Vertebral | La poca profundidad con la que se educa, se crea y se difunde el arte, es grave

“Cada vez que escalo soy perseguido por un perro llamado Ego”, Friedrich Nietzsche

PABLO AGUINACO LLANO DR., FACEBOOK

La Historia se crea con la circunstancia del ser humano. Lo mismo ocurre en la Historia del Arte; que además es punta de lanza en los avances: toma los conocimientos y pensamientos del momento y al mismo tiempo abre nuevas posibilidades, teniendo impacto en áreas tan diversas como la ciencia, tecnología y filosofía, de manera permanente y transversal. Todas estas áreas del conocimiento recopilan información del entorno para proponer cambios de paradigmas, generalmente con la intención de mejorar.

El arte ha contribuido en los grandes avances de la humanidad y casi siempre lo ha hecho a través de un grupo de artistas; que si bien difieren en niveles de creatividad y genio, se fortalecen compartiendo, dialogando y discutiendo sus propuestas conceptuales y estéticas. A través de la eterna tríada dialéctica: tesis, antítesis y síntesis; se van generando obras de arte que impactan en el mundo y que incluso se convierten en íconos sociales que representan momentos de cambio en los que artistas reaccionaron a lo más recóndito de la naturaleza humana: Los Miserables, de Víctor Hugo; El Acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein; el Muralismo mexicano; el Guernica, de Pablo Picasso; Los Desastres de la Guerra, de Goya y Lucientes; las fotografías de Sebastião Salgado, entre tantas otras. Así, obligan a dejar la indiferencia y a observar lo que debe ser cambiado.

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Aunque son obras individuales, son producto de su tiempo y de la colectividad. Desde las culturas originarias hasta las segundas vanguardias del siglo XX la importancia de la comunidad, del contacto directo entre artistas y sus propuestas fueron básicas para el arte. Todo parece indicar que en la actualidad la relación artista-colectividad es mucho más compleja, en gran medida por el uso excesivo de la tecnología, que por un lado es benéfico y por otro, cuestionable. Sin idealización a otras épocas, se puede reflexionar cómo la individualización y el desapego comunitario están modificando la fuerza que el arte tiene en la sociedad. Si a esto le sumamos el distanciamiento social fruto de la pandemia, se agrava el asunto. La pérdida del sistema aprendiz-maestro y la institucionalización de la educación artística, que confunde el enriquecimiento creativo con la obtención de calificaciones o diplomas; puede demeritar la búsqueda personal de un lenguaje artístico propio. El mito del currículum, que en muchas ocasiones no tiene nada que ver con la solidez de una carrera y que se forja desde la meritocracia y las influencias.

La fama y la fortuna de un artista deberían ser consecuencia de un trabajo serio y refinado, y no de un ejercicio del culto a la personalidad. La poca profundidad con la que se educa, se crea y se difunde el arte es grave. Casos aislados de creadores comprometidos con su trabajo, que no llegan a impactar ni a incomodar al sistema imperante, porque no tienen la fuerza de la colectividad. Se renuncia a la posibilidad de crear nuevos paradigmas a cambio de un poco de reconocimiento que alimente el ego.

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Cada vez es más complicado caminar juntos; cada vez más cómodo ir cada uno por su lado, arrebatando las migajas que el Estado puede ofrecer. Ejerciendo en ocasiones con violencia el pequeño poder que otorga un puesto permanente o temporal dentro del aparato burocrático cultural, opacando el esfuerzo del otro y de ser posible, eliminándolo. Tantas historias al respecto, que la desesperanza crece.

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¿Dónde están los artistas en un momento histórico en el que el mundo arde? ¿Dónde las propuestas que cuestionen el daño al medio ambiente, a las minorías, a las poblaciones vulnerables por la guerra, a la economía voraz o a la corrupción imparable? Desde lo local hasta lo global, no se siente su presencia como una fuerza de unidad en la diversidad.

El arte es la expresión más alta de la capacidad humana, y no se da si no hay libertad, talento y trabajo. Cumple una función didáctica muy profunda y es ahí donde se conecta con la sociedad. Hoy es necesario revisar nuestro papel y el de nuestros contemporáneos. Pisamos arenas movedizas y existe el riesgo de que el arte pierda una de sus características más preciadas: su poder de creación y transformación colectiva.

Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com