VERTEBRAL | Amor, amistad y veneno en el mundo del arte

El derecho al honor es incluso protegido por muchas constituciones, debido al impacto negativo tan profundo que puede tener en la vida de quien es objeto de difamación y calumnia.

Foto: Máscaras tradicionales michoacanas, Pablo Aguinaco D.R.

Erandi Avalos

“Nada hay tan veloz como la calumnia;
ninguna cosa más fácil de lanzar,
más fácil de aceptar,
ni más rápida en extenderse”
Cicerón

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Pocos oficios son tan pasionales como el del arte. Es excepción aquel artista o ente circundante al arte que es absolutamente mesurado, flemático e introvertido o que no tiene por lo menos una parte intensa de su ser. Posiblemente esa es una de las causas por las cuales las relaciones laborales en el ámbito artístico casi siempre están ligadas a lo personal de una forma u otra y por lo general implican una amplia gama de emociones y sentimientos exacerbados. Todo bien hasta aquí, no obstante ¿qué pasa cuando esas relaciones desatan, además de apasionados vínculos, lenguas venenosas que quieren dañar? Hablamos entonces de una nefasta situación que nadie quiere para sí mismo pero que pocos rechazan cuando se trata de otros. Algún chismecillo ligero no es grave, pero nadie que esté sano emocionalmente practica estas bajezas de manera constante y con dolo.

Una cosa es compartir una experiencia positiva o negativa que hemos tenido directamente con alguien, porque es importante para el ser humano comunicar sus vivencias. También es normal dar referencia de alguien a nuestros amigos; pero de eso a jugar al “radio del diablo”, como decía George Harrison, hay una gran diferencia.

El derecho al honor es incluso protegido por muchas constituciones, debido al impacto negativo tan profundo que puede tener en la vida de quien es objeto de difamación y calumnia. Para no ser tan puristas, incluso si la acción por la cual se está crucificando al objetivo del chisme tiene algo de cierto, seguramente la forma de comunicarlo estará entintada por esa toxina que producen la envidia, el miedo, el resentimiento y el dolor; lo cual resta objetividad. Quien critica al otro, ¿considera cuál era su situación general al cometer la falla o error?, ¿sabe si sufre de ansiedad, depresión, déficit de atención, desregulación disruptiva del estado de ánimo, o cualquier otro trastorno?, ¿si estaba pasando por un período de duelo, divorcio, problemas con la familia, o económicos; o simplemente porque ese día le bajó la regla? No, porque como dijo el escritor francés François Mauriac: “La calumnia siempre es sencilla y verosímil. Y en esto se diferencia muchas veces de la verdad”.

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La persona que gusta de hablar mal de otros carece de empatía y su versión de las cosas es parcial. Eso no sería un problema tan grave si se quedase en el ámbito personal o de círculos sociales; la cuestión en el mundillo del arte es que esa información retorcida, impacta en la reputación profesional del agraviado.

Si se escuchan cosas negativas de alguien en un ámbito laboral, sin comprobar si son verdad o no y sin tomar en cuenta la versión del otro, será muy difícil no guardar suspicacias hacia esa persona y por lo general, se tendrá la tentación de repetir la infamia cuando se presente la oportunidad. Se crea así un exponencial perjuicio que atenta directamente contra las posibilidades (extremadamente limitadas en nuestro país) de obtener apoyos para proyectos, un contrato laboral, un espacio para mostrar obras o simplemente mantener una reputación dentro de la objetividad. Si a esto le sumamos que la persona afectada sea de clase económica menos favorecida, que venga de una familia humilde o que sea emergente en su labor, tendrá que esforzarse el doble para lograr sus objetivos laborales o artísticos. En caso de que la persona que difama sea alguien con poder e influencia, artistas o agentes culturales serán forzados sutilmente a dejar sus carreras o a no lograr dar el potencial que tienen por trabas injustificadas en el camino. En ocasiones se llega a deteriorar la salud emocional, perder relaciones profesionales y personales o a vivir en el ostracismo.

El chisme es una forma de violencia y en México, deporte nacional. Esa práctica, si bien nunca se extinguirá, sí debemos contribuir para que pierda fuerza. Cierro con otra frase, de Henry Thomas Buckle: “Grandes mentes discuten ideas. Las mentes promedio discuten eventos. Las mentes pequeñas discuten sobre las personas”. Hagámonos el favor de ensanchar la mente y el corazón: cuando venga la tentación de hablar mal de alguien ausente, favor de morderse la lengua hasta sangrar si es necesario y no escupir ese veneno; con mayor razón si no nos consta lo ocurrido o si esa persona nunca nos ha hecho daño.

Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com