¿Quién es Vicente Leñero?

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MÉXICO, DF.- El escritor Vicente Leñero solía decir que tenía más vida que imaginación. Aseguraba también que no le gustaba celebrar su lugar en la historia de México, es más, no creía que tuviera uno en la vida nacional y cultural del país, por eso era renuente a las entrevistas y a los actos públicos; tampoco disfrutaba de la vida pública ni pertenecía a ningún grupo.

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Sin embargo, con su trabajo periodístico y literario se convirtió en uno de los más importantes narradores mexicanos de la segunda mitad del siglo XX.

"Los compañeros de mi generación eran los que se decía que estaban en las mafias, yo viví siempre aparte. Mi único real amigo literario de mi generación fue José Emilio Pachecho", dijo en entrevista con EL UNIVERSAL en marzo de 2013.

Nació en Guadalajara el 9 de junio de 1933 y en 1961, después de terminar sus estudios de ingeniería, se dio a conocer como escritor con el libro "La voz adolorida", convirtiéndose así en protagonista de las letras mexicanas. A esta faceta literaria se suma su trabajo como editor, periodista, dramaturgo y guionista.

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Su acercamiento a la literatura fue a temprana edad, gracias a que su padre era un gran lector. Julio Verne, Salgari, Mark Twain fueron algunos de los autores que leyó en su niñez. Aún con esta formación lectora, no deseaba ser escritor, sólo "escribir cuentos", además asegura que también era un "lector desordenado".

Leñero hizo estudios de ingeniería, además comenzó a estudiar periodismo en la escuela Carlos Septién García porque pensó que esta profesión le sería útil para aprender a escribir. En una entrevista concedida a Letras Libres, dijo sobre la escritura: "No soy un escritor, aunque he escrito muchas cosas, la mitad debí no haberlas escrito".

El inicio

Un día Leñero escribió dos cuentos que inscribió para un premio universitario, era 1958 y el jurado estaba conformado por Juan Rulfo, Juan José Arreola, Guadalupe Dueñas y Henrique González Casanova. Ganó los dos primeros lugares con sus obras.

La vida literaria de Leñero nació con esos premios y con las tertulias que se llevaban a cabo en el Café Palermo, al que asistían escritores como Rulfo y Efraín Huerta. Poco después, acudió al taller de Juan José Arreola, al que también asistían José Emilio Pacheco, José de la Colina, Eduardo Lizalde, entre otros. Tres años después de aquél premio, en 1961, Leñero publicó su primera novela "La voz adolorida", obra que nunca fue completamente de su agrado.

Tras esta aventura inicial se inscribió en el Centro Mexicano de Escritores, con la beca pudo escribir "Los albañiles", con la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. La obra que lo catapultó. La obra nació con el impulso y guía de Ramón Xirau, y a partir de las experiencias de Leñero cuando hizo su servicio social en ingeniería sanitaria.

Aún con el éxito de la novela, Leñero narraba que en el mundo cultural mexicano de la época, entonces liderado por el periodista Fernando Benítez, no era bienvenido, entre otras cosas, porque acudía a las reuniones sociales que organizaban escritores como Carlos Fuentes.

Sin embargo, ya con la iniciación literaria, Leñero vivía obsesionado con la idea de ser traducido y con el temor de no ser, en realidad, la clase de escritor que había soñado de sí mismo.

Luego de "Los albañiles" publicó “Estudio Q”, una obra en la que no creía ni su propio editor ni, después se enteró, muchos otros editores de los más diversos países. Esa realidad implacable se la reveló una joven: Carmen Balcells, quien después se convertiría en una famosa e influyente agente literaria. Leñero, enfadado, la despidió sin más y se atrevió a acusarla públicamente de sólo dedicarse a sus consentidos como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

Cuarenta años después de ese "doloroso" capítulo de su vida, lo narró en el libro "Más gente así" (Alfaguara, 2013), volumen conformado por 15 relatos y que es la segunda parte de "Gente así", publicado hace cinco años por la misma casa editorial.

Con "Más gente" involuntariamente celebró su propia vida como periodista, guionista, maestro, hijo, esposo, escritor, quizá no el que soñó, pero sí el que pudo, dice, ser leído en México.

Sobre esa experiencia contó a EL UNIVERSAL que los escritores de su generación tenían la esperanza de consagrarse gracias a la traducción. "Después de un tiempo me convencí de que la traducción no lo era todo. ‘Los albañiles' no se ha vendido en otros idiomas pero en México sí, ¿qué más necesito? Reconciliarme con mi país y escribir para los mexicanos, por eso mis últimos relatos como estos o como los que escribo en la revista de la Universidad son tan locales, porque hablo de gente que sólo se conoce aquí y no pienso que los vayan a leer en otra parte, si se leen aquí estaré muy satisfecho", dijo.

Tras "Estudio Q" escribió "El garabato" aparecida en 1967. Al año siguiente publica su primera obra de teatro "Pueblo rechazado" con la que a decir de críticos como Christopher Domínguez, los temas asociados a la "renovación católica" se fueron adueñando de su obra. Y su acercamiento al teatro, decía, también fue por influencia de su padre, quien lo llevaba a ver obras como "Don Juan Tenorio".

Sobre la religión, contó en una entrevista: "Soy una persona religiosa que vive en un mundo en el que nadie cree, la fe ya no es tema de conversación y si se habla de religión es para hablar de los pederastas, del nuevo Papa, pero no de lo que transforma al hombre, lo que hace respetar al otro; aunque esto lo da la literatura".

La consolidación

Los periodistas” (1978), “El evangelio de Lucas Gavilán” (1979), “La gota de agua” (1984), “Asesinato” (1985) y “La vida que se va” (1999) han sido otras de las obras que lo convirtieron en protagonista de la narrativa mexicana.

José María Espinasa describe así su literatura: "Es a veces un novelista realista con tintes políticos, y rinde por ello homenaje a modelos como Martín Luis Guzmán, Rulfo o Revueltas, o incluso a compañeros de generación como Ibargüengoitia. A la vez es un gran lector de Arreola, de la literatura fantástica, de la policíaca y de la experimental (en "Las uvas estaban verdes" cuenta las desgracias de ‘Estudio Q’, cuando el mercado reclama realismo mágico). Eso le permite ser muy versátil. A eso agrega su capacidad de escuchar el habla, su oído para los giros idiomáticos (sólo comparable al de Ricardo Garibay). Por eso prolonga las búsquedas de la narrativa de la Revolución Mexicana en un contexto urbano y con introspecciones psicológicas e intimistas".

Paralelamente a su vida literaria, Leñero trabajó en el periodismo. Trabajó en diarios como El Heraldo de México y Excélsior, en las revistas Claudia y Revista de Revistas, y fue subdirector de la revista Proceso de 1977 a 1998.

Como guionista trabajó en películas como Los de abajo (1978), El callejón de los milagros (1995), La ley de Herodes (1999), El crimen del padre Amaro (2002) y El atentado (2010).

Y recibió diversos reconocimientos como la beca del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid en 1956, y a finales de la década siguiente, las del Centro Mexicano de Escritores y la Fundación Guggenheim; el premio Xavier Villaurrutia por su antología "La inocencia de este mundo en 2001 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México, en el área de Lingüística y Literatura, edición del 2001, y la Medalla de Bellas Artes en 2011.