Tere Sánchez, artista escénica ganadora del Ojo a Mejor Actriz en el FICM 2022

«Cuando no encontramos el corazón, de algo nos perdemos»

Víctor Rodríguez Méndez

Entrevista con la recién ganadora del Ojo a Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2022, afincada en Morelia desde hace treinta años

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En sus propias palabras:

“Mi nombre es Teresa Sánchez Reyna y soy una amante de las expresiones artísticas. Me ha tocado la escena en varias modalidades. Empecé con declamación, después teatro, títeres y luego la narración oral, que es apasionante para mí. En este momento me encuentro en activo haciendo actuación para cine. Soy introvertida, aunque no lo crean. En ciertos aspectos descubro que con el tiempo me cuesta mucho más el exhibicionismo, que no me costaba antes [risas]. Ya se están reduciendo muchas cosas en mi universo, entonces creo que estoy pasando por un momento de madurez que va después al envejecimiento y que se está manifestando ahora en un recogimiento”.

—Naciste en la Ciudad de México, pero has vivido los últimos treinta años aquí, ¿qué significa Morelia para ti?

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            — Siento que Morelia significa para mí el país entero, porque descubro que me encanta visitar otros lugares, pero Morelia me da la paz que busco, el calor, todas las opciones en muchos aspectos: de clima, de personas, de lugares. Amo Michoacán y puedo decir que Morelia significa brazos abiertos para mí; significa un maternaje, podría decir que cuando salgo y regreso a Morelia mi sensación de una bienvenida siempre está ahí. Es muy grande lo que significa en términos del hogar y de lo que ha sido mi vida. Aquí me hice, yo a Morelia le debo prácticamente mi vocación, mi profesión y mi carrera.

Poseedora de una gran sonrisa, de corazón humilde, Teresa Sánchez ha logrado destacaren base a su entrega en las expresiones artísticas.

—¿Cómo calibras el momento que estás viviendo ahorita actualmente entre lo profesional y lo personal?

—Híjole, es que en este momento siento una vorágine en términos de lo profesional; incluso, siento que me agarró un poco mal parada, que vino la ola y me arrastró. Es un momento que no me lo esperaba, y ahí es cuando redescubro que tal vez sea tiempo de empezar a cerrar el haz un poco, porque creo cada día más en los proyectos del alma y con corazón, a que yo tenga que aprovechar todas las oportunidades que vengan. O sea, me doy cuenta de que mi intuición me ha regalado la posibilidad de saber qué proyectos quiero hacer. Esos productos me han regalado amigos; estoy trabajando con amigos y amigas, y eso siento que es un regalo gigantesco.

—¿Recuerdas algún momento de niña en el que hayas vislumbrado todo esto que haces ahora?

—Sí, totalmente. En la primaria tenía una avidez por estar al frente y al centro. Una vez una maestra me dijo: “¡Ay, condenada chaparra, tienes una chispa…!”. Fue algo que me hizo sentir que podría contener en mí algo que me permitiera seguir haciendo lo que hacía en la primaria. O sea, era agarrar el títere, salir en el baile, declamar o lo que fuera; era una avidez, no eran sólo ganas. Y también muy temprano vi una obra de teatro que me hizo decir: “Yo no sé qué tengo que hacer para ir por esto, pero yo quiero hacerlo, yo quiero ir hacia ahí”. Creo que eso me marcó la dirección, o sea, preguntar e investigar cómo se iba hacia ahí.

—¿Qué es lo que más disfrutas de lo que haces actualmente?

—Disfruto muchísimo los segundos y minutos que vienen después de la acción, porque he descubierto que ése es un estado de presencia, y el estado de presencia para mí es todo en esta vida. Porque no hay mente y no hay nada más que entregarte en ese momento a lo que se está requiriendo. Es un gozo gigantesco y lo disfruto mucho, pero disfruto mucho también estar conmigo, que es algo que me parece digno de señalarse porque antes no había sido así (risas). Mis juventudes fueron en verdad de un auto desprecio que ahora me caigo muy bien y me la paso muy bien conmigo. Eso también lo disfruto: ir al mercado, salir en bici… ¡amo salir en bici! No te puedo platicar el gozo que resulta para mí.

Este año obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance por su interpretación en Dos estaciones del director Juan Pablo González

—¿Qué le falta y que le sobra al cine mexicano en la actualidad?

            —Siento que le falta esto que yo llamo alma, o sea, cuando no encontramos el corazón de algo siento que nos perdemos y entonces voy a la siguiente respuesta: le sobra pretensión para mi gusto. Y cuando sucede eso la historia ya no te tocó, ya no pasó nada, ya se cumplieron tal vez algunas metas financieras, de entretenimiento ligero, pero ya no trascendió.

—Cada vez más en los últimos años hemos visto cómo el papel de la mujer en el cine ha crecido, ha estado más visible, ¿qué opinas de esto?

—Siento que sí se nota en muchos aspectos cuando hay un equipo de mujeres trabajando para mujeres y con mujeres. Yo amo trabajar con ciertos hombres, pero te debo confesar que hay ciertos sectores en el cine que cuando lo cubren mujeres es una delicia: esa mirada, ese cuidado, esa colaboración, esa horizontalidad, esa sensación de de suavidad, no sé cómo decirlo, porque no es suavidad en sí, porque no tiene que ver con esto femenino; no hay exacerbaciones de tipo sexual, porque muchas veces sucede eso, ni de testosterona, no sé, es algo muy peculiar y opino que hay mucha fuerza de parte de las mujeres que está ganando espacios en todos terrenos y eso está bien bonito.

—¿Qué significa el premio reciente que ganaste en el Festival Internacional de Cine de Morelia?

(Suspira) Tengo una sensación de profundo agradecimiento porque alguien o algunos vieron y me sintieron, ¿sabes? Siento que hubo algo sensorial en ese aspecto y lo agradezco profundamente, a quien dijo: “Esta mujer tiene algo que puede premiarse”. Me parece que esa persona merece todo mi agradecimiento, pero yo me sigo preguntando: ¿por qué existen los concursos, los premios, los número uno? ¿Por qué? ¿Por qué no nos dirigimos hacia un encuentro, hacia un compartir para que nadie quede fuera? Para que no existan este tipo de sensaciones de “no volví a figurar” o “no lo estoy haciendo lo suficientemente bien” o “ya lo hago tan bien que merezco tal premio”. Es complejo para mí, pero de que lo agradezco lo agradezco; y lo agradezco, sobre todo, no de manera personal, porque este premio no hubiera sido posible sin la dirección de Juan Pablo –director de Dos estaciones–, hubiera sido imposible sin la brújula del equipo que era un auténtico barco; cuando se empezaba a meter el agua nos veías a todos jugueteando para afuera, no hubo una ni uno que se quedara mirando. Entonces, no lo siento individual: es un premio que ganamos muchas y muchos.

—¿Que es para ti lo más valioso de la experiencia humana en torno al arte?

Hermosa pregunta. Precisamente eso: lo humano. Creo que lo que lo único que nos va a salvar de la hecatombe es la conciencia, porque en la conciencia hay cuidado, respeto, amor, empatía y, sobre todo, unidad; para mí la unidad es que si yo te hago algo a ti me lo estoy haciendo a mí, no hay más. Cuando yo veo eso en un equipo floto.

—A quién o a qué recurres cuando el mundo parece derrumbarse?

Al estado de presencia. En este momento comprobé que si estoy en este habitar –el famoso, traído y llevado “aquí y ahora” que ya lo entendí– es de verdad como decirle a tu mente discursiva: “adiós, en este momento estoy bien”.

—¿Qué es lo que más te indigna en estos momentos?

Lo que acabo de decir: más que indignarme, me duele mucho la no conciencia, o sea cuando la no conciencia te lleva a golpear, a insultar, a maltratar, a destruir tu propio ecosistema, a tirar el agua… son tantas cosas. El abuso es inconsciencia, o sea, ¿qué tienes en la cabeza como para pensar que puedes arremeter en contra de una persona semejante a ti? No sé, eso me lacera el alma.

—¿Ante qué te rebelas?

Fíjate que yo ya no me rebelo, siento que si mantengo mi estado hago más, porque si arremeto estoy cayendo en la misma dinámica, voy hacia la misma vibración, entonces si estoy pidiendo que pare ¿cómo voy a meterme en ese flujo? Como tal, considero que ya no lo hago, como que mi revolución es estar bien y demostrar que se puede estar bien, a pesar de todo.

—¿Qué te causa mayor alegría?

Mis amigos. Yo sí evado mucho cuando las personas no conectan conmigo, cuando hay algo que no trasciende. El tipo de plática con la que empezamos [antes de la entrevista] son las cosas que yo amo, adoro y disfruto; y me pregunto por qué no lo hacemos más seguido, porque disfruto muchísimo mi relación con mis amigos, con mis personas, y me hace muy feliz oír a mi madre hablando del brote de una planta y las cosas que parecieran más simples, pero que tienen una enorme grandeza, como bañarme, salir en bicicleta y llegar a un puesto y comprar un ramo de cilantro y de epazote y aspirar ese aroma, escuchar la música que me gusta, estar conmigo y no pasarla mal. Esas cosas me llenan mucho.

—¿Y qué lugar ocupa la risa para ti?

—Ja, ja, ja, yo sí le ponía un altar. Para mí la risa es sanadora. Es compañera y es, además, filogenéticamente hablando, de un altísimo nivel. Creo profundamente en la risa como mantra, como oración y como todo lo que debe rodearnos.

—¿Qué nombre le pondrías a la calle donde vives?

—Privada de la Bicicleta.

—¿Qué palabra usas más?

Amor.

—Si tuvieras una tienda de objetos maravillosos, ¿cuál sería el que más te gustaría vender?

La varita mágica de la toma de conciencia.

—Lo que el viento no se llevará de ti…

El amor a mis personas.

Teresita Sánchez Reyna actuó bajo la dirección de Lilia Avilés en La camarista (2018), que ganó el premio Ariel como la mejor Ópera Prima de 2019. Además, entre otras cintas, participó en Los mejores temas (2012) y Verano de Goliat (2010), de Nicolás Pereda. Este año obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance por su interpretación en Dos estaciones del director Juan Pablo González, con la que ganó también el Ojo a Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2022.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.