Una peculiar pastorela en Tzurumútaro: la eterna lucha entre el bien y el mal

Destacan la participación comunitaria en donde cientos de pobladores son actores y danzantes; fabulosas máscaras artesanales, música, cohetes liturgia y vestuario.

Foto: Pablo Aguinaco DR.

Erandi Avalos

El carácter comunitario de las celebraciones es todavía muy poderoso en algunos pueblos originarios de México. Tzurumútaro, Municipio de Pátzcuaro, es uno de esos lugares en los que este mito cristiano navideño (que en realidad proviene de orígenes más antiguos al catolicismo) tiene lugar de una manera en la que lo que destaca no es necesariamente el consumismo ni el núcleo familiar inmediato; sino una celebración que expresa el carácter social, histórico, estético y religioso de una población.

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Aquí la organización de la Pastorela lleva meses de antelación y todos participan, de una forma u otra. La sofisticada producción de este subgénero dramático religioso popular, cumple su función de mantener la cohesión social y la satisfacción de disfrutar durante varios días en los que el Tiempo profano, ese que nos devora sin tregua en las ciudades; se transforma en un Tiempo sagrado, en el que se vive la actualización de un evento sacro que ocurrió en un pasado mítico; como diría el filósofo Mircea Eliade. Es cuando se rompe con lo cotidiano, se entra en un mundo en el que las reglas son únicamente aquellas que la comunidad ha acordado generación tras generación y en donde todos dan y reciben, se cierran ciclos y comienzan otros.

Foto: Pablo Aguinaco DR.

El sincretismo presente en la región lacustre en esta temporada es de una riqueza cultural exquisita y no puedo imaginar otra manifestación más adecuada para englobar la intrincada red de elementos que se conjugan para dar lugar a esta festividad. Se percibe de una forma velada pero potente, la influencia de la tradición originaria que quedó inevitablemente entrelazada a las nuevas creencias: pensemos en el “mitote” náhuatl, que seguramente tuvo su equivalente en la cultura p´urhépecha. La Pastorela en México tiene su origen desde muy temprano en la invasión europea y como todo el Teatro de esa época, fue una herramienta evangelizadora que desde el siglo XV logró la conversión masiva al catolicismo, siendo los primeros en utilizarlo los frailes franciscanos. Posteriormente en cada lugar va adquiriendo particularidades que hacen única cada representación en distintos lugares, conservando en mayor o menor medida el carácter didáctico-religioso, mezclado incluso con la sátira política en muchas ocasiones.

Pero en el caso específico de Tzurumútaro, el interesante enfoque de participación comunitaria en donde cientos de pobladores son actores y danzantes, donde la liturgia, la música, el vestuario, las fabulosas máscaras artesanales (que desventuradamente poco a poco van siendo sustituidas por máscaras de manufactura industrial), la música, los cohetes, las comidas comunitarias en las que cualquiera es bienvenido; convierten el espacio real y simbólico del pueblo en un espacio escénico en el que la festividad es también una catarsis colectiva.

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Foto: Pablo Aguinaco DR.

Es así como la Pastorela en Tzurumútaro, llena de color y movimiento su plaza, su Templo dedicado a San Pedro Apóstol, las casas de ciertas familias que tienen una participación especial en la festividad, y todas las calles por donde andan y danzan. Calles que todavía conservan algunas construcciones de arquitectura vernácula que desafortunadamente parecen peligrar ante la tentación o necesidad de construir o remodelar sin conservar la tradición, tan importante para mantener la belleza e identidad del pueblo.

La trama de la pastorela es básicamente la travesía que San José y la Virgen María hacen para llegar a Belén, buscando un lugar para que nazca el Niño Jesús, las decenas de diablos en Tzurumútaro, intentan impedirlo y los buenos ermitaños, que se enfrentan a los diablos, deben usar hasta diez pantalones para impedir ser heridos por los afilados ganchos que usan los diablos para herirlos, lográndolo en muchas ocasiones en las que corre la sangre, haciendo mucho más dramática la representación. Los pastores y pastoras, con su juvenil hermosura, portan largos báculos con listones y el ángel es representado por un niño, asegurando el triunfo sobre los malvados diablos con cabelleras de crin.

Esta celebración nos recuerda un tema universal: la lucha del bien contra el mal, y nos asegura que en nuestro México lindo y querido siempre saldrá victorioso el bien…por lo menos en las Pastorelas.

Foto: Pablo Aguinaco DR.

Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com