Zirahuén muestra otra forma de recibir a sus muertos en Michoacán

Uno de los distintivos de esta tradición en este pueblo del municipio de Salvador Escalante es que la ofrenda incluye como base manteles y servilletas bordadas a mano.

Foto: El Universal. El lienzo con el bordado le llevó de trabajo de elaboración poco más de seis meses, para cobijar el ánima de su ser querido.

El Universal/La Voz de Michoacán

Salvador Escalante. La celebración de Día de Muertos en la comunidad michoacana de Zirahuén se realiza en la mañana, tarde y noche del 2 de noviembre, con elementos culturales únicos en su especie.

PUBLICIDAD

Uno de los distintivos de esta tradición en este pueblo del municipio de Salvador Escalante es que la ofrenda incluye como base manteles y servilletas bordadas a mano.

En Zirahuén, a diferencia de los panteones de los pueblos purépechas, en las tumbas colocan esos bordados de punto de cruz, elaborados por las mujeres de cada familia.

Juana Negrete García, habitante de este lugar ubicado en la Zona Lacustre de Michoacán, fue una de las encargadas de colocar la ofrenda en la tumba de su suegra.

PUBLICIDAD

El lienzo con el bordado le llevó de trabajo de elaboración poco más de seis meses, para cobijar el ánima de su ser querido.

Explicó que un primer bordado es hecho por las esposas o mamás de los difuntos; un segundo, por las hijas o hermanas mayores y así sucesivamente.

Platicó que, en este lugar, otra parte de la tradición para recibir a las ánimas, es fabricar una "palmita", que es un arco de flores de la región, por donde entra el alma.

Al pie de la tumba, Juana Negrete explica que otra parte de la ofrenda es el manjar hecho por los familiares de los fieles difuntos y que ofrecen a quienes los acompañan.

En Zirahuén, a quienes no se les ofrenda, aunque sí se les recuerda, es a quienes fallecieron tres meses antes del 2 de noviembre, ya que consideran que su alma apenas va camino al cielo.

Después del primer año de fallecida la persona, es cuando por primera ocasión se prepara la llega de esa ánima, dispuesta a reunirse con sus familiares vivos, recordó la mujer nativa de ese lugar reconocido por su gran lago.

En un recorrido por el cementerio, resaltan las cazuelas de barro con calabaza cocida con piloncillo y las servilletas bordadas que esconden las tortillas hechas a mano.

Los chayotes y elotes cocidos, el pan de muerto, la cocada y todo aquel aperitivo que al ánima le gustaba, son parte de esos suculentos sabores.

Las coronas son de plástico con colores muy vistosos y en medio llevan flores del mismo material o alguna imagen religiosa.

Para la elaboración de esas coronas, los pobladores utilizan más las flores del campo como las orquídeas y las milpas; también hay quienes adornan con flor de cempasúchil.

Para la colocación de la ofrenda, todos los integrantes de la familia participan y nadie se queda sentado el Día de ánimas, pues la comida que llevan, la reparten entre la gente.

Para recordar a sus difuntos, como eran en vida, los pobladores de Zirahuén colocan en la tumba alguna herramienta, ropa o aditamento que en vida utilizaba el difunto.

Por ejemplo: si quien murió era músico, los familiares le llevan su instrumento, sus partituras e incluso el atuendo.

A un albañil le ponen sus herramientas de construcción, sus botas… y así, de acuerdo al trabajo que realizaba.

Autoridades de ese municipio, destacaron que desde hace aproximadamente 20 años que se empezó a rescatar de nuevo estas tradiciones culturales.

Señalaron que estas actividades culturales empezaban a ser reemplazadas por el Halloween, debido a la influencia de los habitantes que migraban a los Estados Unidos.

Aun así, las personas de mayor edad se impusieron a la oleada y regreso de migrantes, lo que permitió que se rescatara, conservara y potenciara esa tradición de Día de Ánimas.

A pesar de su peculiaridad, esta tradición es poco conocida por los turistas nacionales y extranjeros, aunque es parte de la Zona Lacustre de Michoacán, en la que existe mayor raigambre cultural y predominancia de estas celebraciones.