IMÁGENES NUESTRAS | San Juan, testigo y guardián de las tradiciones de la gastronomía moreliana

Caminar por los pasillos del San Juan representa un tapiz de colores, sabores y texturas; la carne de conejo, codorniz, guajolote y hasta pato le dan un toque de variedad tradicional que lo eleva sobre el resto de los mercados de la capital del estado.

Foto: Víctor Ramírez

Arturo Molina / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán.- Ubicado en uno de los barrios más antiguos se la ciudad de Morelia, el Mercado Revolución, conocido popularmente como San Juan, se mantiene como testigo, guardián y alacena de las tradiciones, ingredientes y componentes de la gastronomía Moreliana.

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Diariamente, cientos de personas acuden al recinto ubicado a un costado del templo que le compartió el nombre, en donde se encuentran desde semillas, yerbas, carnes, pescados, lácteos, pulques, frutas, verduras, curas, hasta otros productos heredados del pasado prehispánico de Michoacán y de México.

Los uchepos de dulce, las corundas, tortillas de maíz Azul y otros productos prehispánicos dan el toque tradicional al mercado que a pesar de la modificación del primer cuadro de la capital michoacana mantiene los platillos que en otras zonas incluso se han perdido.

Foto: Víctor Ramírez

Los desayunos son un atractivo importante del "San Juan", a lo largo de las décadas las quesadillas "machetes", el caldo de cabeza, menudo y la ya tradicional birria se sirven a decenas de comensales durante los fines de semana.

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Han pasado casi 60 años de aquel junio de 1965 en que el entonces ayuntamiento de Morelia inauguró el inmueble que actualmente ocupan cientos de locatarios entre los que aún se pueden encontrar los tradicionales yerberos.

Desde entonces, casi a su propia suerte, los comerciantes han tenido que salir abantes a las distintas crisis económicas, pero sobre todo preservar las tradiciones que alberga tras los muros rotulados con el nombre "Mercado Revolución".

Foto: Víctor Ramírez

Las flores son otro de los atractivos del mercado. Llegadas de los campos michoacanos y de regiones cercanas, girasoles y rosas componen los arreglos para la mujer, mientras que el arte coronario fúnebre se ha vuelto característico del espacio ubicado a 5 minutos a pie de la catedral de la Ciudad de la Cantera Rosa.

Caminar por los pasillos del San Juan representa un tapiz de colores, sabores y texturas; la carne de conejo, codorniz, guajolote y hasta pato le dan un toque de variedad tradicional que lo eleva sobre el resto de los mercados de la capital del estado.

Foto: Víctor Ramírez

A pesar del valor cultural y gastronómico que dan mercados como “San Juan” y otros espacios comerciales aledaños al Centro Histórico, los recintos han Sido olvidados de la propuesta turística de Morelia como patrimonio cultural de la humanidad ante la Unesco. Y es que tanto el mercado como el barrio de San Juan de los Mexicanos está ligado a la historia de Valladolid, hoy Morelia. A diferencia de los barrios o pueblos de indios que se fundaron alrededor de la naciente ciudad, para proveer de mano de obra a los españoles, que mayormente provenían de poblados P’urhépechas o pirindas, los de San Juan provenían de un lugar más lejano.

El origen de los pobladores fue un grupo de nativos procedentes del antiguo imperio mexica y culturas asentadas en el altiplano central antes y después de ella conquista de la Nueva España. Historiadores han referido que Oriundos de Tlaxcala, México, Texcoco, Huexotzingo y Nochistlán se acercaron a la zona.

 El templo de San Juan, ubicado a un costado del mercado, si bien ha adoptado un papel secundario en pleno siglo XXI, hace no más de un siglo seguía siendo el centro de la vida religiosa y social del barrio.

Como ya se indicó, el adoratorio o centro espiritual del barrio debió de ser originalmente un sencillo edificio construido de materiales endebles, probablemente de techo a dos aguas, sin cúpula y con un techo de viguería. Hacia finales del siglo XVII, probablemente en 1696, se comenzó a reconstruir el templo, con fábrica de cantera, cúpula y bóveda de crucería. Todavía en 1748 estaban las obras llevándose a cabo, lo que se confirma con la venta de unos solares, para financiar los gastos respectivos.