Mexichrome: una exposición casi descolorida

Muestra artística que destaca por su enfoque en México con tonos descoloridos, la reflexión de las experiencias del país de una manera sutil.

Foto: Cortesía

Erendi Avalos, colaboradora de La Voz de Michoacán

En un país que los recursos para proyectos culturales (salvo aquellos que tienen una intención política premeditada) se administran con cuentagotas, es importante la colaboración de empresas que apoyen proyectos interesantes. Sin embargo, cuando hablamos de Televisa—ese monstruo que ha crecido a costa de enajenar a millones de mexicanos durante décadas—, hay que desconfiar de la inocuidad de sus intenciones, ya que es mucho lo que estas empresas ganan al apoyar proyectos culturales en comparación con lo que aportan. Así ocurre en “Mexichrome. Fotografía y color en México”, exposición curada por James Oles, que se muestra actualmente en el Museo del Palacio de Bellas Artes y que ha encendido la hoguera de las vanidades en el mundo de la fotografía mexicana, sin lograr profundizar rigurosamente en su cometido artístico.

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Alejandra Frausto (o, si es el caso, quien le haya escrito el texto para el catálogo) de alguna manera nos advierte esta falla: “En ese sentido la historia trazada en el recorrido de Mexichrome nos presenta un abigarramiento absoluto que, si no restituye fidedignamente la riqueza ambiental mexicana, nos acerca al menos a una mejor síntesis de esa realidad.” El concepto es bueno, el tema es importante, la necesidad de investigación y divulgación está clara, pero el resultado es magro incluso como pretexto para reflexionar sobre el asunto. Con suficientes recursos, ¿por qué no hacer de una vez un excelente trabajo curatorial, congruente con la premisa? Si bien existe una buena intención, se notan fallas que no reflejan ni la capacidad del curador ni la importancia del color en la fotografía en México, no sólo como recurso genérico fotográfico, sino como medio para capturar la exuberancia del color en nuestro país, o al menos una curaduría en la que el color tenga un peso más allá de lo circunstancial.

Foto: Pablo De Aguinaco

En nueve núcleos que son interesantes en el concepto pero que no logran consolidarse con las piezas elegidas, se pierde la oportunidad de resaltar la obra de varios autores que se dedicaron a la búsqueda del color como un fin en sí mismo a través de la fotografía, además en un país tan colorido como el nuestro. No es suficiente que sean fotografías tomadas en color, es que deberían de ser todas buenas fotografías y muchas no lo son como es el caso de las obras de Gilberto Chen, Yvonne Venegas y Miguel Calderón, entre otros…¿qué aportan al tema del color en la fotografía mexicana esas obras en específico? En este sentido hay dos piezas que merecen mención especial: Rubias (2011), de Andrés Carretero, que supongo se exhibe en esta exposición solamente por el hecho de ser parte de la Colección y Archivo de Fundación Televisa; y segunda es: Virgen de Guadalupe (1987), una copia de muy mal gusto, del trabajo con Polaroid de David Hockney, de la autora Lourdes Almeida, quien tiene una presencia excesiva en la muestra con fotografías muy mediocres. Caso contrario es el deseo de ver incluidas aquí más obras en color de la magnífica Mariana Yampolsky.

Un caso interesante es el de Pablo Aguinaco, ya que debido a su formación como pintor él ve el mundo en color y es lo que captura. Ya en 1999, Juan Llano Rocamora escribe para la obra de Aguinaco: “Habituados a considerar la fotografía en color como un medio de la publicidad o la fotografía comercial, se nos presenta ahora la oportunidad de reivindicar este recurso que a los ojos de este fotógrafo se torna inusitado”. Es evidente que esta es una de las principales premisas de “Mexicrome”, por lo que extraña el poco interés sobre investigar seriamente su obra para esta exposición, sobre todo porque ha sido un fotógrafo que ha preferido el bajo perfil y es precisamente uno de los trabajos de los curadores: el divulgar aquello que no se ha dado a conocer ampliamente. Por cierto, Aguinaco también se distingue por sus fotografías de gastronomía mexicana, la cuál es evidentemente una explosión de color; tema que está totalmente ausente en la exposición.

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Me pregunto si el curador visitó los estudios de los artistas vivos, si acaso revisó junto a ellos sus obras o si investigó a fondo sus portafolios, más allá del renombre que acompaña a cada uno. Me pregunto si viajó por el interior del país en búsqueda de fotógrafos desconocidos que han trabajado en color, o si prefirió la seguridad y comodidad que dan los artistas afamados y los archivos y acervos ya consolidados. En el texto introductorio de sala se menciona que el proyecto es: “Resultado de casi una década de investigación…”, mientras en el micrositio de la exposición, posterior al texto de sala, mencionan que es: “Resultado de un proyecto de investigación de tres años…” ¿Será que alguien más notó que el resultado se ajusta más a tres  años que a una década?

Los aciertos: poner el tema sobre la mesa; la intención retrospectiva de la investigación; incluir en sala una Breve historia de la fotografía en color, incluyendo a Hugo Brehme; la presencia de Enrique Metinides y Pedro Valtierra como artistas del fotoperiodismo, las excelentes obras de Pedro Meyer, Bob Schalkwijk, Susan Meiselas, Alex Web, la inclusión del artista multidisciplinario Adolfo Patiño; la consideración de varias generaciones; y sobre todo: el incitar a curadores e investigadores de la fotografía en México a hacer lo propio desde enfoques distintos y tal vez con resultados más interesantes.


Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Miembro de la Asociación Internacional Críticos de Arte, sección México, y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La pureza del arte”.