Ricardo Benet, zambullirse en la semiótica de la emoción

Una visión estética y filosófica del arte

Rita Gironès

Rita Gironès

Cuántas palabras derramadas en el mundo y, sin embargo, “la narrativa de la proxemia dice mucho más”. Andariego, escribano, hacedor de historias mediante la pantalla como espacio exploratorio: se trata del color, de la forma, de la textura que habita en la emoción. Perder la costumbre de definir las cosas para encontrar un espacio entreabierto a lo indecible. Una visión estética y filosófica del arte. Y a media entrevista recuerda Barcelona, y aquella “bebida de la casa”, aquel vermut infame con su sifón, aquella delicia... Ricardo Benet, lujosa poética cotidiana.

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¿Qué querías ser de niño?

Primero quería ser ingeniero como mi padre, pero después llegó el sueño de ser viajero. A través de las lecturas, mis padres me acercaron a Marco Polo, a Alejandro Magno, a la mitología, a infinidad de personajes megalómanos que llenaban mi imaginario. Aquel mundo de la fantasía y del arte para mí significó el principio de mi dedicación: el viaje, el movimiento y el arte, y este no como un bien a ganarse, sino como algo que te rebasa.

¿Qué quieres ser ahora?

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Quiero seguir siendo cineasta. Ser más práctico y filmar cada vez de una manera más fácil, no creerme este juego infame de la mercadotecnia. Seguir encontrando mi apuesta y valor, mis obsesiones y fortalezas, el rigor de un camino propio.


Rita Gironès

¿Por qué el cine?

Yo veía las películas que veían los niños, ¡de romanos y de circo! En aquel contexto, mi hermano me llevaba al cine y nos quedábamos a las 3 funciones de la misma peli: “El espectacular mundo del circo” con John Wayne y Claudia Cardinale. Cuando escogí carrera, el cine era una profesión demasiado elitista y mi plan B fue arquitectura que combinaba la parte técnica de la ingeniería y la parte artística del cine. Hice la carrera en la UNAM en México y la ejercí durante algunos años. Hasta que me fui a Europa, y allí hice un posgrado en Historia del Arte. Y a mi regreso lo tuve claro, decidí que quería dedicarme de lleno al cine.

¿Cuáles son tus obsesiones, tus temas?

Soy tremendamente repetitivo, soy un animal de costumbres. (Risas). Mis temas casi siempre tienen que ver con el alejamiento, la pérdida, el viaje, la soledad, los espacios vacíos (como un espejo interior), la incomunicación, las ilusiones que se pierden… Curiosamente, mis películas favoritas tienen que ver con esta mirada agridulce de la niñez: Paisaje en la niebla, El sur, Cría cuervos, Los 400 golpes, … Aun siendo un niño bien tratado y feliz, el misterio del mundo adulto llenaba mi imaginación.

¿Cómo relacionas el cine con la vida?

Hay una frase de García Riera, crítico de cine español, que lo resume: “el cine es mejor que la vida”. El cine tiene la oportunidad del montaje, de ser editado, y esta ventaja que tiene de fraccionar tiempo y espacio, lo hace maravilloso. El cine es nuestra fantasía hecha realidad.

¿De qué sirve el cine en un mundo como el de hoy?

Sin duda te lo hace más llevadero. Y eso sucede con el arte en general. Personalmente, la literatura inspira en gran medida mi parte creativa. El arte te hace sobrellevar estas partes incompletas. Eso es, la vida es inconclusa, y hay que llenarla de arte, porque si no, ¿cómo sería posible?

¿Qué papel juegan para ti palabra y silencio?

El cine que yo hago es muy silencioso, Como dice una querida amiga, en nuestras relaciones, en nuestros amores, están las miradas, esa proxemia, el silencio que permite entenderlo todo, y luego llega uno con la palabra ¡y lo hecha a perder! (Risas) Yo primero trato de definir lo que quiero con una imagen. La poesía en el cine está en la imagen. Si ya tenemos la imagen construida, sobran los adornos o la palabrería.

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El arte, ¿tiene más de poético o de político?

Creo que de cotidiano. Decía un buen humanista y antropólogo, Santiago Genovés, la vida es una cosa muy seria como dejársela a un político o a cualquier ideología. El arte no es un lujo a merecer, deberíamos aprender a sensibilizarnos, así como aprendemos otras disciplinas. El arte no hay que intelectualizarlo, hay que sentirlo.

¿Con quién te sentarías a platicar y sobre qué?

¡Sería muy lindo sentarme con Homero y escucharlo narrar La Ilíada o La Odisea! (Risas) Pero de un personaje más actual, me encantaría encontrarme en un bar con Serrat, por ejemplo. Y sería genial encontrarme con Juana de Arco, le preguntaría si de veras le hablaba Dios y la mandaba a liderar a un ejército.

¿Qué cualidades admiras más en las personas?

Sin duda la honestidad. Es un arte tan elegante y no te deja desarmado. Porque ante la mentira ya no puedes hacer nada...

¿Qué detestas más en la gente?

La ambigüedad. Y el miedo, ese miedo que todo lo paraliza y lo corrompe.

¿Tienes alguna asignatura pendiente?

Sí, ¡muchas! Tengo buen oído y me encanta la música, pero no toco ningún instrumento. También aprender a andar en bicicleta. Y me encantaría estudiar astronomía, ahondar en el estudio de las estrellas y las constelaciones.

Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta.

Obviamente, ¡un manual para construir barcos! (Risas). Soy buen viajero en solitario y en compañía, así que también me llevaría a algún buen amigo o amiga. Y algo de música…

¿Qué es para ti la Cultura?

Es la identidad. A partir de ese aquí y ahora, de ese compromiso que tenemos por una parte universal, ya que somos el resultado, el intento del hombre por trascender; y por otra, de tus orígenes, poder hablar de tu terruño. La cultura es no negar que eres resultado de todo un proceso. Decía un poeta mexicano, “no se puede vivir como si no existiera la belleza”. La Cultura es la belleza y ahí está, lo quieras o no.

Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.

facebook: Rita Gironès
instagram: ritagirones