Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Morelia amaneció en calma, pero el aire pronto se llenó de estruendo y humo. Desde la colonia Xangari, un nutrido grupo de normalistas avanzó rumbo al centro de la capital michoacana, dejando tras de sí una estela de vandalismo y destrucción. La marcha, que habría tenido como motivo la conmemoración de la llamada “represión del 15 de octubre de 2012” en Tiripetío, Cherán y Arteaga, se transformó en una jornada de violencia. Los manifestantes partieron en vehículos secuestrados: al menos 60 unidades, entre autobuses, camionetas de empresas privadas y automóviles particulares, fueron tomadas para su traslado hacia la capital. En su trayecto por la Avenida La Huerta, los jóvenes vandalizaron mobiliario urbano, destruyeron paradas de camiones y arrancaron señaléticas. Las fachadas de negocios quedaron cubiertas de pintas y vidrios rotos. Frente a Plaza Walmart, empleados intentaron sin éxito detener los destrozos. Una joven trabajadora de una cafetería estuvo a punto de ser herida por las piedras que los manifestantes lanzaban: “No quiero que me cobren el vidrio”, alcanzó a decir antes de ser rescatada por sus compañeros. Foto, Christian Hernández.Foto, Christian Hernández.Foto, Christian Hernández.Foto, Christian Hernández. El recorrido se tornó más violento al llegar al edificio del Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Ahí, los normalistas lanzaron petardos y cohetones, irrumpieron en los juzgados y utilizaron un vehículo asegurado de una empresa privada como ariete para derribar las puertas. El inmueble terminó con severos daños, al igual que las plumas de acceso y cámaras de vigilancia. Ya sobre la Avenida Madero, los desmanes continuaron. Las oficinas de una compañía de telefonía y una caja de ahorros fueron prácticamente destrozadas. El histórico ex Hotel Virrey de Mendoza también sufrió daños en sus puertas y ventanales, mientras un semáforo fue derribado junto con varias cámaras de seguridad. El recorrido concluyó frente al Palacio de Gobierno. Los normalistas arrojaron piedras y petardos, quebraron cristales y pintaron los muros del recinto. Minutos después, se dispersaron sin que se registrara la intervención de las autoridades. El saldo fue de cuantiosos daños materiales, pánico entre comerciantes y transeúntes, y una ciudad que, una vez más, fue rehén de la violencia de quienes se ostentan como estudiantes.