Ser una apátrida

El exilio es gastarnos nuestras últimas cuatro pesetas en un billete de metro para ir a una entrevista por un empleo que después no nos darán. Cristina Peri Rossi

Escribir bajo la condición de exiliadas o migrantes ha tenido un efecto en su literatura.

Cristina Bello

Escribir literatura siempre deviene en movimiento. ¿Qué pasa cuando ese movimiento va más allá? Hablo de cuando una tiene que tomar lo que puede, porque ni siquiera hay tiempo de preparar las maletas, y debe abandonar todo lo que conoce para sobrevivir. Una se vuelve migrante y su escritura también. Muchas son las escritoras que han pasado por esto. Escribir bajo la condición de exiliadas o migrantes ha tenido un efecto en su literatura. En estas líneas pretendo hablar un poco acerca de algunas de estas escritoras.

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Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya, que recibió en 2021 el Premio Miguel de Cervantes por su trayectoria literaria, se exilió en España en 1972 durante la dictadura militar. En múltiples entrevistas, ha afirmado que convirtió la resistencia en literatura. Quizás dentro de su obra esto se puede observar más en la novela La nave de los locos y, por supuesto, en Estado de exilio que, escrito desde que pisó suelo español, la autora no quiso publicarlo sino hasta treinta años después, una vez terminada la dictadura.

Sin embargo, existen otros exilios que son hasta cierto punto elegidos. Tamara Kamenszain, escritora argentina, vivió cinco años en México a finales de la década de los años 70 y hasta 1983, fecha en la que regresó a residir en Buenos Aires. Al igual que Peri Rossi, también se desplazó a causa de la dictadura militar, pero la Argentina, junto con su entonces esposo Héctor Libertella y su hija Malena. Kamenszain, aseguraba que existían tres exilios en su vida: uno por dejar Argentina y residir en México; otro, por dejar México, y uno más por volver a un país que no era el mismo del que se fue. Su poesía reunida se encuentra en La novela de la poesía, donde en uno de los textos, titulado “Exilio”, dice: “mi México es casi muda/ se pronuncia/ cruzando el desierto a los 40/ comulgando matza con la boca seca”. La poesía de Kamenszain se enmarca en la generación de los neobarrocos.

Mas atrás en el tiempo, Carmen Soler, de origen paraguayo. Residió en Buenos Aires luego que se desatara la Guerra del Chaco, entre 1932 y 1935. Soler vive dos casos de exilio pues, aunque regresa a Paraguay al inicio de los años cuarenta y comienza a trabajar como maestra bilingüe (español y guaraní), en 1947, con la insurrección contra Higinio Moríngo vuelve a exiliarse en Argentina. Años después, la poeta y su familia fueron perseguidos, ya que ella pertenecía al Partido Comunista Paraguayo, por lo cual fue acusada de escribir poemas comunistas y arrestada en 1955. Sobre el exilio escribió: “Me siento culpable de estar viva, / de reír y de cantar, / de comer con apetito, / de tener abrigo, casa / y calles para andar / y amigos / con quienes hablar a veces tonterías”.

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De manera mucho más contemporánea, me encontré con la obra de Montserrat Álvarez que, si bien, no es una exiliada como el caso de las anteriores, su obra literaria sí marca un peregrinaje. Álvarez nació en España, pero se crió en Perú, y actualmente reside en Paraguay. Prueba de su nomadismo se encuentra en su libro Nómade. La escritora ha afirmado que una de sus mayores aspiraciones está en el anonimato y en su poema “Apátrida” puede verse lo que ella considera ha sido su recorrido entre los distintos países y las letras: “Sitio de adentro / y jamás un país / ni nada que concierna / a nadie más que a mí en absoluto”.

A la escritura siempre la debe atravesar algo. A estas cuatro poetas y a sus textos las atravesó el asedio político o incluso el académico. La escritura sobre sus viajes y su exilio se convierte en una literatura que hoy en día podemos compartir al leerlas, releerlas y comentarlas.

Cristina Bello (Michoacán, 1995). Licenciada en Literatura Intercultural por la ENES Morelia, UNAM. Su libro Pistola de Agua fue acreedor al Premio Nacional de Poesía “Dolores Castro”. Actualmente cursa la maestría en Estudios Literarios en la Universidad de Buenos Aires.

Fotografía: Wendy Rufino