Hace 31 años partió un guitarrista excepcional: el Rey Blanco del Blues, Stevie Ray Vaughan

En agosto de 1990 el destino hizo que un viaje en helicóptero cambiara trágicamente la historia del blues para siempre

Redacción / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Los más fatalistas dijeron que dos guitarristas de ese nivel no podían convivir en el mismo planeta. Los fanáticos de Eric Clapton lo celebraron como si su ídolo hubiera vuelto a nacer. El texano Stevie Ray Vaughan murió trágicamente el 27 de agosto de 1990 y con él se fue un pedazo de blues.

PUBLICIDAD

No hay músico sobre la Tierra que pueda negarse a una invitación para tocar con Eric Clapton, y Stevie Ray Vaughan no fue la excepción. El apodado Slowhand (mano lenta) lo había convocado para formar parte del recital que finalmente compartieron el 26 de agosto de 1990. Esa noche, en el Alpine Valle Music Theatre de Wisconsin, también se lucieron otras glorias como Robert Cray, Buddy Guy y Jimmie Vaughan, el hermano de Stevie. "Sweet Home Chicago" sonó como nunca, literalmente, ya que esa sería la última vez que semejante clásico se escucharía interpretado por ese dream team de blueseros.

El vuelo de la muerte

Vaughan no solía formar parte de las giras de Clapton, pero ese fin de semana, en Alpine Valley, valía la pena, y el más joven de los herederos al trono de los guitarristas aceptó gustoso. El británico se sintió honrado y supo reconocer que Stevie y su hermano Jimmie eran los mejores del mundo. ¿Habrá sido demasiado talento para un mismo escenario?

Después del show, Stevie pensaba volver en auto, pero Clapton quiso lucirse con un gesto digno de un caballero y le ofreció su lugar en el helicóptero que lo trasladaría a él y su staff rumbo a Chicago. Vaughan aceptó y partió junto al productor Bobby Brooks, el piloto Jeff Brown, el guardaespaldas Nigel Brown y el director de gira Colin Smythe. Todos fallecieron minutos después, cuando la nave despegó para luego terminar estrellada contra el suelo por un error del piloto a cargo.

PUBLICIDAD

"Mi hermano ha sido mi gran influencia, él es el responsable de que yo esté donde estoy, de que haya llegado a Lonnie Mack y a Jimmi Hendrix, a Buddy Guy, Albert y BB King", decía Stevie en una entrevista de 1985 en un bar de su Texas natal. Justamente de Mack rescató y popularizó la mezcla de blues y rock que lo hizo famoso, y de Hendrix, el virtuosismo con el que fue comparado hasta el final. Su hermano lo había hecho llegar hasta ese lugar y allí fue donde lo despidió.

Contra las cuerdas

La guitarra comenzó siendo un juguete para el pequeño Stevie hasta que encontró la manera de tomar prestada la de su hermano Jimmie, que era de verdad. Con el tiempo se la hizo propia, tanto que, aunque no pudo borrar la marca original del dueño, que decía "Jimbo", le puso sus iniciales: SRV. Con el tiempo llegaría la Number One, su clásica Fender Stratocaster, y también Lenny, un regalo de quien fuera su esposa hasta 1988 (Lenora “Lenny” Darlene Bailey), entre muchas otras guitarras que lo acompañaron durante su carrera.

Físicamente se despegó de su hermano de manera notable. Lejos del pompadour a lo Elvis y las prendas sobrias de su hermano Jimmie, el más chico de los Vaughan optó por un look que marcó la moda de muchos rockstars en los 80. El pelo largo y los sombreros, sumados a los aros enormes y los collares con talismanes fueron su marca registrada. Un hombre del blues que supo condimentar con rock.

Aunque tocaba desde mediados de los 70, fue en 1982 cuando llamó la atención de David Bowie, que lo invitó a grabar "Let's Dance" para el disco del mismo nombre. Inmediatamente después comenzó a formar parte de la escudería de John Hammond, un cazatalentos del rock que apadrinó a glorias de la talla de Bob Dylan, Bruce Springteen y Leonard Cohen.

La fama trajo excesos y en 1986 se descompensó por el abuso de drogas y alcohol durante una gira por Alemania. Fue por eso que decidió comenzar con un proceso de desintoxicación que mantuvo hasta su último día. Aunque habían compartido muchos escenarios, los hermanos Vaughan sacaron un solo disco juntos, póstumo para Stevie. “Family Styles”, firmado por The Vaughan Brothers, es el mejor registro de un apellido que grita blues.

Lágrimas en el cielo

La tragedia que golpeó a Eric Clapton el 27 de agosto de 1990 no sería la última. Apenas sobrepuesto al doloroso final de su amigo Stevie Ray Vaughan, a quien él mismo invitó a subirse al helicóptero en el que finalmente encontró la muerte, el guitarrista inglés volvería a ser golpeado por la fatalidad.

Siete meses después, el 20 de marzo de 1991, su hijo Connor (de cuatro años) murió al caer desde un piso 53 en un edificio de Manhattan, en Nueva York. "Estaba enamorado de él, aún no acepto que no vaya a verlo más", dijo Clapton, y luego compuso "Tears in Heaven" junto con Will Jennings, canción que formó parte de Unplugged (1992) con el que ganó seis premios Grammy.

Por estos días Clapton está promocionando “Happy Xmas”, su nuevo disco de 14 canciones navideñas, entre la que se destaca "Jingle Bells", dedicada al Dj sueco Avicii (fallecido en abril de este año). Considerado por muchos como el mejor guitarrista del mundo, a los 72 no sabe cuánto más podrá seguir adelante con su carrera. Al tinnitus, zumbido permanente en el oído ocasionado por la exposición constante a sonidos fuertes, se le suma una enfermedad neurotípica periférica que causa debilidad y dolor en las manos y pies, lo que le ocasiona trastornos para tocar la guitarra.

BB King había dicho de Stevie Ray Vaughan que él no tenía solamente talento, sino que también tenía "el sentimiento para tocar blues". Años más tarde, en un show de 2006, el mismo Rey del Blues le habló a su amigo Clapton en un escenario, y le dijo: "Ojalá yo viva para siempre, pero que tú (Eric) vivas para siempre, más un día. Porque odiaría estar presente cuando fallezcas".

El inglés le hace caso a su maestro y se mantiene vivo a pesar de los dolores físicos y del alma, como si aquel famoso grafiti de los 60 en las paredes de Londres fuera una verdad absoluta: Clapton es Dios.