, y hubo quienes se ocuparon de los tianguis y la ciudad comenzó a crecer de manera paulatina.

“El terremoto de 1985 hizo que gente de la Ciudad de México y de otros estados se viniera a Morelia. La mancha urbana creció de manera asombrosa por esa causa. En 1960 había una población de 90 mil habitantes. Ahora con la zona conurbada Morelia-Tarímbaro somos una la zona que está el millón de habitantes. Estos fenómenos, primero, el fracaso del campo, y luego la situación del 85, hicieron que creciera esta zona”, compartió el académico.

Las miradas gráficas de los maestros Samuel Herrera y José Antonio Romo nos traen a la Morelia antigua. “En 1950 Morelia era una ciudad muy pequeña, los límites de esa ciudad son tan distintos a los que tenemos ahora. No pasaba de lo que hoy es la Nocupétaro, ni el Obelisco. En fin, la ciudad tenía una composición totalmente distinta a la que vemos ahora. Todos conocíamos esa ciudad, y quizá era por el tamaño, pero sin problema alguno la podíamos recorrer”.

“Recuerdo tanto que hasta los balnearios de Cointzio llegaba el Manantial de la Mintzita, hoy un lugar muy contaminado, que a pesar de que es nuestra principal fuente de abasto de agua, está muy seca, descuidada”, reprocha el maestro de la lente, quien fue testigo de esa evolución en infraestructura de la ciudad. En la década de los 60’s llegaron las construcciones de calles, que aunque eran pocas colonias, se procuraba tenerlas en óptimas condiciones. Sin embargo, ahora, cada vez más crecen los fraccionamientos y expanden la ciudad de manera acelerada.

El maestro Romo recuerda sus pláticas con Esperanza Ramírez, una incansable promotora del patrimonio de la ciudad, y entre los puntos que con preocupación expone es que la ciudad que era hace unos años ya no es y “no sé en dónde quedó”. Platica que las fotografías que él ha tomado, y las que ha rescatado le dejan ver un poco de esa ciudad que se ha ido perdiendo, y aunque hay una percepción de que Morelia es el centro histórico, lamenta que está muy degradado y la ciudad está en un desorden.

“La ciudad que declararon patrimonio cultural ya no tiene esa esencia de lo que fue. En estos tiempos hay cultura, pero qué tipo de cultura”, cuestiona el también cronista de la ciudad. “Hasta la cultura se ha ido degradando, es muy probable que entre en el ánimo de la gente más ir a un partido de futbol o ir a ver a Bronco, que apreciar y celebrar el aniversario y fundación de Morelia por lo que es. Es más fácil que se alboroten con lo otro, que aunque también es cultura”.

Así, con esta mirada crítica, el maestro Romo llama a los morelianos a cuidar y a respetar a su ciudad, de todas las maneras que existan. Morelia es una ciudad que resguarda en sus muros historias, y es la que ha sido testigo del valor de miles de personas que han hecho los cambios históricos en el país.