Nos vemos en el cine | Los Hermanos Alva y la Revolución Mexicana: el cine y su testimonio

La revolución se transformó con los años en un género cinematográfico y la visión de directores, actores, guionistas, camarógrafos, interpretó a su manera los hechos.

Jaime Vázquez

El Castillo de Chapultepec, residencia del general Porfirio Díaz, fue escenario de la primera función del cinematógrafo en México. Con sus “vistas” y portentosos aparatos en la maleta, Gabriel Veyre y Ferdinan Bon Bernard, fueron enviados de los hermanos Lumière a nuestro país y el Caribe, y por recomendación del general Berriozábal, ministro de Gobernación, organizaron para Díaz la histórica función el 6 de agosto de 1896.

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Veyre filmó más de 30 “vistas” en México, algunas con la familia de don Porfirio como protagonista.

El cinematógrafo hizo explosión como vehículo de magia, hazaña tecnológica que permitía las imágenes en movimiento y el registro de los acontecimientos.

Entre los mexicanos atraídos por el invento novedoso se encontraban Salvador Toscano, Enrique Rosas, Jesús H. Abitia y los hermanos Eduardo, Guillermo y Salvador Alva, y Ramón, tío de estos pioneros originarios de Michoacán.

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Según los datos de Aurelio de los Reyes, el cine llegó a Morelia en 1899, a Pátzcuaro en 1902, a Uruapan en 1904 y a La Piedad en 1907.

En 1906, los hermanos Alva habían filmado ya Calle Nacional de Morelia, y después, en la Ciudad de México, Kermesse en el Jardín del Carmen en honor de la señora Carmen Romero Rubio, esposa de don Porfirio. Le siguieron “vistas” sobre la nevada del 11 de febrero, corridas de toros, actos militares o la entrevista del presidente Díaz con su homólogo estadounidense, William Taft. Cargando enormes aparatos filmaron las Fiestas del Centenario, registro imprescindible para la memoria colectiva. 

El acontecimiento del cinematógrafo en el Castillo de Chapultepec se convirtió a partir de 1911 en testimonio de la revuelta, imagen de una nación en lucha. Don Porfirio partió al exilio y el cine también estuvo ahí para verlo marchar en la estación de ferrocarril de San Lázaro en su viaje a Veracruz, para abordar el buque alemán Ypiranga rumbo a Cuba y de ahí a Europa. La cámara muda que lo veía cabalgar por Chapultepec una década antes, lo despidió en 1911 para abrir el telón a los días de combate.

En 1911 los hermanos Alva filmaban al “jefe de la revolución”, Francisco I. Madero, en su camino triunfal por el país, y mostraron también los estragos del sismo de 7 de junio de aquel año, previo a la entrada de Madero a la capital. Fueron testigos, con su cámara, de la Decena Trágica.

En 1913 los Alva se dieron tiempo para filmar una de las primeras películas de ficción en México: El aniversario del fallecimiento de la suegra Enhart, con los cómicos del Teatro Lírico Antonio Alegría y Vicente Enhart.  

Son de los Alva las tomas de la Entrada de los generales Villa y Zapata a la Ciudad de México, la última ocasión que los líderes del norte y del sur se vieron.

Aquellas imágenes silentes, la voz inaudible de los protagonistas de la revuelta, los días de pólvora y muerte, la mirada de la gente, las calles y campos de batalla de las ciudades, están en el cine como testigos de una época definitoria.

La revolución se transformó con los años en un género cinematográfico y la visión de directores, actores, guionistas, camarógrafos, interpretó a su manera los hechos.

Con la celebración del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, la UNAM produjo en 2010 la película La historia en la mirada, de José Ramón Mikelajaúregui, a la que siguió en El poder en la mirada, de 2018. A la manera de Memorias de un mexicano, de Carmen Toscano, que edita la obra de su padre, Salvador Toscano, las cintas de Mikelajáuregui (disponibles en: Inicio - Filmoteca UNAM) utilizan las imágenes de los Alva y otros cineastas restauradas por los profesionales de la Filmoteca UNAM para acercarnos al México de las dos primeras décadas del siglo XX.

Son tesoros vivos que casi tocamos, los rostros de la gente que, con asombro, mira a la cámara, se sorprende ante aquel invento que llegó a México en 1896 y que pasó del espejismo de la paz porfiriana a la revuelta que cambió a una nación.    

Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital: zonaoctaviopaz.

@vazquezgjaime