Hablar

Si las palabras del hablante en turno logran atraerme o siembran en mí cierta curiosidad, detengo mi paso, finjo una suspensión amable de mi rutina y me quedo unos minutos a esgrimir mis opiniones

Gustavo Ogarrio

He conversado con desconocidos en el café, en las largas filas del banco, en restaurantes solitarios, en las bancas coloniales de céntricos parques y en algunos hospitales, por mencionar los sitios más frecuentes. Cuando extrajeron mi próstata, compartí el cuarto con una mujer que sería operada de la vesícula y con un hombre al que le cortarían parte del intestino grueso por una mal formación inexplicable. Durante gran parte del día, el cuarto se llenaba de familiares. En ocasiones, yo tenía que intervenir para atender desde mi cama –con mis comentarios, ocurrencias y con el ofrecimiento sincero de mi charla– a los primos, hijos, sobrinos y nietos de mis vecinos de cama. No fueron pocas las veces que terminaba agotado pero satisfecho de haberme sumergido en la complejidad humana en una situación tan desfavorable. Por las noches, las charlas con la mujer de la vesícula y con el hombre del intestino grueso servían para escapar de la angustia ante el bisturí o para aceptar paulatinamente el hecho de que cualquiera podría morir en la sala de operaciones. No importaba el tema, siempre terminábamos lamentándonos por la dolorosa fragilidad de los seres humanos ante hechos tan rotundos como la enfermedad. Estas conversaciones me dejaron una extraña nostalgia por el mortal aliento de mis días en el hospital.

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También me gusta hablar con hombres y mujeres madrugadores al pie del local de periódicos. En los momentos previos a la compra del diario matutino, veo de reojo los encabezados y las fotos en la primera plana de los otros diarios. No falta la voz anónima que jala mi humanidad, mi voz y mis gestos, hacia el intercambio de un par de comentarios. Si las palabras del hablante en turno logran atraerme o siembran en mí cierta curiosidad, detengo mi paso, finjo una suspensión amable de mi rutina y me quedo unos minutos a esgrimir mis opiniones.