Liliana David, colaboradora La Voz de Michoacán ¿Quién habría podido imaginar que el exilio español en México lo protagonizarían unos niños? ¿O que el refugio para escapar de la guerra, en sus primeros años de vida, lo encontrarían en Morelia? El exilio, ese umbral claroscuro de la condición humana, sería encarnado por 454 infantes españoles que, procedentes de Madrid, Valencia, Barcelona, quedarían con sus corazones hechos trizas y con su identidad perdida para siempre. En 2010, la escritora e historiadora española Lola Moreno, nacida en 1956 en la ciudad de Almazán, en Soria, publicó un libro titulado La identidad perdida. La historia oculta de los niños de Morelia, un retrato sobre aquel capítulo de la España desgarrada durante la Guerra Civil, que se daría a conocer por primera vez ese año de manera novelada. En México, se habían editado dos libros testimoniales veinticinco años atrás: Los niños de Morelia, un estudio sobre los refugiados españoles en México, de la historiadora Dolores Plá, y Los niños españoles de Morelia. El exilio infantil en México. Este último fue escrito por quien había sido uno de esos niños, Emeterio Payá, y, gracias a su éxito en ventas, fue reeditado en 1987. Imagen de archivo (Filmoteca, UNAM) Habrían de pasar cuarenta y ocho años hasta dar a conocer aquellas dos publicaciones mexicanas; casi medio siglo desde el día en que los infantes subieron al barco Mexique, rumbo a Veracruz, para, una vez en el puerto mexicano, seguir su viaje en tren hasta la Ciudad de México y, desde allí, partir hacia Morelia, su destino final. Sin embargo, los lectores en España tendrían que esperar todavía más, pues fueron necesarios setenta y tres años para que en el país volvieran a tenerse noticias de aquella dramática historia, narrada ahora en forma de novela, gracias a la pluma de la escritora soriana. En su libro, la autora describe los más significativos momentos del escenario bélico, así como los días vividos por los niños españoles en la Escuela Industrial España-México, el internado que fue habilitado en la capital michoacana por el entonces presidente, el General Lázaro Cárdenas del Río, a fin de acoger a los pequeños, quienes, de manera impropia, fueron llamados «niños huérfanos». Tras mi hallazgo de la novela de Lola Moreno, gracias a la generosidad y préstamo de un bibliotecario en Madrid, me puse en contacto con la autora para conocer más sobre los motivos que la habían llevado a escribirla. Quería que me hablara de su visita a Morelia, entre los años 2002 y 2003, así como del viaje que la ayudó a recrear los ambientes y los modismos de una época de la que sólo nos quedan ahora lejanas memorias. «Cuando llegué a México -me cuenta-, se dio la fortuita casualidad de que, en la recepción de la embajada española, conocí a un señor al que le pregunté si él era exiliado, pero me respondió: “No, yo soy un niño de Morelia”. Así que me interesé por su historia, y nos encontramos con varios de ellos en el Ateneo Español Republicano. Me hacía gracia al principio que todos se llamaban a sí mismos “niños”, aunque la más joven del grupo, Amparo Matanero, tenía 74 años. Cuando empezaron a contarme toda su aventura, que me resultó muy dolorosa, me hicieron prometer que escribiría algo para que se conociera, porque en España se hablaba mucho de los niños refugiados de la guerra que habían ido a Rusia, pero el caso de los que habían llegado a México no era muy conocido. Así que empecé a investigar». Niños españoles de Morelia Desde luego, la manera más conmovedora para contar aquella historia era la que brindaba la novela; sin duda, la mejor forma para acercar al lector a unos hechos de los que en España nadie quería hablar, como me confesó la propia Lola: «Durante los casi 40 años de dictadura franquista hubo silencio total. Luego vino supuestamente la democracia y, para hacer una transición pacífica, no se juzgó a los que habían cometido crímenes. Durante el franquismo, no se hablaba de los exiliados, se trataba de acallarlo todo. No se querían abrir las heridas para que la convivencia fuera pacífica, pero las heridas abiertas nunca cierran si no son sanadas. De manera que, durante el gobierno del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, en 2007, se proclamó la Ley de Memoria Histórica, y entonces todo empezó a salir a la luz». Además de los cerca de 500 niños enviados a México, se habían mandado a Rusia otros 900, sin contar todos los que fueron a Inglaterra y Francia. Los que se quedaron del otro lado del Atlántico, en el viejo continente, fueron repatriados cuando Franco tomó el poder, pero la mayoría de los niños que llegaron a México, todos ellos procedentes de familias republicanas, no volvería jamás a su patria. De ahí que, refiere la novelista, «cuando me encontré con el grupo, habían pasado más de 50 años desde aquel acontecimiento, y todavía les dolía en el alma haber estado sin sus padres. Cuando se pierde la guerra, en 1939, se quedan en una especie de limbo». Con el transcurrir de los años, los niños, ya convertidos en adultos, crearon un patronato con el fin de crearse una identidad, pues, durante el tiempo en que se rompieron las relaciones diplomáticas entre México y España, con la salida de Lázaro Cárdenas como presidente en México y la entrada de Franco como dictador en España, a quien el gobierno mexicano nunca reconoció como gobierno legítimo, los niños no fueron reconocidos ni como mexicanos ni como españoles, ya que se les había negado la nacionalidad. «No fue hasta 1965 -me sigue narrando Lola-, cuando Franco concedió una cierta apertura para que muchos de los que habían sobrevivido pudieran ingresar en tierras españolas. Sin embargo, la experiencia fue igualmente horrible porque ninguno conocía a sus padres, eran extraños para ellos. Mientras que algunos decían que sus padres habían sido muy generosos por haberlos enviado a México, otros creían que habían sido egoístas, que se tenían que haber quedado con ellos en la guerra y no haberlos separado. Era un sentimiento muy doloroso». 454 Niños españoles llegaron al puerto veracruzano El lanzamiento de la novela de Lola Moreno en 2010 se convirtió en un boom noticioso, dado que era la primera vez que se publicaba en España la historia del exilio de los niños republicanos en Morelia. La autora buscaba, así, reivindicar la memoria de esa infancia olvidada, inspirándose para ello en la historia real de aquellos pequeños seres de carne y hueso. Por ejemplo, en el relato verídico de Miguel Artigas la autora encontró a su personaje protagonista de la trama, llamado Cosme, quien, al igual que el niño de la vida real, viviría marcado para siempre por aquellos tristes acontecimientos, a tal punto «que, en cuatro décadas, no había querido volver a tener contacto con nadie que le recordara esa terrible experiencia». Por tal motivo, el libro está lleno de capítulos agridulces, unos; y trágicos, otros. Un caso que lo demuestra es el del trato que recibieron los infantes en el internado. A pesar de que Lázaro Cárdenas del Río había proporcionado los máximos recursos posibles para que los niños fueran bien alimentados y recibieran una buena educación, hubo cuidadores y administradores que aprovecharon para «sacar su tajada». Al respecto, Lola recuerda: «Hubo un director del internado, de formación estalinista recalcitrante, que tuvo una mano demasiada dura con ellos. Desde luego, hay que ponerse en la época. No es lo mismo que ahora. Ese personaje creía que los niños, para que aprendieran, tenían que recibir golpes, formarse a base de una educación muy severa. Por ese lado, los niños sí que lo pasaron mal, como me narraron varios de ellos, porque los cuidadores no eran lo suficientemente sensibles. Pero luego hubo una cosa muy buena: todos aprendieron un oficio. Y, en ese sentido, ellos me decían que, cuando salieron de la escuela, donde estaban muy controlados, supieron hacerse muy bien con sus vidas. Ninguno se volvió delincuente. Estaban orgullosos de haber logrado superarse con sus trabajos y de haberse convertido en personas de bien». Novela de Lola Moreno Hay que decir que muchos de los padres de aquellas criaturas creyeron que sus hijos no estarían demasiado tiempo fuera. Apenas, quizás, unos cuantos meses que les servirían para vivir un veranillo lejos de la guerra, sin padecer el horror de los bombardeos cada vez más frecuentes contra la población civil española, cuyos miembros más indefensos -ancianos y niños-, quedaban de esa forma con los brazos abiertos ante la muerte. En el intento de salvarlos, de saberlos lejos de toda aquella terrible matanza, es que muchos fueron enviados a aquella expedición, la cual, como digo, muchos creyeron que duraría poco. Después, con la anhelada victoria, podrían retornar. Pero esa victoria nunca llegó; y el retorno de sus hijos, tampoco. Vuelta la vista atrás, podría decirse que la llegada de aquellos niños a Morelia representó para nuestra historia en común el primer capítulo de un exilio masivo que, tras el fin de la Guerra Civil, dio un nuevo hogar a miles de españoles que repudiaron la dictadura y tuvieron en México una oportunidad para salir adelante. Hoy, de los llamados «Niños de Morelia» aún nos quedan dos testimonios en la ciudad; en el centro histórico, frente a la catedral, una escultura representa a dos de ellos. Por desgracia, ya ha sido vandalizada en varias ocasiones. A su lado, una placa, colocada el 10 de junio de 2017, conmemora los 80 años transcurridos desde entonces, aunque injustamente omite toda mención al General Lázaro Cárdenas, verdadero adalid de aquella generosa acción. Lejos de allí, en el Panteón Municipal, un segundo monumento también recuerda a los pequeños: se trata en este caso de un gran puño de piedra, simbólico gesto de dignidad y coraje, y alusión a la Segunda República española. Mientras que en España nada semejante rememora la vida de aquellos niños, sus pequeños pies, que un día pisaron las calles de nuestra ciudad, todavía hoy sentimos que las recorren, pues a ellas pertenece sin duda una parte de su epopeya y de su imborrable memoria. NÚMEROS 1985: se editaron en México dos libros testimoniales sobre los «Niños de Morelia» 2010: se hace el lanzamiento de la novela de Lola Moreno 163 niñas y 291 niños en edades de tres y dieciséis años conformaron el grupo de españoles refugiados en Morelia 1939: termina la Guerra Civil española 1940: concluye su gobierno el General Lázaro Cárdenas del Río Liliana David es Doctora en Filosofía por la UMSNH. En 2001, comenzó su trayectoria como periodista cultural en los principales diarios del estado (Provincia, Sol de Morelia y La Jornada Michoacán). Del 2006 al 2013, fue reportera de la sección de cultura en La Voz de Michoacán y, tras siete años de diarismo, inició sus estudios de posgrado en la Maestría en Filosofía de la Cultura de la UMSNH, participando en Congresos y Seminarios internacionales tanto en México como Argentina y España. Desde el 2021, colabora en larevista española Contexto (Ctxt) y en Diario Red. Ha publicado en el libro colectivo Ctxt, una utopía en marcha, editado bajo el sello de Escritos Contextatarios. Actualmente, tiene interés en la investigación de las relaciones entre la literatura y la filosofía, la identidad y la migración, así como en la divulgación del pensamiento a través del periodismo.