Sobre el cierre de año, o un recuento de historias

“Mientras algunas historias terminan, otras comienzan. Sin importar que de este lado llueva, siempre les pediré a mis amigas que me manden fotos de sus días soleados”, Paola Carola, El mar está lleno de medusas.

Yazmin Espinoza / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán.- Pensé largo y tendido en sobre qué quería escribir en esta columna, mi última del año. Elegir el tema me costó más que en otras ocasiones, probablemente porque los seres humanos le hemos dado un significado especial y mágico a los cierres de ciclo, a los recuentos de momentos e historias.

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Mi problema era que hacer un simple recuento de libros no me parecía suficiente, pero luego me di cuenta de que, como historias que son, están conectadas a otras, lo cual le brinda un poco de más profundidad y le da ese sentido especial que estaba buscando.

Así que hoy les compartiré mis mejores lecturas del año (hasta ahora), algo también bien difícil porque, por un lado, leí muchísimos libros grandiosos, y por el otro, ¿quién soy yo para calificarlos como buenos o malos? Igual se hizo el intento. Y allá vamos.

“Furia”, de Clyo Mendoza, fue el primer libro que leí este 2022 y me parece que fue como comenzar con el pie derecho pues, los relatos que rodean a los hombres Barrera, a sus madres y amantes, son un oscuro cuestionamiento al amor, a la violencia y el sufrimiento que trae consigo. Esta, es una historia que te golpea con una intensidad increíble tanto que, o la vas a amar o a odiar.

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Luego de dedicarse a la poesía, Clyo Mendoza, autora oaxaqueña, entró al género de la novela pisando fuerte y no me sorprendería que, en próximos años, se convierta en una referencia de la narrativa mexicana de la época.

Otra lectura que marcó mi 2022 fue sin duda mi primer acercamiento a Rosa Montero con “La ridícula idea de no volver a verte”. Este libro generó en mucho en mí. Me sacó un sinnúmero de sonrisas, pero también varias lágrimas. Rosa Montero dejó su corazón al descubierto para hablarnos del amor, de la pérdida, y de ese increíble, fuerte y doloroso momento cuando ambos mundos se encuentran.

“La ridícula idea de no volver a verte”, fue una de mis experiencias con los audiolibros este año, lo cual hizo, sin duda, que su lectura fuera aún más rica porque, al ser narrado por la propia autora, cada frase se tornó aún más poderosa.

Un libro con el que conecté de manera particular fue “Maneras de escribir y ser/no ser madre”, editado por Ave Barrera y Lola Horner, en el que dialogan las voces de 14 mujeres que escriben, algunas tienen hijos, otras decidieron no tenerlos.

Para mí, este libro llegó en el momento en el que justo necesitaba leer algo así. Necesitaba saber que mis notas en el teléfono y los post its junto a mi cama podían considerarse el inicio de algo más grande y profundo. Me hacía falta conocer la experiencia de otras que, como yo, sintieron por un momento que la maternidad las alejaba de las letras, y de sus sueños alrededor de ellas.

Por otro lado, “Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio”, el libro de cuentos de la escritora mexicana Andrea Chapela me sorprendió completamente y disfruté muchísimo los diez relatos que nos regala sobre distopías futuristas con la Ciudad de México como escenario.

La verdad yo me resistía a leerlo porque en mi mente lo había catalogado solo como ciencia ficción, un género del que no soy muy fanática, sin embargo, encontré en medio de todos los artefactos futuristas mucha realidad, profundidad y una muy bella tesis sobre las relaciones entre las personas y nuestra conexión con el planeta.

Y, por último, ¿la lectura de un libro puede ser capaz de simular un cálido abrazo? Olivia Teroba logra justo eso con “Un lugar seguro”. Este fue el primer libro en el que, más allá de un par de líneas como comentario en los márgenes, comencé a escribir mis propios párrafos completos derivado de los sentimientos que algunos fragmentos me generaron. Y es que, los ensayos de Teroba me recordaron que, aunque a veces no sea posible tener “una habitación propia”, como lo menciona Wolf, siempre me tendré a mi.

¿Y cómo fue que llegué a todas estas historias? Gracias a increíbles comunidades que he encontrado a través de la virtualidad; los círculos de lectura.

El primer club lector al que me uní fue el de “Marea de letras”, el cual está integrado por unas jóvenes mujeres fuertes y sororas que me abrieron la puerta (o dieron acceso a su sala de zoom) sin importar que yo fuera un poquito más grande que ellas y viviera en provincia. Su frescura me impacta y su fortaleza me inspira.

El segundo club de lectura, y que se ha ganado un lugar muy especial en mi corazón, es el de “Mexicanas por leer”, con el que he leído la mayoría de los libros que aquí mencioné. Integrado por un grupo de mujeres de todas partes del mundo, el intercambio de opiniones y experiencias sobre las lecturas que nos atraviesan ha sido sumamente enriquecedor. Justamente se ha convertido en un lugar seguro para todas.

Y, por último, pero no menos importantes, mis queridos amigos de “Café literario nómada”. Porque, aunque la virtualidad ha hecho que no existan fronteras, siempre se valora cuando puedes conversar con el otro frente a frente con una deliciosa bebida caliente en la mano. Un círculo de lectura con sede en Morelia pero que va rotando el punto de encuentro de sus sesiones y que está siempre caracterizado por las sonrisas de Sam y las preguntas llenas de profundidad de Juan, sus fundadores.

A todos estos grupos los pueden encontrar en redes sociales y les aseguro que, de unirse a cualquiera, podrán entrar a un universo de historias y cálida compañía.

¡Por más lecturas en comunidad este 2023!