Trotamundos: veinte años de hacer teatro

Rosanna Cedeño, integrante y fundadora del grupo, habla sobre su experiencia con Trotamundos y su visión del arte escénico

Fotos: Cristina Bustamante

Víctor Rodríguez

Trotamundos Teatro fue fundado en febrero de 2002 en Morelia, Michoacán, con lo que este año cumplió sus primeros veinte años en la escena local. A la fecha ha estrenado más de 15 puestas en escena y, de acuerdo con sus objetivos, es un colectivo que busca una propuesta estética propia, por lo que ha trabajado en el teatro de cámara, títeres y teatro de calle. Ha participado en festivales estatales, nacionales e internacionales. Uno de sus ejes principales ha sido la difusión cultural, por lo que el grupo también ha impartido talleres teatrales y ha coordinado puestas en escena para niños, jóvenes y adultos en diversas comunidades y municipios de México.

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            Sus integrantes son Eva Sánchez Lara, Esteban Vargas Ortiz, Alejandro Yustiaza Ulloa y Rosanna Cedeño Méndez.

Esta última, integrante fundadora de Trotamundos Teatro, en entrevista para Jueves asegura que con sus compañeros nunca pensaron en llegar a cumplir veinte años. “Y no porque no nos apasione nuestro trabajo como actores o porque no seamos un buen equipo de trabajo, creativo y humano, sino porque en México que un grupo de artes escénicas tenga esta duración es complejo, por diversas circunstancias hasta históricas y también por la época en la que vivimos”.

Rosanna explica que aún en las últimas décadas del siglo XX era muy común que el teatro se trabajara en colectivo o que existieran grupos. En los últimos años, agrega, se ha instrumentado una política cultural que tiene que ver con otras dinámicas de organización y prácticas –incluso a nivel global–, con una perspectiva muy neoliberal del arte y también de la cultura, que ha llevado a que los grupos de artes escénicas ya casi no existen. “Lo que existe ahora son colectivos o compañías que se reúnen para una puesta en escena –en general porque se ganaron una beca o porque concursan para ello– y que en función de eso hacen una puesta en escena; o, de pronto, hay colectivos que mantienen un nombre, pero que son de un creador –no de un director–, que para cada proyecto reúne a gente distinta. Eso es interesante también, desde luego, porque te permite experimentar creativamente con gente diversa. Nosotros también lo hemos hecho en lo individual como actores, pero creo que lo que te permite un grupo en primera instancia es generar un lenguaje artístico común, o sea una estética que compartes, un lenguaje en el que puedes comunicarte creativamente, lo cual es muy difícil en el arte si no tienes tiempo”.

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Fotos: Víctor Rodríguez

Y es que para la actriz e historiadora es muy difícil tener un lenguaje artístico fluido con quien se encuentra por primera vez, así como saber lo que se quiere en escena. Un grupo, afirma Rosanna, “si bien no es fácil mantenerlo porque está la cuestión humana de la dificultad del trato cotidiano, lo que sí te permite es construir un estilo propio a través del tiempo; te permite también conocerte a fondo y creo que en buena medida hacer un trabajo más profundo, porque la búsqueda del lenguaje escénico es profunda”. Entonces, agrega, “nunca nos imaginamos llegar a la edad de veinte años como grupo –y más que tenemos de conocernos–, pero creo que ha sido, por lo mismo, muy rico, nos ha dado mucho”.

La experiencia teatral de Rosanna data de 1993. Fue parte del grupo La Mueca de 1993 a 2001, y ha colaborado también con los proyectos “Hilo que Falta” y “Colectivo 60 Mil”.

–¿Qué es lo que más disfrutas de lo que haces al día de hoy?

–Disfruto mucho hacer teatro en las comunidades, es algo que nos ha caracterizado: trabajar mucho en la calle, en las plazas. En los últimos tiempos hemos hecho teatro más para lugares cerrados, pero casi siempre lo que hicimos fue para itinerar y andar de arriba a abajo, y eso nos permitió rolar muchísimo. Después se volvió más complejo por las condiciones de inseguridad; recuerdo que viajábamos a media noche a todas partes, y de repente se convirtió en un riesgo, además de la crisis en el estado que llevó a que la cultura quedara muy abandonada, casi en la extinción, lo cual restringió mucho nuestro trabajo. Sin embargo, sí hemos podido trabajar en talleres con niños, niñas y mujeres.

En este sentido, Rosanna recuerda un proyecto en particular de hace unos 15 años que consistió en trabajar con mujeres en comunidades con mayor índice de marginalidad y de migración. “Ellas hacían teatro de lo que querían contar y expresar de su entorno, y ésa ha sido una de las experiencias más ricas que hemos tenido como grupo”.

–¿Cómo percibes la escena actual del teatro en Morelia y en Michoacán?

–Ha madurado. Cuando nosotros empezamos a hacer teatro en otros proyectos artísticos no había aquí una escuela profesional de teatro. Hoy ha cambiado el panorama porque ya hay más gente, más jóvenes, más colectivos, más espacios escénicos independientes que se han ido levantando poco a poco y eso le ha impreso una dinámica interesante al trabajo teatral. Por otro lado, también hay un abandono de ciertos programas que antes existían de apoyos para la creación o para hacer giras. Por ejemplo, el programa Alas y Raíces, con el que nosotros giramos muchísimo haciendo teatro para niños por todo el estado y ya no es así. Es difícil ahora, pero a la vez eso dinamiza las propuestas artísticas autogestivas, lo cual también implica un crecimiento artístico.

Fotos: Cristina Bustamante

Entre el arte y la historia

Rosanna Cedeño es doctora en Historia y se ha especializado en la investigación sobre políticas culturales y movimientos artísticos latinoamericanos. A la pregunta de cuál es el vínculo entre su labor artística y la académica, asegura: “Evidentemente son caminos de algún modo autónomos uno del otro, pero yo he tratado de unir estas partes trabajando precisamente en la investigación de artes escénicas: por una parte, las políticas culturales relativas con los programas de divulgación artística y de fomento a la creación; y por el otro, el teatro independiente tanto en el país como en América Latina, porque es el teatro que yo hago, y hacer teatro independiente es hacer un teatro autogestivo, que marca sus lineamientos, pero también que busca una resonancia social como es el teatro independiente en América Latina, un teatro que no se regodea nada más en la experiencia estética y en el gusto del artista, sino que también le es importante crear lazos con la comunidad. Me he dedicado a este tipo de investigación precisamente para comprender hacia dónde puede ir un proyecto como el nuestro.

–¿Qué es lo más valioso de la experiencia humana en torno al arte?

–Creo que es la experiencia de sentarte uno frente al otro, que en el teatro es eso: el convivio, el acontecimiento que es vivo, en el cual un poco estás de manera irrepetible frente a quien está ahí y que cada quien lo ve de acuerdo a sí mismo. Hay quien a lo mejor se conecta y hay quien no lo hace, lo cual también puede suceder. Lo más valioso es el encuentro vivo, que se vuelve también un vicio, porque uno ya no puede dejar de hacer teatro por ese preciso instante de la experiencia compartida, que es emocionante para nosotros como actores.

La trayectoria artística de Rosanna Cedeño incluye más de treinta puestas en escena, tres cortometrajes y dos producciones discográficas, así como presentaciones, talleres, festivales, circuitos artísticos y ponencias en México, Estados Unidos, Europa y Sudamérica. No recuerda haber visto títeres de niña, dice, que la hayan influido para seguir esa ruta. Afirma que su inclinación hacia el arte realmente fue por la danza, aunque al día de hoy terminó haciendo teatro y música también. “Mi acercamiento con el teatro tuvo que ver con la fascinación de contar una historia –con lo cual junto lo de contar historias e investigar historias (ríe)– a los otros. Cuando descubrí en la acción escénica el poder de no sólo comunicar una sensación, sino también una idea, encontré un lenguaje importante que tiene mucho que ver con la exploración física y todo el lenguaje corporal. Esa dimensión de las ideas en el teatro me gusta”.

            –¿Cuál es tu mayor motivación para seguir haciendo teatro?

Me motiva lo que he dicho antes: la emoción por esta vivencia compartida. En otro terreno me motiva también el hecho de que creo que es algo necesario, socialmente necesario. Estos actos en los que se da una comunión sensible, en los que una sociedad aunque suene muy trillado– se orienta más a un consumo masivo, a una experiencia de la inmediatez, del compra y tira, creo que el teatro es un resguardo –el arte en general–,y quienes nos dedicamos a esto sentimos ese compromiso.

Con esta perspectiva, Rosanna Cedeño tiene claro que ahora es difícil que se dé la disolución de Trotamundos Teatro. “Creo que vamos a seguir mucho tiempo. Las dificultades provocadas por los roces cotidianos las hemos superado a través del tiempo; hemos pasado por mucho que tiene que ver con la política o con gestiones de cultura en el estado y en el país, ha habido cosas distintas que hemos podido trabajar –a veces más y a veces menos–; hemos tenido apoyo y a veces con nuestros medios y de nuestro bolsillo hemos sacado adelante los proyectos –quizá la mayoría de las veces–, y entonces sabemos que así es, que a veces hay más trabajo y a veces no lo hay, pero finalmente nosotros hacemos lo que queremos y creemos que tenemos que hacer”.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.