Recordamos a Rockdrigo González; ya son 35 años sin la voz del Profeta del Nopal

Rodrigo González estaba con su pareja, Françoise Bardinet, en su apartamento de la calle Bruselas, en la colonia Juárez de la CdMx cuando el temblor tumbó el edificio

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Este sábado se cumplieron 35 años del terremoto que en 1985 sacudió a la Ciudad de México, y entre los miles de víctimas de esa tragedia quedó bajo los escombros Rodrigo González, máximo exponente del rock rupestre, El Profeta del Nopal.

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Rodrigo González estaba en su departamento cuando sobrevino la tragedia, pero curiosamente, con su muerte, más que un gran vacío, que sin duda lo hubo, se generó una especie de abrevadero en torno a su obra para que ésta floreciera como estandarte del rock mexicano más allá del rupestre, pues sus canciones se tomaron como insignia de toda una generación de roqueros de la capital del país.

Así, Rockdrigo se convirtió en el cronista postmoderno de la capital, en el retratista de la sociedad clasemediera, en el editorialista de los vicios, tragedias y humor de los habitantes de la “vieja ciudad de hierro”.

Y es que no podemos negar la gran influencia de temas como “Metro Balderas”, o de discos como “Hurbanistorias”, o el poder de letras como la de “Tiempo de híbridos”, “Ratas” o “No tengo tiempo de cambiar mi vida”.

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De hecho, Metro Balderas causó conflicto entre González y Alex Lora, ya que mientras él fue el autor de la pieza, el líder de El Tri fue quien la catapultó a la fama al cambiar algunas estrofas, por lo que dicha autoría se les adjudicó a ambos músicos.

Estatua de Rockdrigo en la estación de Metro Balderas.

Y es que mientras la versión de Rockdrigo únicamente se acompaña de una guitarra y una armónica, así como un ritmo lento, la de Alex Lora usó metales, guitarras y más ritmo.

Asimismo, el líder del Tri cambió palabras como “conductor” por “chofer” y omitió las referencias hacia Sigmund Freud que había hecho Rockdrigo González, quien también estudiaba filosofía, y de ahí la inspiración para componer su peculiar estilo de componer.

La vida del músico se apagó el 19 de septiembre de 1985. Su departamento se encontraba en la calle Bruselas, en la colonia Juárez, donde se encontraba un edificio que no soportó el movimiento del terremoto y sucumbió, convirtiéndose en la tumba del máximo exponente de las “hurbanistorias” del entonces Distrito Federal. Junto a él falleció su pareja, Françoise Bardinet, quien se desempeñaba como profesora de francés en México.

Así, es tanto lo que el rock en México le debe a Rodrigo González, que cualquier homenaje será poco, porque siempre quedará ese malestar de pensar hasta qué punto hubiera evolucionado de no haber muerto tan prematuramente. Por eso la deuda con ese tamaulipeco de nacimiento y capitalino de adopción nunca quedará saldada, porque le tocó una de las etapas más difíciles para ser roquero en este país, y sin proponérselo dejó un gran legado y no alcanzó a ver el resultado de la lucha de toda esa generación de músicos que, con el movimiento rupestre, no dejaron morir al rock.